LA VENIDA DE CRISTO JESÚS ESTÁ MUY CERCA
LA VENIDA DE CRISTO JESÚS ESTÁ MUY CERCA
Las señales son evidentes, se acerca mucho más de lo que nos imaginamos la venida de nuestro Salvador Jesucristo, nadie puede negar esta realidad; aún personas escépticas afirman que el tiempo ha cambiado en gran manera, no solo el tiempo, también la humanidad como dice en 2 Timoteo 3:1-3, parece más deshumanizado, ni qué decir de la naturaleza, tantos desastres que presenciamos.
Así acabará todo lo que vemos, nada es eterno. La palabra de Dios así lo afirma, quiero compartir con ustedes y les invito a leer muy detenidamente 2 Pedro 3:1-16. De esa manera podemos levantar la cabeza y vivir con esa bendita esperanza… ¡Para ti y para mí, viene lo mejor!
Uno de los pasajes de la Biblia, que me fortalece y me encanta leer y al escuchar mi corazón reboza de alegría, lo que será para cada uno de nosotros… Rosenius utiliza este texto, en el Devocional, dice: “... Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (Apocalipsis 21:3-4)
Y Rosenius explica de la siguiente manera: “Cuando haya pasado todo lo que pertenece a las “primeras cosas” de nuestro período de gusanos en la tierra, se acabarán las lágrimas, los llantos, los clamores, las penas y la muerte. Solamente habrá regocijo y “delicias a la diestra de Dios para siempre” (Salmos 16:11). Entonces ya no lloraremos, ni temeremos, ni sufriremos nunca más por culpa del pecado que está dentro de nosotros, ni por tentaciones y tribulaciones del diablo, o por la maldad, el desprecio, los engaños y los agravios del mundo, porque todo eso será “cosa del pasado”.
Pensemos en lo que significa: Nunca más sufriremos a consecuencia de pensamientos pecaminosos o deseos impuros. Seremos completamente santos, puros, libres, y espirituales. Sentiremos infinitos oleajes de felicidad eterna en nuestros corazones. Nuestra alma será capaz de amar a Dios entera y perfectamente; nuestro corazón rebosará de la mayor felicidad posible, al contemplar todo lo sagrado y maravilloso. Nunca más necesitaremos reprocharnos que debiéramos amar más a Dios, porque poseeremos corazones incapaces de hacer otra cosa que amarlo a Él y a todo lo suyo, tal como ama y halla su felicidad en su ser amado todo amante sincero.
¡Ah, qué tiempo maravilloso será ese, cuando ya no haya más pecado adherido a nosotros! Ya no tendremos que luchar contra un corazón rebelde, que todo el tiempo quiere separarnos de Dios. Tampoco nos seguirá oprimiendo esa profunda depravación moral con la que nacimos, ni la indiferencia, la frialdad, el odio, la impaciencia ni la soberbia. No tendremos que luchar contra la cobardía para testificar nuestro amor por Jesús.
Ya no habrá tropiezos, ni maldades que entristezcan al Espíritu ni palabras o acciones inicuas que hieran nuestra conciencia. Descansaremos de todo eso para siempre. Más aún, tampoco sentiremos ninguna duda respecto al amor de Dios. Nunca más preguntaremos: “¿Cómo puedo saber que mi corazón es honesto con Dios, que estoy convertido y que mi fe es verdadera? ¿No será hipocresía todo lo que hago? ¿No seguirá Dios airado conmigo?” ¡No! Todo eso pertenecerá a las cosas pasadas, a la vida en el mundo. Todo eso dará lugar a la alabanza.
Nunca más necesitaremos temer ningún reproche de Dios. Nuestros corazones ya no sufrirán más penas. Con los deleites del cielo ya no se mezclará ningún dolor del infierno. Aquí ocurre frecuentemente, que los creyentes se sienten como si la ira de Dios todavía pesase sobre ellos, y que Él los está afligiendo “con todas sus ondas” (Salmos 88:7). Pero cuando estas “cosas primeras” hayan pasado, “gustarán y verán que Jehová es bueno” (Salmos 34:8). Entonces le oirán decir: “Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová, tu Redentor” (Isaías 54:8).
Lo digo una vez más: ¡Pensamos en el bendito descanso y reposo que nos espera, cuando ya no sentiremos más las tentaciones del diablo y de nuestra propia carne corrupta! ¡Qué lamentable es para todo cristiano sentirse tentado para todo lo malo! En un momento puede tener terribles y blasfemos pensamientos acerca de Dios, de Cristo, y de las Sagradas Escrituras.
Al rato, puede sentirse tentado a amar cosas materiales en primer lugar, o a buscar la felicidad en los placeres de la carne, cuyas pasiones siempre están listas para encenderse como la pólvora, con la primera chispa que le caiga encima. Nos encontramos en perpetuo peligro. Cada sentido, cada miembro en nosotros, cada ser creado a nuestro alrededor, puede llegar a ser una tentación para nosotros.
Apenas podemos abrir nuestros ojos, sin envidiar a nuestros superiores, o despreciar a los que están debajo de nosotros. ¡Cuán rápido nos olvidamos de dominar nuestra lengua, y más fácilmente aún, nuestro corazón! ¡Si Dios nos ha dado inteligencia, cuán rápidamente nos ensoberbecemos! ¡Si tenemos el derecho y poder de mandar, cuán fácilmente abusamos de ese poder! ¡Si somos subordinados, cuán ligeramente protestamos por el trato que reciben los demás, y los criticamos! Esa es la forma en que funcionan nuestros corazones en este mundo. ¡Pensemos en lo que será cuando estemos libres de todo este mal! Y eso para siempre, sí, por toda la eternidad, porque “las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4b).
Tan sólo hemos descrito resumidamente las cosas malas de las que nos libraremos. ¿Y qué tal si pensamos un poco en los beneficios que recibiremos? ¿En las “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre”? (1 Corintios 2:9). Pensemos, por ejemplo, qué maravilloso será cuando el todopoderoso Dios se proponga deleitar realmente a sus hijos, que volvieron a su hogar… en lo que hará Aquel que puede ofrecer y dar infinito y eterno bienestar... Si haría falta, podría crear en nosotros corazones, que por sí mismos sientan un gozo inefable.
Pues muchas veces nos damos cuenta que la tristeza y la alegría sólo dependen de la actitud del corazón, de modo que un corazón alegre se alegra por sí mismo, sin una razón externa. ¡Cómo será cuando todas las circunstancias sean felices y el corazón sea tan sano y alegre, tan embriagado de felicidad, como sólo el todopoderoso Creador puede hacerlo! Cuando llegue la hora en que Dios nos de la bienaventuranza eterna. Él puede hacer cosas inexplicables.
Él, que es el Amor personificado, ciertamente tiene la voluntad de hacerlas, pues aun nosotros, siendo malos, queremos crear dicha y felicidad. ¡Oh Dios, disipa de nuestras almas la densa oscuridad, que no nos permite ver la gloria venidera! ¿Acaso no tenemos un maravilloso porvenir por delante? Tú mismo nos lo has prometido.” Amén.
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