¿PADRES DICTADORES?

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¿PADRES DICTADORES?

En los días de las fiestas Navideñas, un padre de familia castigó a su hija de tres años por desperdiciar un rollo de papel para envolver regalos. El dinero escaseaba, y él se enfureció al ver que la niña trataba de decorar una caja para poner debajo del árbol de Navidad.

A la mañana siguiente, la niña le trajo un regalo a su padre, y le dijo:
 - Esto es para ti, papá.

Él se sintió avergonzado por su anterior reacción desmedida, pero su ira volvió a encenderse cuando vio que la caja estaba vacía.

Y le gritó a la niña:

- ¡¿No sabes que cuando uno da una caja de regalo se espera que contenga algo?!
La niña le miró con lágrima en los ojos y le dijo:

- ¡Papá, la caja no está vacía! Metí besos en ella y la llené de mi amor. Todo para ti, papá.

El padre se abrumó. Abrazó a su hijita y le pidió perdón. Mantuvo la caja dorada junto a su cama durante varios años y siempre que estaba desanimado, sacaba un beso imaginario y recordaba el amor que su hija depositó en ella.

En medio de los gritos y la ira de los padres, a veces son los niños los que nos enseñan el amor incondicional. Si nos damos cuenta, este amor es más valioso que cualquier cantidad de dinero o montón de riquezas de este mundo. Ese es el amor que nos da el Señor, sin condiciones. Él dice: “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia...”  (Oseas 14:4).

Al hablar de padres dictadores, seguramente me preguntaran: ¿Cómo son esos padres? Esos padres, han perdido la autoridad sobre sus hijos, son demasiados rígidos y exigentes. No guían, sino mandan a hacer algo que ellos mismos no están dispuestos a  hacer o no lo hacen.

Los hijos han venido a nuestras vidas como un regalo de Dios, para alegrar nuestras vidas, para darles amor, guiarles por el camino correcto y brindarles una vida de felicidad. Recordemos cuando fuimos niños, ¿qué nos dañó de la mala actitud de nuestros padres? Entonces, ¿por qué seguimos el mismo patrón? Algo que no nos gustaba que hagan con nosotros, ¿por qué lo hacemos con nuestros hijos?
 Resultado de imagen para los hijos siguen los pasos de los padres
Los hijos siguen el ejemplo de sus padres, eso es lo que pasa con los padres dictadores, reproducen el mismo patrón de sus padres... Sólo Jesucristo puede romper esa cadena de maldición, si los papás hoy acuden en busca de ayuda, encontrarán mucha bendición. El Señor está dispuesto a ayudarnos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados  y cargados, y yo os haré descansar… hallaréis descanso para vuestras almas.” (Mateo 11:28-29); “Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo… a quien el Señor no acusa de falta alguna… El Señor dice: Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré  instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir… Alégrense en el Señor… ¡Alégrense y griten de alegría!” (Salmos 32:1-11).

Nuestros hijos, nos están mirando cómo actuamos y ellos actuarán así. Donde van los papás, allí irán los hijos. Qué hacen los papás, eso harán los hijos… Flavia Paola tiene tres años de edad, los cumplió recientemente. Y hace unos meses empezó a llamar a su hermano: Hijo. A su mamá, Eneida, le causa mucha gracia esta anécdota, porque ella llama a su primogénito: Hijo.

En esa casa es cotidiano escuchar: Hijo ven acá, hijo ven a comer… hijo… hijo… Por eso Flavia Paola ahora repite, cuando ve a su hermano: Hijo. Y le dice ¡Hola, hijo! … Hijo, ven a comer… Ella lo llama hijo porque está imitando a su mamá, quien ahora es su modelo.

En ninguna parte de la Biblia, Dios da a los padres el derecho de solo mandar y ser despiadados, dictadores o dueños de los hijos. Al contrario, la Biblia afirma sabiamente: “Padres, no hagan enojar a sus hijos, para que no se desanimen… más bien críenlos con disciplina e instrúyanlos en el amor del Señor.” (Colosenses 3:21 y Efesios 6:4). Dios se opone, claramente, al maltrato de los niños. No nos ha puesto en nuestras manos para que los manejemos a gritos, ni para golpearlos y así desahogar nuestras frustraciones cuando nos abruman los problemas.

