¡LLEGÓ NAVIDAD!
¡NAVIDAD, FELIZ NAVIDAD!... Cada año el mes de Diciembre se convierte en una época muy importante para toda la humanidad. Gente de todas las razas se alegran recordando el nacimiento de Jesucristo... Un día hace dos mil años atrás, llegó el Salvador como un niño para darnos el verdadero gozo…
Esta mañana hemos leído un hermoso mensaje, en el devocional “CADA DÌA CON DIOS”, de Rosenius. Comparto con ustedes apreciados hermanos, sé que muchos no tienen este libro. Me gustaría que nos pidan, les enviaremos gratuitamente.
Voy a comenzar, contándoles una anécdota de dos personas que se encontraban limpiando un establo, en los días de Navidad. Uno de los amigos le cuenta a su compañero, dónde había nacido Cristo Jesús y el compañero le responde: Este no es un lugar para hablar de religión, amigo. ¿Qué fin buscas hablando de religión en un establo? - Protestó.
- No es el fin amigo, mas bien es el principio- respondió, y continuó diciendo: -¿Ignora usted que Cristo nació en un establo y durmió en un pesebre? El cristianismo empezó en un lugar como este, pero mucho más pobre. Y tú podrías nacer al cristianismo aquí mismo también-
El hombre se interesó tanto por lo que oía, que no mucho después, de rodillas, en aquel establo, daba su corazón a Cristo. Escuchar la hermosa historia del nacimiento de Jesucristo, nos conmueve hasta el profundo de nuestro corazón.
El día que Jesús nació, un ángel del Señor anunció a unos humildes pastores, cerca de Belén: “Os ha nacido hoy... un Salvador. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:11-14).
¿Cómo tendríamos que alegrarnos y cantar a Dios esta alabanza nosotros? ¡Somos parte de la humanidad tan altamente bendecida por el Señor! ¡Nosotros somos los favorecidos de estas “nuevas de gran gozo”!
Si comprendiéramos bien este milagro de gracia y el amor divino, difícilmente no podríamos vivir sin alegrarnos y mucho más en estas fechas importantes. El eterno Dios se convirtió en un niño pequeño. El Creador del cielo y la tierra, está acostado en un pesebre, y vino a entregarse como un regalo a nosotros. Si verdaderamente creemos esto, no podremos dejar de alabar llenos de gozo, como estos humildes pastores: “¡Gloria a Dios en las alturas!”
Los creyentes nos alegramos en la navidad, por ese milagro ocurrido en Belén, más que por cualquier regalo o comida. Disfrutamos de un gozo que solamente conocen los que tienen la verdadera fe. El gozo del cristiano es auténtico gozo en Cristo.
Hay mucha diferencia entre los distintos tipos de gozo. Podemos sentirnos felices en la fiesta de navidad, aún sin ser creyentes. Pero ese no es el verdadero gozo por el nacimiento de Cristo. No es el gozo lo que inspira amor y alabanzas a Dios.
Aún muchas personas creerán que están haciendo lo correcto. Porque son muy religiosos, piadosos, celosos de Dios y activos en sus iglesias. Pueden pensar y hablar sabiamente de cuestiones espirituales. Pueden orar, luchar y hacer muchas buenas obras tratando de alcanzar la salvación.
Pero les resulta imposible alegrarse en El Salvador. No hablan ni siquiera una sola hora sobre Él, alabándolo y regocijándose por su obra. ¿Qué demuestra eso? Que Cristo todavía no ha llegado a ser el mayor tesoro y consuelo de sus vidas. Todavía no creen verdaderamente en Él. No han recibido el Espíritu que da vida. Son los que tienen confianza en la carne, o en las apariencias religiosas, como los fariseos. Cristo no tiene mayor importancia para ellos. Permanecen en la incredulidad, debido a pecados secretos o a sus intentos por justificarse a sí mismos.
La Escritura no puede ser ignorada. Ella dice: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz” (Gálatas 5:22). “El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Donde no hay paz ni gozo en el Espíritu Santo, allí no hay vida espiritual, ni ha llegado aún el reino de Dios. Dice también la Palabra de Dios: “Creí, por lo cual hablé” (2 Corintios 4:13), “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21), “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).
De todo lo que se ha dicho, se puede sacar la conclusión de que la gente que no quiere hablar de Jesús, no se alegra verdaderamente en Él, es una fiesta falsa. Antes prefieren hablar de otras cosas, que por cierto pueden ser importantes. Pero así demuestran que Cristo no es el fundamento de la fe de sus corazones, y que hay otras cosas que son más importantes y que causan más alegría.
Rosenius, dice: “En fin, si aún no has sido consolado por Cristo ni hallado tu alegría en Él; si no has comenzado a hablar de Él, a alabarlo y confesarlo ante los demás, todavía no tienes la fe en Cristo. Puede que estés esclavizado aún por el pecado, o viviendo despreocupadamente y estés espiritualmente dormido. O puede ser que estés bajo la tiranía de la ley, intentando ser justo por tus propios méritos…”
Recordamos, la historia del pueblo de Israel, cuando fueron liberados del cautiverio babilónico, dijeron: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos acordándonos de Sion. Sobre los sauces en medio de ella colgábamos nuestras arpas. Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. ¿Cómo cantaremos cánticos de Jehová en tierra de extraños?” (Salmos 137:1-4).
Querer obligar o querer ayudar a una persona a alegrarse, que no quiere vivir con Dios, casi es imposible. Como dice Rosenius: “Es tan imposible como que la nieve y el hielo puedan arder. Uno puede hablar y cantar, pero sólo el corazón liberado puede alegrarse verdaderamente.”
Y nadie puede forzar esa alegría. Alegrarse por el nacimiento de Cristo y alabarlo por su obra salvadora, es un fruto del Espíritu. Es un regalo de la gracia de Dios. Es algo sobrenatural, nos llena de alegría sabiendo que: “... ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1).
En el cielo, en la nueva Jerusalén celestial será nuestra actividad cotidiana alabar a Dios, entonaremos cánticos de alabanza al Cordero de Dios que fue inmolado. Y nadie puede aprender ese cántico sino los que fueron redimidos de entre los de la tierra (Apocalipsis 14:1,3). Tampoco puede alguien saborear el verdadero gozo, sino los verdaderos cristianos, quienes tienen a Cristo en su corazón.
Este mensaje nos ayude a examinarnos a nosotros mismos… Si en este momento te has dado cuenta que necesitas ese gozo y quieres vivir en estrecha relación con tu Salvador Jesucristo, hoy Jesucristo nazca en tu corazón, porque Él ha venido por ti, con Él tendrás un verdadero gozo, alabarás al Señor como los ángeles de esa época junto a los pastores: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).
Cuando tienes a Jesucristo en tu vida y familia, comprendes lo grandioso que es la salvación y entiendes la gravedad de tus pecados, y hallas la redención total solamente en Cristo. En pocas palabras, son necesarios el arrepentimiento y la fe. Amén. ¡FELIZ NAVIDAD!!!
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