¡CUENTALE TODO A JESÚS!
¡CUENTALE TODO A JESÚS!
¿A quién, podemos contar nuestros sufrimientos y preocupaciones, con toda confianza? Quiero decir: ¿Contarle todo sin reservas? En esta tierra, es tan difícil confiar en las personas que nos rodean, aún es difícil confiar en personas más cercanas.
Pero, tampoco conviene ocultar o callar, nos hace más daño. Como alguien decía, si callamos nos corroe el alma, nos afecta en todo nuestro ser. Entonces no es bueno seguir cargando con nuestros sufrimientos.
El Señor ha permitido que esté escrito en la Biblia, el secreto de ser libres, David dice: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos. En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmos 32:3-5).
Dice que una vez, en un naufragio de un barco, el único sobreviviente llegó a la playa de una pequeña isla, donde no había ni un habitante humano. Se encontraba solo, no podía hablar con nadie; con el único que podía hablar y contarle sus penas era a Dios (aprovechó hablar con Él). Le contó todo lo que le había pasado y lo que le estaba pasando. Se encontraba muy arrepentido por todos sus pecados.
Y luego, él oró fervientemente a Dios pidiéndole ser rescatado, y cada día miraba el horizonte buscando ayuda, pero parecía no llegar una respuesta. Los días pasaban rápidamente.
Cansado, finalmente optó por construir una cabaña de madera para protegerse de la lluvia, el frío y del calor del sol. Y también para almacenar sus pocas pertenencias que había rescatado del naufragio.
Un día, tras merodear o investigar por la isla en busca de alimento, regresó a casa; para su sorpresa encontró su cabañita envuelta en llamas, con el humo casi llegando hasta el cielo.
Lo peor había ocurrido... lo había perdido todo. Quedó sorprendido por lo que le estaba pasando. Se enojó con Dios, dijo: “Dios: ¡cómo me pudiste hacer esto a mí!” Se lamentó.
Esa noche se durmió cansado y enojado… Temprano al día siguiente, fue despertado por el sonido de la sirena de un barco, que se acercaba a la pequeña isla… Habían venido a rescatarlo. El hombre sorprendido les preguntó a sus salvadores: “¿Cómo supieron que estaba aquí?” El capitán del barco le responde: “Vimos su señal de humo”. (De dominio popular).
Era la ayuda de Dios… El Señor tiene extrañas maneras de ayudarnos. Nosotros como humanos no entendemos los planes de Dios.
Vamos a leer dos hermosos textos, donde nos dice que debemos acudir y contarle nuestras preocupaciones y sufrimientos a Dios:
“Echa todas tus preocupaciones sobre Él, porque Él cuida de ti”. (1 Pedro 5:7) En la Traducción del Lenguaje Actual, dice: “… pongan sus preocupaciones en las manos de Dios, pues Él tiene cuidado de ustedes.”
En Salmos 62:8, en la Nueva Traducción Internacional, dice: “Oh, pueblo, confía en Él siempre, derrama ante Él tu corazón, pues Dios es nuestro refugio.” En la Traducción Dios Habla Hoy, dice: “… ¡Háblenle en oración con toda confianza! ...” Y en la Traducción del Lenguaje Actual dice: “… cuéntale todos tus problemas. ¡Dios es nuestro refugio!” (TLA).
¡Qué maravillosos textos! Un llamado claro a confiar en el Señor, este llamado viene con una promesa. ¿Cuál es la promesa? La promesa es que ahí encontraremos refugio. Y ¿qué es un refugio? Es un lugar de protección, donde nos encontramos fuera de peligro, resguardado dentro de un castillo, que no puede penetrar ningún peligro o ningún enemigo que pueda hacernos daño.
Querido hermano, este es el saludo del Señor para ti y para mí en este nuevo año. Proviene de aquel que sabe cómo nos sentimos y qué necesidad tenemos. Nadie conoce mejor tu situación y la mía que el mismo Señor.
