¡NECESITO QUE ALGUIEN ME DE UN ABRAZO…!
¡NECESITO QUE ALGUIEN ME DE UN ABRAZO…! Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda. Con una gorra marrón, las manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera, pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano. El anciano miraba a la nada y de pronto lloró, en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme a preguntarle, o siquiera consolarlo. Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada, la fijó en mí, le sonreí, le saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto. En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme, caminé rápido como escapándome. Compré un libro y ni bien lleg