PERDONA A LOS QUE NO SE PUEDE PERDONAR
PERDONA A LOS QUE NO SE PUEDE PERDONAR
A menudo enfrentamos situaciones difíciles con personas que nos lastimaron y nos lastiman, es un sufrimiento que nos pone en los suelos sin poder levantar la cabeza; empezamos a tener rabia y luego odio... Es como una espina en el zapato que nos duele, no nos deja tener paz en el corazón.
Para entender lo que estoy queriendo decir, voy a comenzar con una ilustración: Corría el día 7 de Mayo del año 1986, María tenía escasos 30 días de haber nacido en un país centro americano llamado El Salvador. Por su corta edad ignoraba todo lo que sucedía a su alrededor.
Ese día su madre, una joven de 19 años de edad, la transportaba hacia un hospital para hacer su debido chequeo de salud. Al llegar ella, como todas las pacientes que esperaban su turno con su bebé en brazos, tomó asiento a la espera de ser atendida. Pasaban los minutos, la bebé se desesperó y comenzó a llorar.
De pronto una mujer desconocida, de aspecto joven, se mostró amigable con ella y se ofreció a llevar la niña afuera para consolarla, ella accedió y la entregó en sus brazos.
Pasaron cinco minutos y la mujer que se ofreció a ayudarle no regresó. La madre comenzó a sospechar que algo estaba mal y salió a buscarla. Para su gran sorpresa descubrió que aquella mujer con su pequeña bebé había desaparecido. El llanto y desconsuelo comenzaron a invadir su corazón, ella había sido una más de las víctimas del tráfico de menores en su país, bajo la sombra de la guerra civil que sucedía en esa década.
Como toda madre no pudo reponerse de la pérdida de su niña. Pasaron años y nunca se perdonó el hecho, culpándose, día tras día, por su ignorancia.
A 30 años del suceso, aconteció lo que menos se esperaba. En un medio de comunicación local se relataba la historia de una joven de nacionalidad francesa pero origen salvadoreño que había regresado en búsqueda de su madre, ya que como ella describía, sus padres adoptivos le habían relatado de sus orígenes salvadoreños. Justamente ese día uno de sus hermanos se encontraba viendo el reportaje televisivo y por las características que detallaban concluyó que era la bebé que habían robado de los brazos de su madre.
La madre y su hija se reencontraron nuevamente. Una mezcla de llanto y alegría invadió el momento. Aquella madre, después de aclarar a su hija lo que sucedió hace 30 años, recibió el perdón y la paz que por tanto tiempo había necesitado.
Al igual que aquella madre, ¿a tí también te han hecho algún daño, que no puedes olvidar, te sientes miserable y triste? Aunque no sea el mismo problema, pero te han hecho un daño irreparable… En este mundo fácilmente nos dañan o dañamos…
Para nuestra alegría, hay una solución y tienes que saber: “El perdón es la mejor medicina para tu corazón atormentado.” En Efesios 4:32 (NVI), dice: “Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
Dios ofrece su perdón incondicional para nuestro bien, muchas veces este remedio infalible lo tomamos como algo insignificante. Pero cuando recibimos ese perdón, encontramos medicina y paz en nuestro corazón. ¡La tristeza desaparece!... Apreciado hermano, deja que el perdón eterno de Dios llene tu alma, y Jesucristo te enseñe a perdonar, como Él nos perdona cada día (Lucas 23:34).
Lutero dijo: “El reino de Cristo es un reino de perdón”. El perdón es una necesidad para tener paz con Dios y para una buena convivencia con nuestro prójimo, como el agua es necesaria para vivir en esta tierra, también el amor y perdón de Jesucristo es refrigerio para nuestras almas. “... el que beba del agua que yo doy nunca más tendrá sed. Porque esa agua es como un manantial del que brota vida eterna.” (Juan 14:4 TLA).
Si todos perdonaríamos voluntariamente y con ánimo pronto a nuestro prójimo, reinaría la paz y amor en esta tierra... Pero, no podemos, seguimos pensando: “¡Si nuestro prójimo no tuviera esos horribles defectos y malos hábitos, perdonaría!” Se nos hace difícil perdonar, ¿Verdad?… Llega el momento en que eso de hacerle el bien se convierte en una tarea fastidiosa…
Rosenius, dice: “Este gran obstáculo para el amor, los defectos y malos hábitos de nuestro prójimo, desaparecerían de inmediato con tan sólo aplicar el excelente remedio del perdón. Esta es una de las razones por las que Cristo habló tan específica y frecuentemente del perdón. Dijo, por ejemplo, que el reino de los cielos es como un rey, que le perdonó a su siervo diez mil talentos; o sea, una enorme suma de dinero; y esperaba que su siervo también le perdonase a su consiervo cien denarios, o sea, una pequeña deudita (Mt.18:23-35).”
¿Recuerdas el Padre nuestro que nos enseñó Jesucristo? Esa magnífica oración que oramos diariamente, incluye la misma instrucción, dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mateo 6:12).
Nuestro Señor Jesucristo cuánta importancia da al perdón. Él lo hizo en la cruz, en medio de tanto odio y desprecio, Jesucristo vertió esas hermosas palabras de amor: “... Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen… “ (Lucas 23:34 NTV).
En nuestro estado de criaturas caídas, que siempre nos jala al lado malo, el perdón es fundamental para la buena relación con Dios y con nuestro prójimo. Y cuando San Juan quiso resumir en pocas palabras, dijo: “Este es su Mandamiento: Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros, como nos lo ha mandado” (1 Juan 3:23). Así tenemos paz con Dios y con los hermanos, y esto es el cielo en la tierra, un Paraíso en este valle de lágrimas.
Por el contrario, si actuamos a nuestra manera, desconociendo lo que nos dice Jesucristo, ¡es como un infierno en la tierra, una pena que nos asfixia, corazones sin amor, con una semblanza sin sonrisa! ¡Allí falta amor y perdón de Jesucristo!
No importa lo grave que haya sido los daños que te han causado, las mentiras que han dicho en contra tuya y la forma en que te han insultado; calcula si tus propios pecados contra Dios no son mil veces más graves y numerosos. Cristo dice que todo cuanto tu semejante puede haber pecado contra ti, comparado con tus deudas ante Dios, es sólo como cien denarios frente a diez mil talentos... (Mateo 18:32-33).
Rocenius también dice: “Dios desea perdonarte toda tu inmensa deuda. ¿Y tú, no quieres perdonarle también a tu prójimo todas sus ofensas? Y si no quieres hacer eso, si no quieres olvidar y perdonar los cien denarios, ¡pues bien, reclámalos a Dios! Cuenta las faltas de tu prójimo, sigue odiándole, pero recibe también de vuelta tu propia deuda de diez mil talentos de manos del Señor. ¡Tendrás que devolver lo adeudado hasta el último centavo! Es así como juzga el Señor. Si quieres pedirle que te perdone todos tus pecados, puedes hacerlo, pero sólo del modo que Él mismo señaló: “Perdónanos nuestras deudas, ¡como también nosotros perdonamos a nuestros deudores!” (Mt.6:12).”
Para consuelo nuestro, Cristo quiere perdonarnos para que en este mundo vivamos en paz, no hay otra solución que pedir y dar perdón, una y otra vez. El reino de Cristo es un reino de perdón. Su palabra dice: “Cuando oren, perdonen todo lo malo que otra persona les haya hecho. Así Dios, su Padre que está en el cielo, les perdonará a ustedes todos sus pecados.” (Marcos 11:25-26 TLA). Amén. (Escrito en base al Devocional: CADA DÍA CON DIOS)
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