¡LOS AFANES DE ESTA VIDA, PUEDEN AHOGAR NUESTRA FE!
¡LOS AFANES DE ESTA VIDA,
PUEDEN AHOGAR NUESTRA FE!
Hace años atrás un hermano de la iglesia llamado Pedro, fiel a Dios, pidió al pastor una oración: - “Por favor quiero que oren por mí. Se ha presentado una oportunidad para comprar un pequeño camión... Mi promesa es, si necesita la iglesia, ¡mi camión estará a su disposición… oren por favor para que se haga realidad!”
Los hermanos empezaron a orar, rogar a Dios, que conceda la petición del hermano… A poco tiempo, se dio la posibilidad y ya tenía el camión … Se puso a trabajar como “Servicio rápido”, para trasladar mudanzas y algún encargo de carga pequeña.
El primero, segundo y tercer domingo asistió como siempre fiel a la iglesia, el cuarto domingo faltó. Este domingo el pastor dejó pasar y el quinto domingo tampoco asistió a la iglesia… Y el lunes, preocupado el pastor va a visitar. Cuando llega a la casa del hermano, el pastor le expresa su preocupación, porque había faltado a la reunión de la iglesia, y la respuesta fue: “Los domingos siempre hay trabajo pastor y no pude venir… pero, voy a ir…”
Poco a poco se distanció de todas las actividades de la Iglesia, ya no le interesó las cosas de Dios, peor asistir a las reuniones de la iglesia y su argumento era: “Puedo ser cristiano sin asistir a la iglesia… Los siguientes domingos desapareció.
Pasado tres meses el pastor decide ir a visitar a la casa del hermano Pedro y al llegar a su casa encuentra sola a su esposa. Ella le recibe al pastor, con lágrimas en los ojos y le dice: “Pastor, nos estamos divorciando, ha llegado borracho y hemos descubierto que tiene otra pareja…” ¡Qué triste final! Con razón la palabra de Dios nos dice: “Cuando las cosas se piensan bien, el resultado es provechoso. Cuando se hacen a la carrera, el resultado es desastroso.” (Proverbios 21:5 TLA).
Viendo este peligro, nuestro Señor Jesucristo con su infinita sabiduría, nos ha dejado un hermoso ejemplo... Tenemos que tomar en cuenta este mensaje, antes de caer en esta trampa peligrosa, que pueden ahogar nuestra fe: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.” (Mateo 13:22)
La Palabra de Dios, es la buena semilla que produce vida espiritual en cada uno de nosotros, es alimento para nuestra alma. Esas palabras son las que dan vida en abundancia al cristiano. Pero, el peligro es que pueden ser asfixiadas (quedar sin respiración hasta la muerte). ¿Qué cosas pueden asfixiar nuestra fe? Jesús nombró tres cosas: “Los afanes, las riquezas y los placeres de esta vida” (Lucas 8:14).
Aquí podemos ver con mucha claridad el peligro de las cosas que pueden asfixiar nuestra fe. Cómo la necesidad de ganar el pan de cada día, nos puede desviar al camino equivocado y caer en las redes de la codicia. Luego, gradualmente puede acabar matando nuestra fe. Este versículo es una clara advertencia que debemos tomar en cuenta cada uno de nosotros.
Si no son buenos ni útiles para nuestra fe, pueden resultar dañinas; entonces es nuestra responsabilidad tomar una decisión correcta, equilibrar nuestra actividad diaria con lo espiritual… Pero, ¿cómo y cuándo vemos que nos aleja de la fe en Jesucristo? Sucede, cuando estas actividades que estamos realizando, nos quitan todo nuestro tiempo. Nuestro corazón está completamente lleno y no hay espacio para la palabra de Dios. En otras palabras, ¡no hay lugar para Dios!... ¡No hay tiempo para leer la Biblia, para orar, ni para ir a la iglesia!
