LAS PALABRAS DE UN HERMANO ES UN BÁLSAMO PARA EL ALMA
LAS PALABRAS DE UN HERMANO ES UN BÁLSAMO PARA EL ALMA
La semana pasada, tuve una experiencia muy desagradable con mi salud, donde sufrí de mucho dolor y malestar, pensé que pasaría rápido, sin embargo se complicó y tuvieron que llevarme de emergencia al hospital.
En mi desesperación, escribí en el grupo de Whatsapp de nuestra congregación, para que nuestros hermanos en Cristo, pudieran ayudarme a clamar a Dios… Yo sé que el Señor sabía lo que me estaba pasando y está en control total de todo. Pero como un ser humano necesitaba el apoyo y sentirme que no estoy solo.
Agradezco en gran manera a cada uno de mis hermanos en Cristo, por sus palabras de ánimo y sus oraciones… Infinitas gracias, apreciados hermanos… Realmente uno se siente muy bien y más fortalecido: En mí me dije: “hay alguien que se preocupa por mi y no estoy solo.”
Vamos a leer los siguientes textos de la palabra de Dios, para entender mejor, lo que quiere Dios para su iglesia:
Hebreos 10:24-25, dice: “Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien. No dejemos de asistir a nuestras reuniones, como hacen algunos, sino animémonos unos a otros; y tanto más cuanto que vemos que el día del Señor se acerca.” (Dios Habla Hoy).
También, Gálatas 6:2, dice: “Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Ésa es la manera de obedecer la ley de Cristo.” (Traducción en Lenguaje Actual)
Y por último, Salmos 133:1-3, dice: “¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía!... A quienes viven así, Dios los bendice con una larga vida.” (Traducción en Lenguaje Actual).
Para ilustrar nuestro mensaje, voy a relatarles un testimonio, que ha tocado profundamente mi corazón, dice: “Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda. Con una gorra marrón, las manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera, pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano.
El anciano miraba a la nada y de pronto lloró, en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme a preguntarle, o siquiera consolarlo.
Por la puerta de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada, la fijó en mí, le sonreí, le saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto.
En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme, caminé rápido como escapándome. Compré un libro y ni bien llegué a mi casa comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia.... pero esa lágrima no se borraba...
Los viejos no lloran así por nada, me dije.
Esa noche me costó dormir, la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir.
Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar.
Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre:
- ¿Qué desea? - Preguntó, mirándome con un gesto adusto.
- Busco al anciano que vive en esta casa. - Contesté.
- Mi padre murió ayer por la tarde – Dijo, entre lágrimas.
- ¡Murió!- Dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.
- ¿Usted quién es? - Volvió a preguntar.
- En realidad, nadie - Contesté, y agregué - Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle qué le sucedía, pero hoy volví para hablar con él, pero veo que es tarde.
- No me lo va a creer, pero Usted es la persona de quien hablaba en su diario.
Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación.
- Por favor, Pase - Me dijo aún sin contestarme.
Luego de servir un poco de café, me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja decía: "Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable... Hoy es un día bello".
Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle.
Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: - Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre...- Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: - Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.”
Una Frase de T. Campbell, dice: “Vivir en el corazón de los que dejamos detrás de nosotros no es morir”.
Apreciados hermanos, se han puesto a pensar, ¿Cuántas personas a nuestro alrededor viven sin recibir una palabra de aliento, de ánimo y sin recibir un abrazo? ¿Aún en nuestra propia casa?...
En los años 70, el conocido grupo musical “Abba”, lanzó uno de sus discos, fue de mucho éxito a nivel mundial y sigue siéndolo todavía.
Uno de esos temas titula: “Chiquitita”, y en una parte de esta canción dice: “…Tu dolor hoy te encadena… no quiero verte así… chiquitita dímelo tú en mi hombro aquí llorando, cuenta conmigo ya, para seguir andando… otra vez quiero compartir la alegría…” Que buen ejemplo para ilustrar lo que estamos diciendo, de ayudarnos unos a otros a soportar las cargas de esta vida, que cada día nos trae sorpresas desagradables.
En Gálatas 6:2, donde hemos leído, eso es lo que dice: “Ayúdense entre sí a soportar las cargas...” Nadie puede vivir sin una palabra de ánimo, consuelo o que otro valore el trabajo y sacrificio que hace uno ¿Verdad?... Pero, hacemos lo contrario, resaltamos más los errores y las fallas de nuestro prójimo…
Es cuando vienen los sufrimientos, es cuando esas personas que necesitan un pequeño halago, o palabras de ánimo, o un abrazo; si es posible, llorar sobre los hombros de alguien… Porque, en ese momento de sufrimiento no sabemos cómo tomar fuerza, hasta el razonamiento se nubla…
Surgen interrogantes: “¡Por qué yo! ¿Qué hice para merecer esto?” Uno puede auto flagelarse, auto compadecerse y hacerse infeliz. O puede rebelarse, y aún enojarse con Dios. Esta es una respuesta común .
En el Antiguo Testamento, el profeta Habacuc hace muchos años, hizo las mismas preguntas. Se lamentó diciendo: “Señor ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia y maldad? Estoy rodeado de violencia y destrucción; por todas partes hay pleitos y luchas.” (Habacuc 1:2-3).
¿Cuál será la mejor actitud frente a ese sufrimiento? ¡Nosotros somos los llamados a animar a esas personas!: “Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros…” (Gálatas 6:2 NTV)
Es una manera correcta de enfrentar con valor, sabiendo que a nuestro lado están nuestros hermanos en Cristo, la familia espiritual (la iglesia), se preocupan y oran por nosotros, por eso la oración es muy importante.
“Mientras Pedro permanecía preso, la iglesia oraba constantemente a Dios por él. Pedro estaba atado con dos cadenas y dormía en medio de dos soldados. Había más soldados cuidando la puerta de la cárcel. Era de noche y Herodes había planeado llevar a Pedro ante el pueblo al día siguiente. De pronto, apareció un ángel del Señor. Una luz brilló en la celda, el ángel tocó a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «¡Levántate rápido!» Entonces las cadenas se cayeron de las manos de Pedro.” (Hechos 12:5-7 PDT).
A continuación, algunos textos de la Biblia, nos ayudan a entender mejor, el ayudarnos a llevar las cargas, los unos a los otros:
“En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.” (1 Pedro 3:8) (NVI).
“Por eso, anímense y edifiquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo.” (1 Tesalonicenses 5:11) (NVI).
“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:10).
El sufrimiento no hace excepciones, ni siquiera con los hijos de Dios. Algunos tienen la idea errónea de que Dios inmuniza del sufrimiento, a aquellos que le pertenecen. Pero, no es así.
Todos necesitamos que nos animen y nos den un abrazo. Pero, ¿Cómo se hará realidad? Comencemos abrazando primero a nuestra familia y luego a nuestros hermanos en Cristo y a todos los que necesitan ser animados.
Luego, nosotros también recibiremos el ánimo y abrazo que necesitamos… Para terminar, vamos a volver a leer, Gálatas 6:2, en la Traducción en Lenguaje Actual, dice: “Cuando tengan dificultades, ayúdense unos a otros. Esa es la manera de obedecer la ley de Cristo.” Amén.
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