¿LOS CRISTIANOS NO TIENEN QUE FALLAR?

 ¿LOS CRISTIANOS NO TIENEN QUE FALLAR?


Alguna vez has escuchado decir: “¿Un cristiano no tiene que enojarse y no tiene que fallar?” Es popular este tipo de argumentos en nuestro medio… Las personas que hablan así, piensan que los cristianos deben ser perfectos y no deben fallar en nada. Pareciera que, cuando se convierten en seguidores de Jesucristo, se han convertido en extraterrestres, ya no son humanos.


No sé, si te voy a defraudar al decirte (si piensas así), los cristianos son humanos al igual que tú y pueden fallar como fallas tú, o quien sabe, mucho más que tú… La diferencia es que, “nosotros los cristianos somos pecadores perdonados que luchamos cada día, aún contra nosotros mismos, contra nuestro corazón pecaminoso, que nos engaña y nos defrauda constantemente. (Jeremías 17:9-10)

¿Los cristianos no tienen que fallar? No hay un solo perfecto en este mundo, todos somos pecadores, que necesitamos de un salvador. La caída de los primeros hombres (Adán y Eva), contaminó y afectó a todos los seres humanos: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores...” (Romanos 5:19).


Por ejemplo, a veces nos enojamos y fallamos sin darnos cuenta, entonces nos resulta difícil creer que Dios realmente nos ame, con ese carácter horrible que a veces tenemos, pensamos que estamos perdidos, es nuestra lucha diaria; en especial cuando echamos a perder algo que estuvimos construyendo con mucho sacrificio, o tomamos malas decisiones, sufrimos demasiado, en realidad necesitamos ayuda.

Nadie es perfecto, aparte de Jesús: “No hay ni un solo justo, ni siquiera uno... Todos se desviaron, todos se volvieron inútiles. No hay ni uno que haga lo bueno, ni uno solo…” (Romanos 3:10-18 NTV). El hombre sin Dios está perdido, por eso necesitamos de Jesucristo para vivir en paz y amor. 

Por amor a nosotros, Dios envió a su amado Hijo, para salvarnos. Por lo tanto, lo maravilloso de la noticia de las Buenas Nuevas, es “Dios ama a las personas imperfectas.” En realidad, “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8). 

Dios nos perfecciona cada día en su Hijo Jesucristo… Si Cristo vive en nosotros, cada día que pasa, somos diferentes de los anteriores años y días que han pasado; si estoy enamorado de Cristo, no voy a querer traicionarlo de ninguna manera. 

Al tener a Cristo en nuestro corazón, nos impulsa a hacer buenas obras, es nuestro buen testimonio hacia los de afuera. Con razón dijo el Apostol Pablo:y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.” (Gálatas 2:20 DHH).


Dios sabe que la gente perfecta no existe y que todos fallamos y aun fracasamos. Por eso, el amor de Dios por ti y por mi es más grande que nuestros errores y fracasos; Dios ama a la gente imperfecta. ¡¡¡Qué alegría!!! ¡Dios me ama tal como soy, un pecador perdido e indigno!: “En esto consiste el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados.” (1 Juan 4:10 NTV).

Todo el mundo sabe que su cónyuge no es perfecto, sus hijos no son perfectos, sus padres no son perfectos, pero amamos apesar de sus imperfecciones y si amamos a esas personas imperfectas, no debería sorprendernos que, primero fue Dios que nos ama aún más, con todas sus fuerzas, a esas personas imperfectas.


Un desdichado hermano me decía que, su líder de su iglesia le aseguró que el cristiano nunca debe fallar y más, no debe  sufrir, ni enfermar. Más carga sobre esta pobre alma. En otras palabras, condenados sin ilusión y sin esperanza, condenados definitivamente que no tiene solución. 


Pero, la palabra de Dios dice lo contrario: “(Yo)... el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido. (Lucas 19:10). En Mateo 11:28, dice: Vengan a mí los que estén cansados y agobiados, que yo los haré descansar.” y en Isaías 1:18, el Señor nos promete concedernos un perdón completo: “El Señor dice: Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana.”


Y al leer el Devocional de Rosenius, también encontramos un alivio y gozo, para nuestras almas sedientos de amor… Rosenius toma el texto de Romanos 4:8, dice: “Bienaventurado el varón, a quien el Señor no inculpa de pecado.” 


Al escuchar estas palabras del Apóstol Pablo, sorprendidos nos preguntamos, juntamente con Rosenius: ¿Un varón a quien el Señor no inculpa de pecado? ¿Existe tal persona en el mundo? ¿Dónde está? ¿Alguien la ha visto? ¿O la Palabra de Dios miente? ¿Quién tiene tan buena relación con Dios, que Éste nunca lo culpa de pecado? ¿Quién es tan afortunado? 