Rosenius en el libro de Devocional: “Cada día con Dios” del 2 de enero, toca el texto de Apocalipsis 5:1: “En la mano derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos.” (DHH). y él explica: “Tan inmenso y glorioso es el consuelo contenido en estas palabras, que, si tuviésemos abiertos nuestros ojos para percibirlo y aceptarlo como una firme verdad, arrojaríamos fuera todas nuestras angustias, diciendo: “Ahora ya no deseo nada más. Que Dios haga conmigo lo que desea. Sí, que todos los espíritus malignos y la gente perversa intenten hacerme lo que se les antoje. Ya no tengo ningún mal…
… Acaso no son precisamente “las cosas que sucederán después de estas”, es decir, en el futuro, ¿el motivo de nuestras preocupaciones? Generalmente nuestros corazones están llenos de angustias y preocupaciones por lo que nos sucederá en el futuro…
… ¿A qué recurso podemos recurrir entonces? ¿En qué hombro apoyar nuestra atormentada cabeza? Pensamos: “¡Ojalá pudiera ver qué va a resultar de esta situación!” Sin embargo, todo lo que nos pueda sobrevenir ya ha sido registrado en un libro, que descansa en la mano derecha de Aquel que está sentado en el trono.”
Si estamos en las manos de Dios, Él tiene pensamientos de amor y misericordia para nosotros. En Jeremías 29:11, dice: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (RV-1960). En Traducción del Lenguaje Actual, dice: “… no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar.” (TLA)
Entonces, estamos al cuidado de Dios. Nada malo nos pasará, si no lo permite nuestro Señor y Padre amoroso: “Dios te cuida y te protege; Dios está siempre a tu lado... Dios te cuidará ahora y siempre por dondequiera que vayas.” (Salmos 121:5-8 TLA).
“Pero el Señor Jesucristo les dará una firme confianza y los protegerá del mal, porque Él siempre cumple lo que dice.” (2 Tesalonicenses 3:3 TLA).
“Yo sé que Dios siempre me cuidará y me protegerá de todo mal, hasta que me lleve a su reino celestial. ¡Él merece que lo alabemos por siempre! Amén.” (2 Timoteo 4:18 TLA).
Entonces, ¡cuéntale todo a Jesús! A Él no le sorprenden nuestros problemas. Él ya sabe lo que nos está pasando, antes de que lo contemos o antes de que le preguntemos. Pero, Él quiere que acudamos a Él antes que vayamos con nuestros amigos o familiares. Su palabra dice: “Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes qué diré.”. (Salmo 139:4 TLA)
En nuestro himnario, el himno 139, dice:
Cuando estés cansado y abatido,
Dile a Cristo; dile a Cristo
Si te sientes débil y confundido,
Dile a Cristo el Señor.
Él es tu amigo más fiel…
Cuando estés de tentación cercado,
Mira a Cristo, mira a Cristo;
Cuando rugen huestes del pecado,
Mira a Cristo el Señor.
Él es tu amigo más fiel…
Como dice en este himno, acudamos a nuestro misericordioso Señor Jesucristo, a contarle lo que nos está pasando… A continuación vamos a recordar dos textos, palabras de nuestro Señor Jesucristo. Estas palabras nos consuelan en el momento más difícil de nuestra vida:
“¡Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28)
Y además en Juan 6:37, dice:
“… al que a mí viene, no le echo fuera.”. (Juan 6:37)
Sabemos que si acudimos a nuestro Señor Jesucristo no nos echa en cara nuestros pecados, no nos reclama… Él abre los brazos y nos abraza con mucha ternura y nos perdona con mucho gusto, porque nos ama…
Apreciado hermano, busca un lugar a solas y cuéntale todo lo que te está preocupando... Dile a Dios exactamente lo que te está sucediendo y dile cómo te sientes. Y termina tu conversación con una alabanza y agradecimiento, sabiendo que, Dios siempre nos escucha y está presto para concedernos nuestra petición, según su voluntad.
No olvides, Él quiere lo mejor para ti en este 2025 y se preocupa mucho por lo que sucede en tu vida. Amén.
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