¿PERSECUCIÓN EN LA PROPIA FAMILIA?
¿PERSECUCIÓN EN LA PROPIA FAMILIA?
Cuando alguien presenta a una persona que asiste a una iglesia evangélica, como cristiano a otro amigo, inmediatamente fruncen las cejas y se preguntan irónicamente: “¿Un cristiano?” O se fijan en cualquier falla que tengan y agrandan como si pasara una guerra nuclear, con la afirmación: “Cómo un cristiano va a fallar.” Como si no fuéramos humanos como ellos, o en su caso, no les agrada lo que les hablan los cristianos, dicen: “Sólo de Cristo me hablan, esos aleluyas…” Esas son algunas persecuciones muy disimuladas.
No pretendo alarmar o entristecer a mis hermanos en Cristo. Pero, animarles que nuestro sufrimiento no es para siempre en esta tierra… En esos momentos desagradables nos toca confiar en Cristo, porque nuestra victoria y nuestra fuerza viene de Él… Sabemos que lo mejor está por venir, por eso nos animamos y nos fortalecemos en la persona que venció todas nuestras luchas.
Esas persecuciones ya las hemos sufrido desde el momento que hemos entregado nuestras vidas a Cristo y desde el momento que hemos decidido seguir los caminos de Dios.
Con razón, la palabra de Dios dice: “He venido para poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, y a la nuera en contra de su suegra. El peor enemigo de ustedes lo tendrán en su propia familia.” (Mateo 10:35-36 TLA). “De la manera en que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.” (2 Corintios 1:5) Son palabras muy duras y difíciles de digerir ¿Verdad?
Y esto está pasando en la familia, somos menospreciados, en algunos casos despreciados. porque ya no hacemos lo que hacen ellos en el mundo… En algunos países de Latinoamérica la persecución está comenzando con más fuerza, ya no son persecuciones disimuladas, lo hacen abiertamente… Por ejemplo: ya han cerrado las puertas al evangelio y es prohibido predicar, tiene cárcel y muchos castigos, hasta la muerte.
Para que en este malvado y miserable mundo “no seamos consumidos de demasiada tristeza” (2 Corintios 2:7), y para que no perdamos nuestra maravillosa paz, es importante que nuestros corazones tengan su gozo y descanso únicamente en el Señor. Es bueno alentar y fortalecer nuestro corazón, meditando continuamente en las bendiciones celestiales que nos esperan.
No vamos a vivir eternamente en esta tierra, nuestra morada nos espera en donde Jesucristo está preparando para cada uno de nosotros. Antes de irse de esta tierra el mismo Señor nos consoló con estas palabras: “...No se preocupen. Confíen en Dios y confíen también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos. Si no fuera cierto, no les habría dicho que voy allá a prepararles un lugar. Después de esto, volveré para llevarlos conmigo. Así estaremos juntos.” (Juan 14:1-3 TLA).
Eso es el motivo principal para regocijarnos pensando anticipadamente en la felicidad, la gloria y las riquezas eternas, que heredaremos gracias a Jesucristo, nuestro Redentor. No podemos negar que al cristiano le pueden afligir experiencias indescriptiblemente amargas, en este malvado mundo, llamado acertadamente “valle de lágrimas”.
Mientras estamos en este mundo: “Bienaventurado aquel, que tiene todo en Jesucristo, mediante la fe.” ¡Esta es la alegría completa! Nuestro objetivo principal es prepararnos para la vida eterna, en esta vida vamos a sufrir, pero, no por mucho tiempo… Vamos a perseverar en nuestra fe, al final tiene un premio incalculable: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 24:13)
Las Escrituras nos dan a entender que todavía habrá mucha persecución externa; que, en los últimos días, nuestro enemigo, el diablo, tendrá mucho odio, sabiendo que le queda poco tiempo. Pero no necesitamos hablar del futuro. Ya ahora hay persecuciones, lo cual asusta y desanima a más de un alma, y las desvía de la fe en Jesucristo.
Existen muchas formas y grados de persecución. Actualmente Satanás procede en una forma más disimulada y cuidadosa, con lo que sin embargo puede atormentarnos y hacernos tener muchísimo miedo. ¡Cuán amargamente deben sufrir algunas personas por amor de Cristo en sus propios hogares, aunque fuese sólo por medio de palabras y actitudes hirientes!
El Apóstol Pedro, dice: “Que ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometerse en lo ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, ¡Sino glorifique a Dios por ello!” (1 P.4:15-16).
“Si alguno padece como cristiano”, las Escrituras alientan y consuelan enormemente a los que sufren por la causa de Cristo. Qué grato y alentador es cuando Jesús dice: “¡Bienaventurado sois, cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo! ¡Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos!” (Mateo 5:11). Y: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt.10:32). Y también en Jn.15:18: “Si el mundo os aborrece, sabed que a Mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”.
Estas bondadosas y dulces palabras de Jesús también serán suficientes para consolarnos y fortalecernos a nosotros, si tan solo las creemos, y vivimos en verdadera comunión con nuestro fiel Señor. Esto es lo que se necesita en realidad para enfrentar exitosamente todas las luchas y los peligros.
Muchas veces estamos intranquilos, preguntándonos: “¿Ahora qué hacemos? ¡De dónde voy a sacar fuerzas!”. Ojalá de una vez por todas nos diéramos cuenta, aprendiéramos y creyéramos lo que la Palabra de Dios nos dice tantas veces: “Que toda nuestra fuerza viene de Jesucristo, depende de la relación y comunión estrecha con Él.” Nuestra vida sería muy diferente. Evitaríamos muchos sufrimientos innecesarios.
Querido hermano en Cristo, en la hora de la tribulación no pienses nunca en vencer por medio de tus propias fuerzas. No vale la pena intentarlo, porque sólo resultará en frustración, desastre y caída. Por eso no hay nada más necesario que obtener la plena seguridad del perdón de Dios, por la fe en Jesucristo, Él es nuestra victoria en la hora de nuestro sufrimiento.
Las Escrituras enseñan claramente, y repiten muchas veces que: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). El gozo en el Señor es nuestra fortaleza. Por la fe, los creyentes de la antigüedad sacaron fuerzas de la debilidad, y se transformaron en valientes luchadores.
Sólo la plena seguridad de la fe y la comunión personal con Cristo, nos llena del Espíritu Santo, y nos confiere el deseo correcto y la fuerza necesaria, para luchar y vencer todas las tribulaciones que nos pueden atacar. Jesucristo está a tu lado para ayudarte. Recuerda estas palabras: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33 NVI). “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar.” (Mateo 11:28 TLA). Amén.
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