La palabra de Dios, nos responde que “SÍ” existen esas personas dichosas.¡Oh, qué alegría para aquellos a quienes se les perdona la desobediencia, a quienes se les cubre su pecado!” dice Salmos 32:1, en Nueva Traducción Viviente). Si en este momento estás sufriendo por tus fallas, es para tí este mensaje. ¡Qué alegría! A nosotros vino Jesucristo, para sanarnos y ponernos en paz: “... Los que están buenos y sanos no necesitan médico, sino los enfermos.” (Mateo 9:12 DHH).


Somos justos, no por lo que hemos hecho, sino solo por las obras perfectas de Jesucristo, en Romanos 4:6, dice: “a quien Dios atribuye justicia sin obras”, o sea, sin méritos propios, sin que haga nada; “aquel, cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4:7). Esta sí es una buena noticia para mi pobre corazón, que sufre cada día por sus fallas.


¿Cuáles son sus características de este cristiano tan bendecido? El apóstol Pablo nos aclara con el lujo de detalles, dice que tal persona se califica a sí misma como impía, es imperfecto y que no confía en sus obras humanas, tratando de justificarse mediante su propio esfuerzo, “sino cree en Aquel que justifica al impío” se encuentra solo en JESUCRISTO y así, “su fe le es contada por justicia”


David da la misma descripción del bienaventurado, aquél a quien el Señor no inculpa de pecado. Lo describe en el Salmo 32:2 como la persona “en cuyo espíritu no hay engaño”; alguien que no trata de encubrir sus culpas y de engañar al Señor. 


De esa persona dichosa desapareció su orgullo, no dice: “yo no tengo fallas”. Sino, confiesa sus transgresiones al Señor. Ha dejado de ser una criatura arrogante y rebelde. Ya no puede seguir confiando en sus propias obras de comportamiento. Esta persona no puede mantenerse alejado del trono de gracia. Ya no puede ofrecerle a Dios impresionantes méritos personales, ni conmovedoras oraciones, y al mismo tiempo ocultarle sus pecados... 


David primero encubrió su iniquidad ante el Señor, y luego calificó a ese intento como un “engaño en el espíritu” (Salmos 32:2b). Generalmente se da el primer paso en la confesión tan pronto como desaparece ese engaño: Entonces…”confesaré, dije, mis transgresiones a Jehová” (Salmos 32:5). Esta confesión también incluye confianza en la gracia de Dios y demuestra una fe cristiana. Porque quien no cree en la gracia de Dios, huye de Él y encubre sus pecados. No se presenta ante Cristo para confesarlos. 


Jesucristo explicó esto, al decir: “Tu fe te ha salvado, ¡vé en paz!” (Lucas 7:50). En el corazón de la persona que no puede estar alejada del trono de gracia siempre hay fe en Jesús (Éxodo 25:17,22; Hebreos 4:16; 9:5; Romanos 3:25). 


Cada día es un milagro vivir junto a nuestro Salvador Jesucristo: No somos perfectos, a pesar de nuestra imperfección, Dios nos ama (Juan 3:16). ¡Si Dios te ama tanto!, ¿crees que te va a abandonar? Nunca nos abandonará: “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra… jamás duerme el que te cuida... El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora... El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre.” (Salmos 121:1-8 NVI).


Para terminar nuestro mensaje, voy a contarles una anécdota, de don Pedro, un veterano y humilde cristiano, que vivía solo, gozaba únicamente en la bendita compañía de su Salvador y Señor.


Se las arreglaba sólo percibiendo una modesta pensión ferroviaria. -“¡Sólo nunca!”, decía siempre Don Pedro, -“mi Señor está conmigo”. El puso a prueba muchas veces, las promesas de su Señor, y su sencilla fe nunca fue defraudada.


Un día se encontró con dificultades. El pago de la pensión se retrasó, ya no tenía nada de dinero y en casa no había nada para comer.


Como siempre, elevó a Dios su oración: Señor, tú sabes que no tengo nada para comer hoy, y tengo hambre. Dame lo que necesito. Llegó la hora de almorzar, Don Pedro, tendió su rústica mesa, se sentó, inclinó su cabeza y dio gracias a Dios por los alimentos.


No había pronunciado el amén cuando golpearon a su puerta. Era un vecino que traía una fuente llena de pescado cocido. No se ofenda, vecino, ayer fui a pescar y traje tanto a casa que nos ha sobrado, y mi señora me dijo:”Juan, lleva todo esto a don Pedro, puede ser que él lo necesite.”


Don Pedro tomó la fuente y elevando sus ojos al cielo dijo:”GRACIAS, SEÑOR” El vecino se fue pensando:” Qué atento está hoy don Pedro, siempre me llama Juan a secas, hoy me trató de Señor. 


Ese Dios que le ayudó a don Pedro, es nuestro Dios, no te dejará nunca desamparado, solo y sufriendo: “¿acaso puede una madre olvidar o dejar de amar a su hijo? Y aunque ella lo olvidara, yo no me olvidaré de ti.” (Isaías 49:15 TLA); “... Yo te he amado con amor eterno;

por eso te sigo tratando con bondad.” (Jeremías 31:3 DHH); “Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.” (Juan 15:13 NVI). Amén.




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