EN NUESTRO VIAJE… Pasamos por lugares peligrosos.

 EN NUESTRO VIAJE…

Pasamos por lugares peligrosos.


La Palabra de Dios, nos dice que somos extranjeros y peregrinos en este mundo. Esto significa que este mundo, NO es nuestro hogar. No pertenecemos aquí. Nuestro hogar nos espera, vamos a estrenar un país y una casa propia para siempre; donde uno nunca envejece, donde todo es paz; donde no habrá más sufrimiento, enfermedad, lágrimas, etc. (Apocalipsis 21:34).


Para que llegue ese día, ya no falta mucho. Jesucristo va a volver muy pronto, para llevarnos a ese lugar. Esa hermosa promesa, hemos recibido de Sus propias palabras: “No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy.” (Juan 14:1-3 NTV).


Para entender mejor este mensaje, vamos a poner un ejemplo: Mi esposa y mi persona hace 19 años atrás, nos embarcamos rumbo a España, en busca de mejores días para nuestra familia… 


Aterriza el avión en el Aeropuerto de Barajas, Madrid. De repente el acento español me despierta a la realidad, que no pertenecemos a ese país y me doy cuenta que, desde ese momento somos extranjeros… Mis costumbres ya no son compatibles con ese país; me sentí triste, pero, mi corazón y mi mente estaba en mi país, que un día volvería a donde pertenezco. Vienen a mi mente, muchos pensamientos, uno de ellos: “y ahora qué hago, que vienen después.”


Y mucho más, cuando nuestro destino final fue Cataluña, la ciudad hermosa de Barcelona, donde no hablan tu idioma. No entiendes el idioma Catalán, no puedes leer el periódico en el idioma catalán. Prendes el televisor, pero, pronto lo cambias a los canales que transmiten en tu propio idioma... Todo es ajeno para mi. Entonces te das cuenta, que eres extranjero y peregrino en aquel país. 


Espero que con esta pequeña historia, se pueda entender lo que quiero decir. De la misma manera, los cristianos estamos de paso y somos peregrinos en este mundo. Las costumbres no son parte de nuestro país a donde pertenecemos. Por eso la palabra de Dios, nos hace recordar que estamos de paso por este mundo y nos aconseja no conformarnos a las costumbres ajenas de este mundo. Por ejemplo, no comportarnos como el mundo se comporta.


Por ejemplo, en este mundo reina el odio, la venganza, las guerras, las peleas e infinidad de sufrimientos. Entonces, tenemos que darnos cuenta que, al ver lo que el mundo ve, tener la misma visión e intereses que el mundo tiene, nos hace parte de este mundo. En ese caso, nos aleja de Dios y renunciaríamos a nuestra ciudadanía y perderíamos las grandes bendiciones que nos esperan en el cielo. 


La palabra de Dios, nos dice: No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:2 NTV).


Dios nos rescató de ese mundo. A Dios le costó un alto precio, sacrificó a su propio Hijo, para rescatarnos. ¡Valemos mucho para Dios! (Juan 3:16-17). No somos de este mundo. Somos peregrinos y estamos de paso, rumbo a nuestra patria celestial. Por eso el Apostol Pablo, nos dice: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:2 RVR 60)


Es como si el apóstol quisiera decirnos: “Ustedes aún no están en su verdadero hogar, son peregrinos en tierras extrañas. Peor aún, atraviesan territorio enemigo, donde ni su Señor Jesucristo, ni sus hermanos en la fe, tuvieron paz y moradas definitivas; sino que pasaron por el mundo como gente extraña. 


Por eso deben considerar todo lo bueno que reciban aquí, en este mundo, sólo como un buen refugio para peregrinos, donde no piensan quedarse ni establecerse para siempre. El destino permanente de ustedes, está más allá del refugio que utilizan durante el viaje”. 


Estas palabras de amonestación, están dirigidas a los cristianos: Para pecadores perdonados y acusados cada día, por la Ley; que sollozan por muchos sufrimientos. Ellos solo hallan consuelo, perdón y vida en Su Señor Cristo Jesús, que les ama tanto y les ayuda; ellos, seguidores de Jesucristo, viven en esa fe. 


Cuando ellos fallan, sufren por ofender a su Señor, ya no pueden seguir viviendo en el pecado. En cambio, a la gente mundana aunque estén pecando, no pasa nada, todo parece normal; así viven en este mundo… Por eso, a los ciudadanos del cielo, a ellos se dirige el Señor, con esta dulce amonestación: “¡Pongan la mira en las cosas de arriba, donde está Cristo!” (Colosenses 3:2). Esto quiere decir, ¡Que no nos dejemos seducir nunca más, con la idea de establecer nuestro Paraíso en este mundo! 


Por eso, si queremos vivir felices y en paz en esta tierra, y conservar el amor de nuestro Padre Celestial, orientemos nuestra mente cada vez más hacia el cielo. Restemos importancia a los bienes materiales y a los placeres de la carne. Más bien, ambicionemos las riquezas verdaderas y permanentes, los tesoros celestiales que están arriba, donde está Cristo; de manera que ningún bien terrenal pueda cautivar nuestro corazón. 


En esta vida tenemos que trabajar para vivir, comprar todo lo necesario, como ser: casa, auto, ropa, etc. Pero, sin apegar nuestro corazón a esas cosas materiales y a este mundo. Nuestra alma debe estar en el cielo, donde está Cristo. 


El cristiano puede disfrutar de la mayor alegría y felicidad, en Dios. No le conviene buscar la felicidad terrenal por encima de todo, porque todo es pasajero. Si llega a nuestro corazón como un tesoro más que Dios, entonces corremos el riesgo de perder por completo la bendición más grande que Dios nos da; puede ser muy tentadora y convertirse en algo peligroso para la fe. 


Nuestro viejo hombre está crucificado con Cristo. ¡Y qué situación tan amarga para la carne!. Qué importante es que todos los que quieran seguir estas reglas, recuerden que poseen otra vida, además de la vida terrenal: ¡Son hijos de Dios! ¡Han sido creados para ser verdaderamente y eternamente felices con Dios! Sí, el cielo es su hogar, Cristo es su vida y su deleite. Recordando esto nos sentimos realmente atraídos a “buscar las cosas de arriba y no las de la tierra”. 


Por naturaleza, cuando todavía no tenemos nuestro deleite en Dios, buscamos de todo corazón las cosas de la tierra: Gloria, placer y riquezas. Y aún los verdaderos cristianos siguen teniendo una naturaleza carnal, llena de malos deseos y pasiones. Sin embargo están crucificados con Cristo. 


El salmista Asaf reconoció que su corazón estaba afligido y su alma se llenó de amargura, al ver la prosperidad de los malvados, mientras que los justos debían sufrir tanto (Sal.73:3-21). Pero al final dijo: “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria... Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (vs.23.26). Amén.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

NO JUEGUES CON EL PECADO

ESTO TIENES QUE LEER, ES PARA TI

VIERNES SANTO