¿CÓMO CONSOLAR A ALGUIEN QUE NO DEJA DE SUFRIR?

 ¿CÓMO CONSOLAR A ALGUIEN QUE NO DEJA DE SUFRIR?



Esta mañana en nuestro Devocional, hemos leído, Salmos 103:8, dice: “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia.” Y Rosenius en su primera parte explica de la siguiente manera: “Leyendo esto, es posible que una persona angustiada exclame: “¡Ah, qué miserable soy! Dios es misericordioso con sus amados… ellos pueden reanimarse con un versículo como este, ¡pero yo no! A mí Dios me ha rechazado. Siento que está enojado conmigo y que no quiere oír mi oración. Percibo su enojo en mi corazón. Lo busco en su Palabra, y no encuentro ningún consuelo o poder. Lo busco en oración, pero no obtengo ninguna respuesta, sólo amenazas y temores. ¡El Señor me ha abandonado!” 


¡Pobre alma! ¿Quién te representó a Dios de esa manera? Fue el diablo, y tu propio corrupto corazón, pues tienes una imagen totalmente falsa de Dios. Mira cómo las Escrituras presentan la disposición del corazón de Dios: “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo.”


Y los dos últimos párrafos terminan, diciendo: “Como dijo Jesús: “¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles?” (Lc.18:7). Sin duda verá su aflicción y escuchará el clamor de sus hijos, que día y noche claman a Él, y los atenderá. Y “clemente” significa que no nos retribuye conforme a nuestros pecados, sino que obra con nosotros conforme a su pacto de paz y gracia en Cristo Jesús. 


En nuestras almas surgen miles de ideas e imágenes de Dios. Pero la única imagen auténtica es la del Salmo 103:8. Tan pronto como aparezca cualquier otra imagen o idea de Dios en tu alma, como por ejemplo, que quiere tratar contigo de acuerdo a tus méritos o pecados; o que no se interesa por ti y te ha abandonado, contesta inmediatamente: No, esa es una imagen totalmente equivocada, falsa y distorsionada. O di: Esa no es la imagen de Dios, sino del diablo. El verdadero Dios es “misericordioso y clemente; lento para la ira, y grande en misericordia”.



En estos días, en la familia “El Sembrador” donde pertenezco, estamos pasando por un tiempo muy difícil; uno de nuestros hermanos ha sufrido un accidente y se encuentra hospitalizado, estaba en terapia intensiva... En esta situación, vienen preguntas: ¿Cómo ayudar a levantar el ánimo a su familia? y ¿Cómo calmar el dolor que lleva la persona misma que está en el hospital? ¡Es muy difícil! 


También, otro hermano de la congregación: “Centro Cristiano” del Barrio Pampa Aceituno, de la ciudad de Sucre Bolivia, está pasando por una enfermedad incurable; le diagnosticaron cáncer maligno... En principio la reacción de este hermano, como cualquier ser humano, entró en pánico. El sufrimiento es inminente en la persona y en los miembros de la familia.


Desde luego, hermanos en Cristo, amigos y vecinos se conmueven y tratan de tranquilizar, aunque no saben cómo hacerlo. Nadie sabe cómo hacerlo. Para estos hermanos, el consuelo instantáneo y tranquilidad momentánea dejará un vacío: “No te preocupes todo estará bien”, le deja un vacío en el alma. Simplemente aparta la vista de la realidad y las cosas difíciles que vienen a ellos. 


En esta situación, uno se siente impotente, sin poder hacer nada. Nos preguntamos: ¿Qué palabras utilizar?... Está por demás, decir: “Ten ánimo…” “Confía en Dios…” “Estamos orando…” Claro que sí, esas palabras se necesitan en ese momento. Pero, no son los suficientes para remediar el sufrimiento que están llevando. No vamos a poder entender completamente lo que está pasando dentro de su corazón.


¿Saben hermanos? En esta situación, no hay otra ayuda más efectiva, que: “Orar, orar y orar”. ¡Solo Jesucristo tiene la solución y solo Él va a encargarse del asunto! Entonces, palabras de ánimo acompañadas con nuestras súplicas a Dios, harán una ayuda efectiva, en la vida de estos hermanos.