Entonces, la buena semilla, la Palabra de Dios no puede desarrollarse como debe, es ahogado o sofocado con los afanes de este mundo; es en ese momento que tengo que ponerme en alerta, sobre este peligro.
¿Lo tiene demasiado preocupado? Es que, el corazón está aprisionado, lleno y cautivado por las cosas terrenales… Estas cosas, expulsan de nosotros el interés por la gracia de Dios y el deseo de cultivar una buena relación con Jesucristo... Si es así, pronto la Palabra de Dios dejará de tener efecto en ese corazón y ya no querrá orar, leer la Biblia y menos trabajar en la Iglesia de Cristo.
A esa persona, el pecado ya no aflige más la conciencia ni produce arrepentimiento, apenas se da cuenta que ha pecado. Las cosas de Dios parecen algo aburrido y superficial, sin importancia, comparado con los problemas, placeres o metas que están llenando el corazón. No tendrá tiempo para profundizar en los problemas espirituales, porque constantemente estará tratando de alcanzar la felicidad terrenal. ¡AHÍ ESTÁ EL PELIGRO!
Poco a poco comienza a excusarse y defender lo que está haciendo. Así la obra de la ley de Dios en su corazón ya no tiene ningún efecto, ha sido ahogada. Como dice Rosenius: “Su corazón y su conciencia han sido arrullados (enamorados) para que se duerman y se endurezcan.”
Cuando la ley ha perdido el poder sobre esa persona, ya no puede sentir angustia por el pecado, ¿qué importancia puede tener entonces en esa persona, Jesucristo y su evangelio? No es más que una historia antigua en su memoria o en sus labios. Es cierto que la conoce muy bien, pero no tiene ningún efecto en su vida.
Porque donde la bendita ley de Dios, ya no produce contrición y muerte. La verdad, es que allí el evangelio no puede dar consuelo ni vida. De este modo, nunca está verdaderamente arrepentido y defraudado consigo mismo, ni está correctamente feliz y seguro en Cristo. En la iglesia se convierten en un miembro nominal y no activo.
Y si finalmente no quiere admitir esto, sino sigue o continúa con esta actitud y aún quiere gloriarse en el evangelio, entonces se convierte en un terrible hipócrita. El endurecimiento será completo, y hasta la última chispa de la gracia será apagada. ¡Qué triste realidad!
Termino con la explicación que da Rocenius: “Esos corazones parecen piedras resbaladizas de la costa, constantemente bañadas por las olas del mar. Cuando, por un lado, se han afirmado tan profundamente sobre intereses terrenales; y, por otro lado, hacen uso hipócritamente de la Palabra de Dios, entonces se vuelven tan duros y resbaladizos, que nada los afecta.
¡Y pensar que antes estaban abiertos a la obra del Espíritu! En el pasado sentían amargura por el pecado, pero la gracia de Dios en Cristo era más abundante. Pero ahora, la semilla celestial ha sido ahogada por los espinos de la tierra. ¡Cómo has caído del cielo, lucero de la mañana!”
No estamos en contra del trabajo. Necesitamos trabajar para vivir. Pero, lo que estamos diciendo es: ¡No caigas de la gracia de Dios en Jesucristo! ¡Necesitas vivir en estrecha relación!… El Señor nos reprende antes de castigarnos: “Sin embargo, hay algo que no me gusta de ti, y es que ya no me amas tanto como me amabas cuando te hiciste cristiano. Por eso, acuérdate de cómo eras antes, y vuelve a obedecer a Dios. Deja de hacer lo malo, y compórtate como al principio. Si no lo haces, yo iré a castigarte y quitaré tu candelabro de su lugar.” (Apocalipsis 2:4-5 TLA).
Para nosotros, Jesucristo es todo en nuestra vida y sin Él estamos perdidos. Escucha lo que dice: “Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes. Una rama no puede dar uvas de sí misma, si no está unida a la vid; de igual manera, ustedes no pueden dar fruto, si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vid, y ustedes son las ramas. El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego.” (Juan 15:4-6 DHH). Amén.
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