EL DIVORCIO… ¿ES LA SOLUCION?

EL DIVORCIO… ¿ES LA SOLUCIÓN?

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Alguien me dijo: “Qué feliz de usted, no ha debido tener problemas en su matrimonio.” No quiero decepcionarlos, no soy perfecto. He tenido grandes errores, que solo Dios sabe lo que he pasado… Lo interesante de todo lo que ha pasado, queda atrás, el Señor me ha sacado de ese lugar de sufrimiento, para compartir esa experiencia y puedo decirles con seguridad: “Hay solución en CRISTO JESÚS, sólo Él puede ayudarte…”

Dios creó la familia. Él sabe todo acerca de nuestros conflictos pero también, lo más importante, sabe de las soluciones de esos problemas. Él entregó  en nuestras manos, un manual  (La Biblia), para encontrar respuestas a todos los interrogantes y dificultades que nos atacan cada día. Procurar solucionar fuera de Él es tropezar con enormes barreras e aumentar el nivel de los conflictos, a lo que uno trata de arreglar a su manera.

Para la mayoría de las personas, casarse o formar una pareja resulta una de las decisiones más importantes de la vida. Sin embargo algunos sucumben después de comprobar que la convivencia no resulta tan sencilla ni tan gratificante como esperaban. Por lo cual, empiezan a darse cuenta de que convivir en un mismo hogar requiere de algo más que ilusiones y buenas intenciones para lograr que la relación funcione bien.

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En la relación de pareja, cuando a la primera dificultad o cuando llega el agotamiento de muchos intentos de solución, muchos piensan en una puerta de escape: El divorcio. Es una inclinación tan antigua como el tiempo, que en algún momento preguntaron unos religiosos, al Señor Jesús: “Unos fariseos se acercaron y trataron de tenderle una trampa con la siguiente pregunta: “¿Se permite que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier motivo? Jesús respondió: ¿No han leído las Escrituras? Allí está escrito que, desde el principio, “Dios los hizo hombre y mujer”. Y agregó: “Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su esposa, y los dos se convierten en uno solo”.  Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.” (Mateo 19:3-6. NTV)

El matrimonio y la familia, son una de las muchas bendiciones que Dios nos dio, cada día luchamos por su fortalecimiento. Cuando Dios creó al hombre y posteriormente a la mujer, formó a la familia. Dispuso que compartan la vida, juntos. Durante ese proceso, experimentaran momentos de felicidad y muchos beneficios, eso es la bendición de Dios (paz y quietud). Esa misma calma se proyecta en la relación con los hijos.

Recuerdo la recomendación de mi querida madre (Que ya partió a la presencia del Señor), ella me dijo: “La primera mujer que entra a tu hogar es bendecido por Dios, hasta que la muerte los separe. Nunca intentes divorciarte…” Qué sabias palabras, lo tengo en mi corazón… La sentencia es clara: “…que nadie separe lo que Dios ha unido.” Pensar o avanzar en camino hacia el divorcio, es ir en contravía de los planes de Dios, y jamás habrá bendición en la decisión de separarse. Hay solución en Cristo Jesús, para cualquier problema. El divorcio es un arreglo muy barato y un escape fácil, que no trae ninguna solución.

Es el adulterio uno de las razones la que lleva a las personas a tomar la decisión de divorciarse. No podemos desconocer que hay conflictos en la relación de pareja, pero tampoco ser ciegos a la realidad de que el divorcio es un perjuicio enorme que nos causamos, a nosotros y a nuestros hijos… Jamás olvide que, delante del Señor debemos responder por nuestros hijos: Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor. Los hijos que nos nacen en la juventud son como flechas en manos de un guerrero. Feliz el hombre que tiene muchas flechas como esas...”  (Salmos 127:3-5) (DHH).

Cuando le preguntaron al Señor Jesús sobre el divorcio, Él aclaró que no era el camino diseñado por Dios en medio de cualquier circunstancia adversa al interior del matrimonio: “Ellos le preguntaron: ¿Por qué, pues,  mandó Moisés darle a la esposa un certificado de divorcio, y despedirla así? Jesús les dijo: Precisamente por lo tercos que son ustedes, Moisés les permitió divorciarse de su esposa; pero al principio no fue de esa manera. Yo les digo que el que se divorcia de su esposa… y se casa con otra, comete adulterio.” (Mateo 19.7-9) (DHH).

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Si ante la posibilidad de la separación hiciéramos un análisis concienzudo de cuáles son los verdaderos motivos para tomar ese tipo de decisiones, descubriríamos que no tiene fundamento. Es un error. Los más perjudicados con el divorcio son los hijos, no solo aquellos que están en una edad tierna, sino incluso los jóvenes. Aunque los hijos estén jóvenes experimentan una mezcla de sentimientos que incluyen sensación de vacío, desaliento, desilusión y rabia.

Algunos se sienten culpables de la ruptura. ¿Por qué se producen esos sentimientos? Porque los hijos jamás imaginan que la relación de sus padres terminara en separación. Otro fenómeno unido a esta desbordante tasa de divorcios es que los hijos ya adultos experimentan desequilibrio emocional, no saben si inclinarse por el padre o por la madre y de esa manera se genera distanciamiento hacia el otro.

¿Cuál es la solución? ¿La solución será no contraer matrimonio? Muchos piensan así. Incluso, han imaginado la posibilidad de unirse a prueba, es decir, la unión libre (concubinato). Luego optar por la separación si al término de determinado tiempo la relación no funciona.

Algunos de los discípulos del Señor Jesús expresaron su preocupación por el matrimonio y la eventual ruptura que podría producirse: “Entonces los discípulos le dijeron: Si así son las cosas, ¡será mejor no casarse! No todos pueden aceptar esta palabra dijo Jesús. Solo aquellos que reciben la ayuda de Dios...” (Mateo 19:10-12) (NTV)


Piense en su vida, en los hijos que vendrán como fruto de la relación, y lo traumático que resultaría para ti y tu familia, el divorcio. Dios debe guiar todo el proceso: desde el enamoramiento, noviazgo, matrimonio y hasta que la muerte nos separe. Él es quien lleva a feliz término esa relación… El consejo del Señor es: “… a los que ya están casados, les doy este mandato, que no es mío, sino del Señor: que la esposa no se separe del esposo… De la misma manera, el esposo no debe divorciarse de su esposa.” (1 Corintios7:10-11) (DHH). “Que todos respeten el matrimonio y mantengan la pureza de sus relaciones matrimoniales; porque Dios juzgará a los que cometen inmoralidades sexuales y a los que cometen adulterio.” (Hebreos 13:4). Amén.

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“…que nadie separe lo que Dios ha unido.”

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