El sufrimiento nos dirige la mirada a nuestro Salvador Jesucristo, el único que calma el dolor. Nos hace dar cuenta, la única esperanza es Él: “... Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.” (Isaías 53:4-5 NVI)... Ese Dios misericordioso y amoroso, nos invita correr en busca de ayuda, sabe que sólo en Él podemos encontrar descanso en medio de nuestro sufrimiento: “...Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.” (Mateo 11:28 NTV).


Entonces, el Señor nos pide voltear nuestra mirada hacia Él y de esa manera, volver a nuestro refugio seguro: “Vuelvan a su fortaleza, cautivos de la esperanza, pues hoy mismo les hago saber que les devolveré el doble.” (Zacarías 9:12 NVI). Cuando Dios promete, cumple. Sin Él no podemos vivir (Juan 15:5). Nuestra única esperanza en medio de nuestras tribulaciones es Jesucristo.


Mucho más nos damos cuenta, cuando leemos, en 2 Corintios 4:8-10 LBLA, dice: “Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” ¡Qué palabras más misteriosas!... uno se pregunta: “¿Qué clase de cristiano es esta persona que ha escrito estas palabras?” 


El Apóstol Pablo, al escribir a la iglesia de Filipos en el capítulo 3, versículo 8, dice: “Así es, todo lo demás no vale nada cuando se le compara con el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a Él, he desechado todo lo demás y lo considero basura a fin de ganar a Cristo”.  Leyendo estas palabras, uno se pregunta: ¿El apóstol Pablo, de dónde tiene esa seguridad de creer que es así? La respuesta es muy sencilla, él conoció a una persona maravillosa: ¡A Jesucristo, su amado Salvador! ¡Ese es todo el secreto! En las tinieblas de su vida terrenal, antes de convertirse en el gran apóstol Pablo, era Saulo de Tarso. 


Desde el momento que hemos recibido a Jesucristo en nuestro corazón, nos hemos convertido en criaturas extrañas para este mundo, forasteros, pasajeros y peregrinos. Criaturas que se dirigen a su hogar celestial; nosotros pertenecemos a otra ciudadanía, donde solo reina el amor y felicidad: “Él (Jesucristo) les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”. (Apocalipsis 21:4 NVI)


Puede ser que no veas ni sientas nada de esta gloriosa ciudadanía celestial en tu persona. Pues está profundamente oculta y cubierta por toda la miseria de esta vida. El mismo apóstol Pablo, dijo: “Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios.” (Colosenses 3:3 NTV). Aunque el camino en esta vida es áspero y está lleno de espinos, recordemos que tenemos protección de Dios, hasta que lleguemos a nuestra Patria Celestial. 



En medio del sufrimiento Cristo es nuestro sostén, nuestra roca fiel, nuestro salvador y reconciliador. En la Cruz tomó nuestro pecado, y en la resurrección nos dió esperanza...   Apreciado hermano, vamos a los pies de nuestro Salvador Jesucristo, no dependamos de nuestras circunstancias, sino solamente de Él, vivamos el milagro del Señor en nuestras vidas.


Mis queridos hermanos, hay una única esperanza para cada uno de nosotros, una verdadera respuesta para nuestro sufrimiento. En medio de este mundo caído, de vidas vacías, tristes o solitarias: CRISTO JESÚS es nuestra esperanza. Isaías dice: ¿Acaso nunca han oído? ¿Nunca han entendido? El Señor es el Dios eterno, el Creador de toda la tierra. Él nunca se debilita ni se cansa; nadie puede medir la profundidad de su entendimiento. Él da poder a los indefensos y fortaleza a los débiles.” (Isaías 40:28-29 NTV).


Sólo por medio de lo que Él hizo en la Cruz y por Su resurrección, es que podemos realmente vivir con esperanza y consuelo en medio del sufrimiento. Un día no muy lejano, no habrá más lágrimas, sino solo gozo. Esperamos ese día maravilloso, porque vendrá pronto (Apocalipsis 21:3-4). Amén.





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