¿ES DIFÍCIL DECIR PERDÓN?
¿ES DIFÍCIL DECIR PERDÓN?
Cuando conversaba con un amigo de la situación que estamos atravesando, me preguntaba lo siguiente: “¿Por qué el mundo se está destruyendo? ¿Qué está pasando? ¿Por qué ocurre todo esto?” Yo creo que, alguna vez, nos hemos hecho las mismas preguntas ¿Verdad?… Para muchos no hay respuesta a la razón humana. Pero, para Dios, la respuesta es clara: “El ser humano se ha alejado de su creador, la consecuencia es, la ausencia de Cristo en el corazón del hombre, falta ese amor y perdón.”
Lamentablemente, en este mundo, crece más la venganza y odio, el problema está en el corazón del ser humano: “¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos? Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra…” (Santiago 4:1-2 NVI). Y en Jeremías 17:9, en versión Dios Habla Hoy, dice: “Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano. ¿Quién es capaz de comprenderlo? ”
Por eso, necesitamos una solución para estar en paz con Dios, esa solución se encuentra solo en Jesucristo. Y para que haya solución, necesitamos perdón de nuestros pecados y así estaremos en paz con Dios y los hombres. ¡Será más fácil perdonar! Dios nos mostró su amor y perdón en su único hijo Jesucristo. En el cerro del Gólgota, en medio del odio y venganza, se escucharon esas palabras de ternura y amor: “... Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen…” Lucas 23:34-35).
Antes de continuar nuestro mensaje, voy a contarles una hermosa historia, de la página “Web de recursos cristianos.”: “Un cierto rico escocés había prestado en vida mucho dinero a varias personas. Siendo que era muy considerado, cuando se daba cuenta de que era imposible que le pagaran, ponía debajo de la cuenta su firma junto con las palabras: “Perdonado”.
Después de su muerte, su esposa se dio cuenta que era mucho el dinero que amparaban las notas perdonadas y se dio a la tarea de cobrarlas. Tuvo que principiar juicios legales hasta que el juez; al examinar uno de estos casos le preguntó:
--Señora, ¿es esta la firma de su esposo?
--Sí –contestó ella--, de eso no hay duda.
--Entonces –dijo el Juez—no hay nada que obligue a estas personas a pagar, cuando él mismo esposo de usted ha escrito la palabra “Perdonado”.
Si Cristo nos perdona nuestros pecados, en vano se afana el diablo por traer a la memoria nuestra, recordándonos nuestras culpas… Porque la palabra de Dios dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.” (Romanos 8:1).
Una mañana al leer el Devocional de Rosenius, nos ha confirmado que esa palabra “PERDÓN”, es muy importante en los corazones de los desdichados, es necesario para el ser humano, para que pueda vivir en paz… Porque, es por falta del perdón que hay mucho odio, rencor, venganza y mucho dolor en la humanidad.
El autor de este Devocional, toma el texto de Efesios 4:32, dice: “Perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Es como el Señor estaría diciéndonos: ¡El remedio eficaz para el mal del ser humano, es el perdón! Y ¡El verdadero perdón viene de Dios!
Lutero dijo: “El reino de Cristo es un reino de perdón”. El perdón es una necesidad para la convivencia armónica de los cristianos. El resumen de la ley de Dios es el amor. San Pablo dice en Romanos 13:8-10: “El que ama al prójimo, ha cumplido la Ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro Mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la Ley es el amor”.
Toda la vida cristiana está comprendida en el amor y el amor provoca perdón. ¿Y cuál es la condición para una amistad continua entre los hombres? La misma que para la amistad entre Dios y el hombre; es decir, continuo perdón. Perdonar es considerarnos a nosotros mismos, es considerar que nosotros también fallamos, herimos y necesitamos perdón.
¡¡¡PERDÓNAME!!! |
Si todos amaríamos voluntariamente a nuestro prójimo, sería muy fácil hacerle bien; sí, realmente sería el Reino de los Cielos aquí en la tierra, un reino de paz y amor. No habría guerras, pleitos. Si todo esto se hiciera realidad en esta tierra, los abogados y jueces entrarían en quiebra.