En la consejería, cuando preguntamos el por qué el castigo tan duro, la respuesta acostumbrada, es: “Amamos a nuestro hijo, por eso es el castigo”. A esta respuesta viene esta pregunta: ¿Qué clase de amor es esto?... Me doy cuenta, que el amor de estos padres es condicional: “Yo te amaré si… Si haces tus tareas, si no haces nada que me haga pasar vergüenza, si te vuelves el mejor alumno en tu colegio.”, etc. etc.

Imagen relacionadaPero, ¿qué sucede si el niño no puede alcanzar todo lo que sus padres exigen y esperan de él? Está expuesto a perder el amor y la admiración de sus padres. Ese niño se sentirá siempre emocionalmente bajo, vive en una gran presión, porque continuamente tiene que ganarse el amor de sus padres. Nunca sabe en qué momento sus padres se van a poner en su contra. En cualquier momento van a rechazarlo por cualquier error que cometan.



Esta situación es muy difícil y desagradable para los niños, y también para el hijo que ya creció, pero aún vive todavía bajo la siniestra sombra del amor condicional de sus padres.
En lugar de un amor condicionado y exigente, debemos desarrollar un amor generoso y comprensivo y afectuoso, para rescatar confianza de nuestros hijos.

Dice que una vez, un hombre que entrenaba un equipo de futbol tenía un hijo que se convirtió en un astro del deporte. Cierta vez un periodista deportivo, habla con su papá, le dice: “Me imagino que estará realmente orgulloso de su hijo”. La respuesta fue: “Sí, pero estaría igualmente orgulloso, aunque jamás en la vida hubiera pateado una pelota...” Esta clase de amor no está basado en “Te amaré si…” o “Te amo porque…” Este amor es un amor, puro, simple… ¡fuerte!

De esta forma nos ama Dios. Aún más, la Biblia usa una palabra especial para describir ese amor que Dios tiene para nosotros: “Dios amó tanto al mundo, que dio a su hijo único, para que todo aquél que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16). Dios nos ama tal como somos y nos perdona por su gracia.

Imagen relacionadaMe dirijo a aquellos padres que tienen hijos mayores. Quien sabe, en este momento recuerdan que no han sido buenos padres: “Hay esperanza en Cristo Jesús.” Hoy Dios nos da un nuevo día, tenemos una bonita oportunidad para amarlos y bendecirlos a nuestros hijos, ellos lo harán con sus hijos: “Al hombre que honra al Señor, Él le muestra el camino que debe seguir; lo rodea de bienestar y da a sus descendientes posición del país. El Señor es amigo de quienes lo honran y les da a conocer su alianza.” (Salmos 25:12-14) (DHH). El Señor bendice a nuestra descendencia.

El amor de Dios es muy generoso, que se sacrifica por el bien de los demás. Es un amor que no podemos ganar o merecer. Simplemente, Dios nos ama. El niño que crece en amor es todo amor para otras personas, si el niño es criado en odio, procederá con odio con los demás… El padre que camina con Dios, solo dará amor a sus hijos y los hijos son felices. En Proverbios 20:7, dice: “Camina en su integridad el justo; sus hijos son dichosos después de él.”

En estos últimos tiempos que estamos viviendo, son tiempos muy peligrosos, para nuestros hijos; especialmente con la tecnología que se convierte en contra de los papás. Nuestros hijos necesitan mucha confianza en sus padres, para que vean lo que es correcto. Si no son los papás en quien deben confiar los hijos, ¿quién lo hará? La palabra de Dios recomienda a los papás: “… amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” (Deuteronomio 6:5-9).

Esto me recuerda la historia de un niño que viajaba, en un avión solo, en medio de gente adulta y allí sentado con toda la tranquilidad del mundo, llamó la atención de una adulta que le pregunta; “¿Hemos pasado turbulencias, tormentas, es de noche, no te has dado cuenta? Vamos en un avión. ¿Porque tan tranquilo y sin miedo?” A lo que el niño le responde: “¿Por qué habré de tenerlo? Mi papá es el piloto del avión.” Amén.

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