¡PAPÁS QUE VALEN MUCHO!

 ¡PAPÁS QUE VALEN MUCHO!


Para mi es muy difícil escribir un mensaje para el día del padre, me toca el corazón profundamente. Duele recordar todo lo que ha pasado en mi vida como padre, considero que no he sido un buen padre que, debiera ser para mis amados hijos. 


Quisiera retroceder en el tiempo y arreglar tantas cosas, que podía haberlo hecho mejor, lamentablemente ya no se puede retroceder en el tiempo. Lo que me alegra es que estoy vivo y tengo una buena oportunidad para bendecir a mis hijos, tengo a Jesucristo en mi corazón y Él me ha prometido ayudar si se lo pido de corazón. 


En este día, los papás tenemos mucho que decir a nuestros hijos, que los amamos con todo nuestro corazón… Si están cerca aprovechemos en abrazarlos y recordarles todos los días que los quieremos, porque si nos vamos de esta tierra, nadie lo hará por nosotros. 


Donde los papás doblan las rodillas para pedir a Dios por sus hijos, ningún hijo fracasará en la vida… Aunque pasen por tormentas, siempre saldrán adelante, porque tienen una ayuda poderosa a su lado: “Aunque pase por un valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo…” (Salmos 23:4).


El día del padre, no se celebra con la misma fuerza como el día de la madre, eso es verdad. Me han reclamado que escribo mensajes hermosos para el día de la madre, pero para el día del padre no… Desde luego, vale la pena felicitar y hacer una fiesta a esos buenos padres que a pesar de las luchas que han enfrentado, no abandonan a sus hijos.


Para meditar este día, como ejemplo para el día del padre, quiero compartir contigo, una historia hermosa, de un padre que luchó por su hija, que no escatimó enfrentar cualquier obstáculo en el camino hasta conseguir el bien para su pequeña hija. Este padre se llama Jairo.


Vamos a leer Lucas 8:40-56, es un relato muy hermoso de este padre valiente, que no tuvo temor para llegar hasta  Jesús. ¡Él luchó hasta conseguir ayuda!... Jesús regresaba de una gira que había hecho en la región de Gadara, en donde había sanado a un hombre que había sido poseído por una legión de demonios.


Jairo no era cualquier hombre sino un líder muy importante de una congregación judía. Cuidaba de la sinagoga, eso significa que era un hombre de confianza. También él debía tener todo preparado para los servicios del templo, eso significa que era responsable, era un hombre con autoridad espiritual. Era conocido y respetado entre la comunidad judía, eso nos indica que tenía un buen testimonio.


Pero, lo que más se destaca en esta historia es su rol como padre. Su preocupación era grande por la salud y bienestar de su niña de 12 años. ¿Qué podemos ver en Jairo que nos sirve de ejemplo para nosotros los padres?


En el versículo 41, nos relata que Jairo por amor a su pequeña hija, no tuvo temor ni vergüenza de buscar a Jesús, como judio y en medio de esa multitud que le conocían a él… Una verdad en cuanto a los hombres es que a veces tenemos la tendencia de aislarnos y dejar cualquier asunto o problema de los hijos a cargo de la madre, o sufrimos en silencio cuando nuestros hijos atraviesan por dificultades. 


Buscar ayuda, buscar consejo o mostrar que estamos llorando o sufriendo, pensamos que es señal de debilidad. Pero no nos damos cuenta que al reprimir todos estos sentimientos, estamos negando el privilegio de manifestar las cualidades emocionales con las que Dios nos ha creado… No solo las mamás sufren y lloran por sus hijos, también lo hacen los papás, aunque no lo demuestran exteriormente.


Jairo no buscó a Jesús en secreto ni mucho menos en privado. Fue en medio de una multitud entre las cuales había personas conocidas y desconocidos. Este hombre por amor a su hija pequeña, expuso en público su necesidad y su preocupación al Señor. 


Jairo no envió a su esposa a buscar ayuda como algunos hombres acostumbran. Ni tampoco consideró enviar a uno de sus familiares o sirvientes. Jairo fue a entrevistarse con Jesús personalmente.


Que diferente sería la familia y la iglesia, si tuviéramos padres como Jairo, humanos sensibles y humildes, que no tienen vergüenza de buscar al Señor. Jairo no tuvo vergüenza de postrarse ante Jesús. Jairo no solo le expuso a Jesús su angustia, sino que también le suplicó que fuera a su casa. 


Jairo ha ido en busca de una ayuda correcta y apropiada para su niña, él ha ido a la Persona que, dijo: “... Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.” (Mateo 11:28). 


Camino a casa de Jairo se da otro evento, la curación de una mujer, cuya procedencia desconocemos. Ante las circunstancias que rodean a Jairo y su familia el tiempo es un factor importante. Y es allí donde el relato de la curación de esta mujer resalta la historia de Jairo.


En medio de una multitud que lo aprieta, lo empuja y lo pisa, Jesús se detiene para saber quien lo había tocado. Y por lo que podemos leer, Jesús no tenía intenciones de seguir sin antes saber quien era la persona que había tocado sus vestidos.


Jairo estuvo parado al lado de Jesús, preocupado de su pequeña hija y quizás también razonando, al igual que los discípulos, en lo ilógico de la pregunta del Señor. Al parecer la mujer, una vez que fue descubierta, contó todo a Jesús quien le dio todo el tiempo para que diera su testimonio. De otra manera ¿Cómo supo Lucas que su mal era ya de 12 años, que había gastado todo y que ningún médico pudo curarla?


La fe trajo la paciencia necesaria a Jairo, hasta lograr la curación de su niña amada. Mi pregunta: ¿Querido papá, estás luchando por tus hijos? ¿Estás acudiendo a Jesucristo para que tus hijos sean curados y tengan paz? Lo más importante es que conozcan a Jesucristo, para tener paz y bendición en sus vidas y familia.


Termino este mensaje para este día importante, con dos textos de la palabra de Dios. Los papás que aman a Dios, son bendición para sus hijos. En Génesis 26:24, dice: “Esa noche se le apareció el Señor, y le dijo: Yo soy el Dios de tu padre Abraham. No temas, que yo estoy contigo. Por amor a mi siervo Abraham, te bendeciré y multiplicaré tu descendencia.” y en Proverbios 20:7, dice: “¡Felices los hijos que deja, quien ha vivido con rectitud y honradez!” Amén.

¡MUCHISIMAS FELICIDADES PAPÁ!





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