¿TIENES MIEDO A LA MUERTE?

 ¿TIENES MIEDO A LA MUERTE?


En estos días mucha gente se prepara para “Todo santos”, creen que vuelven los difuntos el dos de noviembre y muchos también en estos días van a meditar sobre la muerte, hablar de algo desconocido, especialmente hablar de la “muerte” es algo aterrador. Esto es normal, porque no conocen exactamente qué pasa después del deceso de una persona.

Para los que viven por la fe en Cristo Jesús, es algo hermoso esta transición, porque saben y conocen qué vendrá y cómo será la vida después de la muerte. En la Biblia, está escrito nuestra esperanza para cada uno de nosotros. En Romanos 8:10, en la Nueva Traducción Viviente, dice: “Y Cristo vive en ustedes; entonces, aunque el cuerpo morirá por causa del pecado, el Espíritu les da vida, porque ustedes ya fueron hechos justos a los ojos de Dios.”

Entonces, para aquellas personas que viven por la fe en Cristo Jesús, no van a tener miedo a la muerte, porque saben que les va a quitar de todo sufrimiento para que Dios les dé una vida diferente y gloriosa, donde ya no habrá muerte ni sufrimientos de esta vida presente. Jesucristo consiguió esos beneficios con su muerte. Con su sacrificio quedó satisfecha toda la Ley de Dios, y se estableció también el pacto nuevo, conforme al cual todos los que están en Cristo, quedaron libres de la paga del pecado; o sea, de la muerte y de todas las maldiciones de la Ley (Romanos 6:23).

Para los creyentes, “… ¡La muerte ha sido destruida!” (1 Corintios 15:54 NTV). El día de la cruz de Jesús, se convirtió en día del castigo por el pecado, y luego el día que resucitó el Señor, en día de la redención definitiva, de salvación de la muerte y de toda miseria de este mundo. 

El entierro de los cuerpos de los que viven por la fe en Cristo Jesús, es una siembra para que resucite un cuerpo nuevo glorioso, para la otra vida que nos espera. Los cuerpos que se han enterrado, sólo fueron depositados en la tierra a fin de que resuciten en estado glorioso. Como la palabra de Dios, dice: “Así pasará cuando los muertos vuelvan a la vida. Cuando alguien muere, se entierra su cuerpo, y ese cuerpo se vuelve feo y débil. Pero cuando esa persona vuelva a la vida, su cuerpo será hermoso y fuerte, y no volverá a morir. Se entierra el cuerpo físico, pero resucita un cuerpo espiritual…” (1 Corintios 15:42-44 TLA). 

Está muy claro, para el creyente es un privilegio y una bendición muy grande. El veneno del pecado había contaminado y corrompido los cuerpos de tal modo, que estos tienen que ser derribados y renovados para quedar limpios. El grano de trigo no germina, a no ser que caiga en tierra y muera. Así también nuestros cuerpos deben morir y descomponerse en el suelo, para volver a quedar totalmente purificados y resucitar con un cuerpo glorificado como nuestro Señor Jesucristo.

Y los que estén vivos cuando Cristo vuelva, ¿nunca morirán? ¡No! Serán transformados en un abrir y cerrar de ojos. ¡Cuántas lecciones aprendemos en la palabra de Dios, profundas reflexiones! Todos los seres humanos tenemos miedo a la muerte, ante nuestros ojos parece espantoso. Por eso, los creyentes necesitamos toda la ayuda posible de Dios para cambiar nuestra percepción acerca de la muerte y seguir combatiendo contra el pecado. 

Lo cierto es que, si sabemos la verdad de la muerte, nos ayuda a echar fuera ideas carnales y el miedo. Nos muestra y recuerda la bondad de Dios para sus amados hijos. El Todo Poderoso de la vida y de la eterna bienaventuranza, por amor a sus hijos prepara la vida eterna lleno de dicha, como dice Apocalipsis 21:3-4, en Traducción en Lenguaje Actual: “Y oí que del trono salía una fuerte voz que decía: Aquí es donde Dios vive con su pueblo. Dios vivirá con ellos, y ellos serán suyos para siempre. En efecto, Dios mismo será su único Dios. Él secará sus lágrimas, y no morirán jamás. Tampoco volverán a llorar, ni a lamentarse, ni sentirán ningún dolor, porque lo que antes existía ha dejado de existir.”

Vemos la inmensa bondad de Dios, su profunda misericordia, cuando entregó a su hijo a la muerte por nosotros, a fin de quitar el aguijón de la muerte y convertirlo en un buen sueño. Por eso, cuando pensamos en la muerte, nuestra fidelidad sea cada día de nuestra vida, orando como el salmista David y como la oración de Moisés: “Dios mío, hazme saber cuál será mi fin, y cuánto tiempo me queda de vida; hazme saber cuán corta es mi vida…” (Salmos 39:4 Traducción Lenguaje Actual). “Enséñanos a pensar cómo vivir para que nuestra mente se llene de sabiduría.” (Salmos 90:12 Traducción Lenguaje Actual).

Es un gran consuelo saber que cuando morimos seguimos los pasos de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Quiero decir, lo que pasó con Él aquí en esta tierra. Él recorrió ese camino antes de nosotros. Nuestra naturaleza todavía tiene la tendencia a horrorizarse ante la muerte. Es necesario y útil que los creyentes tengan esto muy presente, recordando que desde el principio hasta el fin estamos en las manos de Dios, en los brazos de nuestro fiel Padre y Salvador. 

El Señor nos dice en su palabra, que, “No caerá ni un cabello de nuestra cabeza sin su permiso” (Mateo 10:29-30). Dios nos cuida en todo momento de nuestra vida, hasta que estemos en su gloria eterna. Por temible que parezca la muerte, nuestro piadoso Salvador viene a nosotros por ese medio, para llamarnos y llevarnos donde Él está preparando un lugar hermoso para cada uno de sus amados hijos (Juan 14:1-3). 

Cuando pensamos en la muerte con miedo, nos pasa lo que les pasó a los discípulos, cuando estuvieron en el barco y Jesús se les acercó caminando sobre el agua: Ellos se asustaron y clamaron: “¡Es un fantasma!”. Pero Él les respondió: “¡Soy Yo! ¡No temáis! (Mateo 14:26-27). Así también nos anima a nosotros hasta este momento: con gran bondad. Él no abandona a sus queridos hijos en la hora de la muerte. Ni permitirá que nos ocurra algo que su amor no haya dispuesto. 

Por medio de la muerte sólo nos dará lo que tanto tiempo hemos ansiado. Es decir: redención definitiva de todo mal. Nos dará perfecta santidad y seguridad. Nunca más pecaremos contra Él. Nunca más nos asaltarán dudas y tribulaciones. Nunca más nos presionará o acosará el diablo. Nunca más perderemos contacto con nuestro Señor; más bien, lo veremos tal como Él es, en el Paraíso Celestial.

En la tierra siempre fuimos extranjeros. Fuimos pobres, débiles e inseguros. En la muerte nuestro Señor nos llevará a heredar su Reino Celestial, la bienaventuranza eterna. Entonces, si no quieres tener miedo de la muerte, acude ahora mismo a Dios por medio de su amado Hijo Jesucristo, para que tengas esa bendita esperanza y esperar con alegría ese momento de transición, de esta vida lleno de dolor, a la vida eterna donde hay solo dicha y felicidad. Amén. (Escrito en base al Devocional CADA DÍA CON DIOS)


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