LA ULTIMA CENA
LA ULTIMA CENA
En
la palabra de Dios, en Marcos 14:18, 22-24, 26, 29-30 y dice: “Ya
sentados a la mesa, y mientras comían, Jesús dijo: De cierto les digo que uno
de ustedes me va a traicionar ... Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo
bendijo; luego lo partió y se lo dio, al tiempo que decía: Tomen, esto es mi
cuerpo. Después tomó la copa, y luego de dar gracias, se la dio, y todos
bebieron de ella. Les dijo entonces: Esto es mi sangre del pacto, que por
muchos es derramada... Luego de cantar el himno, fueron al monte de los
Olivos... Entonces Pedro le dijo: Aunque todos se escandalicen, yo no lo haré.»
Jesús le dijo: ...esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú
me habrás negado tres veces.”
En la institución de la
Santa Cena o la “LA ULTIMA CENA DEL SEÑOR”, Nos traslada a la “Pasión y Muerte”
de nuestro amado Salvador. En este episodio, vemos dos anuncios que lastiman el
corazón, solo por imaginar lo que estaba pasando en ese momento, nos estremece
el alma.
Mientras comían, Jesús
anuncia la traición de uno de ellos (de Judas). Cuando terminaron de comer
salieron al monte de los Olivos y Jesús anuncia que todos se escandalizarían y
lo abandonarían.
Judas el traicionero fue el primero en abandonar a Jesús. Él salió corriendo para ejecutar su malvado plan. Y Pedro muy apasionado le dice al Señor, que él no lo abandonaría sino, moriría con Jesús. Y el Señor le dijo que le va a negar antes que el gallo cante tres veces.
¿Qué pasó con los demás
de sus discípulos? Tanto, así como Pedro, lo abandonaron. Se han dado cuenta
que sus vidas también estaban en peligro; el peligro era tan grave, escaparon y
dejaron solo a su amado Maestro, aunque habían compartido durante 3 años, lo
hicieron por cuidar sus vidas. Así es el ser humano.
La traición y el
abandono son actos más espantosos que el ser humano puede experimentar en esta
vida. Por ejemplo: la traición a un ser amado, es más doloroso que el dolor en
un velorio. Al igual que, abandonar a sus propios seres queridos: hijos o
padres que tanto amo, es una actitud cruel en la vida.
Ese día, el amor puro de
Dios fue traicionado. Pero, para Jesucristo no fue importante lo que habían
hecho sus discípulos; en ese momento, es como si dijera: “Ustedes con sus
propias fuerzas no van a poder, para eso he venido.” Para Él lo más importante
fue, Él mismo ofrecerse voluntariamente como sacrificio vivo, por esas personas
débiles y sin fuerzas contra las acechanzas del diablo.
Él había venido para
pagar y cumplir lo que el hombre no pudo cumplir, es por eso que trajo paz a
nuestros corazones con ese milagro de la Pascua.
El amor y la misericordia de Dios, era más grande que el pecado del hombre. Su amor sobrepasa todo entendimiento y para eso había venido el Hijo de Dios. A pesar de la traición y abandono, Su amor nunca ha menguado, tampoco se acabó. Como dice Nissen: “El arde de amor por cada uno de nosotros.”
Hasta hoy recordamos ese
acontecimiento, al participar en la Santa Cena, Él nos dejó su cuerpo y sangre.
Esa es una forma en la que Él se queda con nosotros para siempre, para que
nosotros podamos enfrentar las traiciones motivadas por el diablo y el abandono
de la esperanza motivada por nuestras propias flaquezas.
No acusaremos a Judas
tampoco a Pedro, porque nuestro pecado también es igual al de ellos. Pero,
debemos alegrarnos, esa bendita salvación llegó a nosotros. Somos dichosos al
convertirnos en hijos amados de Dios.
Para
eso nos ha dejado la Santa Cena, donde nos llama al arrepentimiento y nos
garantiza el perdón de nuestros pecados. Para que miremos esa sonrisa y abrazos
cariñosos de nuestro Señor. Con esas palabras: “… Ni yo te condeno; vete, y no peques más...” (Juan 8:11). Amén.
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