¡Si nuestro prójimo no tuviera esos horribles defectos y malos hábitos, tendríamos paz en la tierra! Debido a esos defectos, nuestro amor se cansa y se nos hace difícil perdonar. Llega el momento en que eso de hacerle el bien se convierte en una tarea fastidiosa…
Si hay amor y perdón en nosotros, este gran obstáculo para el amor, los defectos y malos hábitos de nuestro prójimo, desaparecerían de inmediato con tan sólo aplicar el excelente remedio del perdón. Esta es una de las razones por las que Cristo habló tan específica y frecuentemente del perdón.
Y cuando nuestro Salvador Jesucristo nos enseñó el “Padre nuestro”, esa magnífica oración que podemos orar diariamente, enseñándonos a decir: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
Está claro cuánta importancia le da Cristo al perdón. Es que, en nuestro estado de criaturas caídas, el perdón es fundamental para las buenas relaciones de los seres humanos entre sí y la buena relación con nuestro Creador.
Esta es una enseñanza básica de la Palabra de Dios. Y el Apóstol Juan ha resumido todo esto en pocas palabras, dice: “Este es su Mandamiento: Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros, como nos lo ha mandado” (1 Juan 3:23). Así tenemos paz con Dios y con los hermanos, y esto es el cielo en la tierra, un Paraíso en este valle de lágrimas.
Rosenius dice: “... ¡Qué infierno en la tierra, qué agonía, qué pena asfixiante, qué corazones entenebrecidos y rostros siniestros existen allí donde no se practica el amor y el perdón!” Qué razón tiene Ronius al describir la situación de los hombres aquí en la tierra.
Cuando las personas no creen en Cristo ni aman a sus hermanos, sino que viven alimentando envidias, odios y rencores; insistiendo en las faltas de los demás y ¡prefiriendo la confrontación! ¡Tales personas son miserables víctimas del diablo! Pero aun así, todo podría arreglarse con el perdón.
No interesa lo ordinarios que fueran tus vecinos, lo grave que fueran los agravios que te hayan causado, las mentiras que hayan dicho contra ti y la forma en que te hayan insultado; calcula si tus propios pecados contra Dios no son mil veces más graves y numerosos. Cristo dice que todo cuanto tu semejante puede haber pecado contra ti, comparado con tus deudas ante Dios, es sólo como cien denarios frente a diez mil talentos… (Mateo 18:32-33).
Apreciado hermano, por medio de este mensaje, Dios quiere perdonarte toda tu inmensa deuda y darte paz en tu corazón. La invitación de Dios es muy clara: “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar.” (Mateo 11:28). Y en Isaías 1:18-19, dice: “Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana! ¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra!”
Viendo los textos que hemos leído anteriormente, ¿tú, no quieres perdonarle a tu prójimo todas sus ofensas? Y si no quieres hacer eso, si no quieres olvidar y perdonar los cien denarios, ¡pues bien, reclámalos! Y recibirás lo mismo de tu Creador y Dios eterno.
Cuenta las faltas de tu prójimo, sigue odiándolo, pero recibe también de vuelta tu propia deuda de diez mil talentos de manos del Señor. ¡Tendrás que devolver lo adeudado hasta el último centavo! Es así como juzga el Señor. Si quieres pedirle que te perdone todos tus pecados, puedes hacerlo, pero sólo del modo que Él mismo señaló: “Perdónanos nuestras deudas, ¡como también nosotros perdonamos a nuestros deudores!” (Mt.6:12).
Tal vez estás diciendo: “Le he perdonado tantas veces a mi hermano, pero él sigue ofendiéndome” A esto, el Señor responde: “Yo también te he perdonado muchísimas veces; tú, sin embargo, todavía pecas. ¿Debo también yo cansarme de perdonarte?” Debemos recordar la respuesta que recibió Pedro a la pregunta: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22), o sea, infinitamente.
Para nuestro consuelo, quiero que observes, Cristo quiere perdonarnos no sólo siete veces, sino setenta veces siete. Esto quiere decir, un sinnúmero de veces... Aquí en este mundo, para vivir en paz, no hay otra solución que pedir y dar perdón, una y otra vez. El reino de Cristo es y seguirá siendo un reino de perdón. ¡Nosotros somos portadores de ese amor y perdón!
Voy a terminar nuestro mensaje de hoy, con una historia que cuenta John Stott, de “The Contemporary Christian, dice: “Poco antes de su muerte en 1988, en un momento de franqueza sorprendente en la televisión, Marghanita Laski, una de las más conocidas humanistas seculares y novelistas dijo, “lo que envidio más de ustedes los Cristianos, es su habilidad de perdonar. Yo no tengo a nadie que me perdone.”
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