DIOS NOS CONSUELA EN NUESTRO SUFRIMIENTO
DIOS NOS CONSUELA EN NUESTRO SUFRIMIENTO
Ayer en la mañana recibí una triste
noticia, uno de los misioneros llamado Geir Magnus, trabajó en Latinoamérica
por muchos años y el último año residía en la ciudad de Sucre – Bolivia… De
donde le trasladaron de urgencia a su país natal Noruega, para hacer su
respectivo tratamiento, pero esta enfermedad fue tan fuerte, ayer en la mañana
partió a la presencia del Señor. A todo esto surge estas preguntas: “¿Por qué
Dios no pudo sanar, si estaba trabajado en la iglesia, predicando nada menos la
palabra de Dios? ¿Su familia cómo estará sufriendo?...
En realidad todos podemos enfermar,
somos parte de la humanidad caída, en un mundo caído, donde la enfermedad y la
maldad reinan. Sabemos que a pesar de todo, Dios tiene control sobre sus hijos,
por eso se lo llevó a mejor vida… Y el sufrimiento tiene un propósito posterior,
Dios consuela a la familia de este misionero, a través de otras personas. Es
verdad que nos consuela a través de su Espíritu Santo, pero la iglesia (el
cuerpo de Cristo), es el primero en preocuparse, es nuestra familia espiritual.
A decir verdad, la iglesia hace un
trabajo fabuloso en este aspecto. Tal vez pienses que no necesitas mucho a tu
iglesia local, que la misma no tiene mucho que ofrecer. Pero, llegará el día en
que necesites a ese grupo de creyentes, y la Biblia dice que debemos estar
dispuestos a animar a otros (Hebreos 10:24-25).
JESUCRISTO NOS CONSUELA EN NUESTRO SUFRIMIENTO |
En 2 Corintios 1:4, dice: “Nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a
los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que
nosotros mismos somos consolados por Dios.” Nota que Dios no siempre
nos libra de la tribulación, sino que nos consuela en ella. Cuando atravesamos
problemas y dificultades externas, el Padre de misericordias y el Dios de toda
consolación, nos consuela.
Un día no muy lejano, ya no sufriremos,
nos iremos a un lugar hermoso, donde Dios está preparando para cada uno de
nosotros: “…Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con
ellos como su Dios. Enjuagará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no
habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras
cosas pasaron.” (Apocalipsis 21:3-4). El hermano Geir Magnus, está en ese lugar hermoso.
Pablo fue tan fortalecido por la mano de
Dios durante sus pruebas, que no solo las soportó; fue bendecido por ellas. Y
fue una doble bendición. En primer lugar, Pablo se dio cuenta de que estaba
tomando parte en los sufrimientos de Cristo. En segundo lugar, él sabía que sus
pruebas le permitían consolar a otros que estuvieran pasando por lo mismo.
Pablo fue terriblemente perseguido durante toda su vida (2 Corintios 11:23-27)…
Así nos enseña Pablo en 2 Corintios 1:5: “Porque de la manera que abundan en nosotros
los padecimientos de Cristo, así abunda también por medio de Cristo nuestra
consolación.”
Existe la tendencia de creer que si
caminamos en el Espíritu, viviremos libres de problemas. Cuando confrontamos
dificultades, nos topamos con la realidad, nos damos cuenta que no es verdad. Y
después, quizás exclamamos: “¿Por qué
permite Dios que me suceda esto? ¡No soy una mala persona!...” Sabemos, que
un cristiano sin problemas no existe. Pero, en esos sufrimientos no estamos
solos, Dios es nuestra ayuda y nuestro consuelo (Salmos 121:1-8).
A mis ocho años me fui de mi casa, con
rumbo desconocido. El motivo fue que, en mi casa no había amor y consuelo, solo
reinaba mucha violencia, no tuve el cariño de un padre, como hubiera querido
tenerlo. Durante toda mi niñez y una parte de mi juventud pasé una vida
solitaria. El único abrazo y consuelo que tuve fue de mi madre. Ella me decía,
a pesar de todo lo negativo que estuve pasando, Dios era mi consuelo. Recuerdo las
palabras de mi madre: “Dios es tu padre que te consuela y no te abandonará”.
Es verdad, recibí ese consuelo solo de
Dios y no me abandonó. Cuando vienen recuerdos a mi memoria, y veo esos
episodios de mi vida, tantos peligros de muerte. Si contara mi testimonio,
seguramente me dijeran: “¿Por qué estás vivo?” La respuesta es, por la gracia
de Dios, aquí estoy, escribiéndoles para ayudarles a tener fortaleza en el
Señor. Dios es el Dios de la consolación, pero notemos que Él nos consuela a
través de otras personas. Conmigo lo hizo a través de mi querida madre (que ya
partió a la presencia del Señor).
No hay nada como una persona que ha pasado
por una experiencia difícil para que de consuelo a otra. No hay nada que se
compare a poner tu brazo alrededor de alguien y decir: “Ánimo hermano, ¿Sabes?
Yo tuve que pasar por lo mismo que tú. ¿Puedo compartir lo que Dios hizo por
mí?” ¡Esto si es poder! Eso hace que los versículos de la Biblia se tornen
vivos. Eso hace que las promesas de Dios se vuelvan reales a quien está
sufriendo, porque otra persona ha tenido que pasar por lo mismo.
Los cristianos mayores debieran
alegrarse, al saber que siempre tendrán un trabajo de consolar, los jóvenes necesitan
el consejo y consolación de esas personas que tienen experiencia. Pueden
alentar y consolar a otros a través de lo que han vivido. Los cristianos
maduros han pasado por dificultades y pueden dar el ánimo de saber que “no solo
ellos han pasado por esas dificultades.”
¿Eres la clase de cristiano que la gente
busca para obtener consejos porque sabe que has encontrado al Dios de toda la
consolación? ¿Has caído en la cuenta (como lo hizo Pablo), de que no importa
cuán grabes sean las presiones de la vida? Nunca nos pueden separar del amor y
la compasión de nuestro Padre Celestial. Como dijo Pablo: “… ¿Quién nos podrá separar del
amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el
hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte…? Estoy convencido de que
nada podrá separarnos del amor de Dios…” Amén.
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