¡OH DIOS! ¡TEN COMPASIÓN DE MÍ, SOY PECADOR...!
¡OH DIOS! ¡TEN COMPASIÓN DE MÍ, SOY PECADOR...!
La historia que quiero compartir como introducción, se encuentra en Lucas 18:9-14, en Nueva Traducción Viviente, relata de la siguiente manera: “Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás: Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos. El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración: “Te agradezco, Dios, que no soy como otros: tramposos, pecadores, adúlteros. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos! Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.
En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. Les digo que fue este pecador—y no el fariseo—quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados.”
Alguien me preguntaba: ¿Existe esa clase de personas (fariseos) hoy en día? ¡Sí! ¡Muchos!... También estuve en ese mismo camino por mucho tiempo y me duele recordar... Vale la pena decirlo, para que no me interpreten como si fuera perfecto y como si estuviera solo juzgando.
Apreciado lector, el Espíritu Santo te guíe al único refugio seguro: ¡A Jesucristo! De esa manera, tu alma atribulada encuentre paz, al escuchar estas hermosas palabras: “... ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.” Romanos 8:1), y disfrutar de la vida que te ofrece Jesucristo, Él dijo: “... yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10).
En una de las visitas a un pueblo cercano de la ciudad de Sucre, sucedió algo inesperado, después de un mensaje que nos compartió el misionero que nos visitaba, desde el país de Noruega, algunos hermanos tomaron la palabra de agradecimiento y en medio de ellos, nos sorprendió una persona aparentemente cristiana de muchos años, quien manifestó, -que no necesitaba congregarse a ninguna iglesia, él conocía muy bien la palabra de Dios, mencionaba que había leído la Biblia 3 veces de tapa a tapa.
En ese momento, en mi corazón había un dolor, al imaginarme: ¿Si hoy viene Cristo? ¿Qué pasará con esta persona?... En su tono de voz, se notaba una carga en su corazón, que está viviendo una vida del desierto, sin descanso necesario para su alma... En Salmos 4:8, el Patriarca David dice que él descansa solo en Dios y no en sus buenas obras: “Yo me acuesto tranquilo y me duermo enseguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado.”
El grán Apóstol Pablo también, al referirse a su preparación intelectual y religiosa, dijo: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo.” (Filipenses 3:8 LBLA).
Cuando alguien todavía no ha reconocido las obras de Jesús para su salvación, todo esfuerzo por mejorar su modo de vida es inútil, pesado, lento, difícil y a veces imposible. La persona sigue sin encontrar descanso y vive sin encontrar la libertad ansiada por su alma. Trata de consolarse con algunas obras propias. Pero, de pronto se da cuenta que no encuentra un consuelo completo, vuelve ese pesar del pecado que le agobia.
El Apóstol Pablo demuestra en Gálatas 2:17-20 que no podemos producir fruto agradable a Dios, que no podemos andar en vida nueva conforme enseña el Espíritu, sin haber muerto primero a la Ley, sin haber sido liberados de aquello que nos mantuvo cautivos. Entonces, ¿quién puede liberarnos? ¡Jesucristo! Él ha cumplido la ley en mi lugar y sufrió en la cruz, mi sufrimiento.
El Apóstol Pablo, dijo: “Yo por la Ley soy muerto para la Ley, a fin de vivir para Dios.” Con esto Pablo estaba diciendo, que había tratado de satisfacer las demandas de la Ley para justificarse, pero fue derrotado... Como la persona que ha leído la Biblia de tapa a tapa, su posición es: “Yo hago a mi manera lo que parece correcto y con esto agrado a Dios…” Lamentablemente no es suficiente lo que hace y necesita hacer más; porque, si no lo hace, se siente condenado, confundido, agotado y desamparado.
Mi respuesta a esta alma atribulada, es: “¡Necesitas descansar en las obras perfectas de Jesucristo! Solo Él justifica, salva y purifica.” ¡Ya lo hizo todo y no necesitas aumentar!... El Señor misericordioso te invita ir a Él, para que encuentres ese verdadero descanso: “... Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.” (Mateo 11:28 NTV) y dice también: “ (Yo) el Hijo del Hombre he venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10).
Recuerdo con mucha tristeza, cuando estuve en esa misma situación: Aparentaba ser perfecto, sin fallas y por dentro estaba podrido, convertido en un fariseo (Mateo 23:27), sin encontrar paz. Pensé que con todos mis logros y hechos, sería santificado, decía: “Si hago esto o aquello, voy a agradar a Dios y me voy a salvar.” Traté de hacer mucho en ese sentido. Me propuse servir a Dios y luchar contra el pecado. Asumí eso como algo que estaba bajo mi propio cuidado y trabajo. Pero para mi tristeza, terminé en fracaso. Yo no fui capaz de nada. Estuve perdido.
Por mi propia iniciativa no pude ni siquiera creer en Jesús ni adorarlo. Sí, no fui competente para pensar en algo bueno por mí mismo; mi competencia provino de Dios, ahí estaba la solución. ¡Qué alegría! En 2 Corintios 3:5, dice: “Pero nosotros no somos capaces de hacer algo por nosotros mismos; es Dios quien nos da la capacidad de hacerlo.” Mi Señor Jesucristo vino en mi rescate, para hacer lo que no pude hacer y cumplir. Entonces, ¿qué he hecho para salvarme? ¡Nada! ¡Solo, abrir mi corazón a Jesucristo!... Mi santificación es un don gratuito del Señor, y yo mismo ya no soy nada. Así, “Morí para la Ley” (Romanos 7:9; Gálatas 2:19).
Con razón el grán Apóstol Pablo, dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Para terminar, cito algunos textos de la palabra de Dios, te ayudarán a entender que, solo en Jesucristo se encuentra nuestra alegría: “Hay muchos que son felices comiendo y bebiendo de más, pero yo soy muy feliz porque mi alegría viene de Ti.” (Salmos 4:7), “Ustedes, aunque nunca han visto a Jesucristo, lo aman y creen en Él, y tienen una alegría tan grande y hermosa que no puede describirse con palabras. Ustedes viven alegres porque ya saben que Dios los salvará, y por eso confían en Él.” (1 Pedro 1:8-9), “Isaías dijo: ¡Mi Dios me llena de alegría; su presencia me llena de gozo! Él me dio salvación y me trató con justicia.” (Isaías 61:10). Entonces, deja de confiar en tus obras, refugiate en las obras perfectas del salvador, para vivir confiado en una vida en abundancia. Amén.
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