¡AY, SEÑOR, MIS PECADOS! ¡CUÁNTOS SON!

 ¡AY, SEÑOR, MIS PECADOS! ¡CUÁNTOS SON!


Hoy en la mañana leí uno de los devocionales, escrito por Marcus Söderberg, en la página Web de la Misión Luterana Laica de Noruega… Es un mensaje que da descanso al alma sediento y oprimido... Da paz y satisfacción al corazón y un descanso merecido ¿en quién? ¡Solo en las obras de Jesucristo!


Marcus toma el texto de la palabra de Dios, en Salmos 25:11, y dice: “Pero ¡ay, Señor, mis pecados! ¡Cuántos son! ¡Perdónamelos por amor a tu nombre!” (NBV). ¡Una oración de un alma necesitada de la bondad de Dios! ¡Esa es nuestra oración, con esa confianza y seguridad! El salmista sabía que solo en Jesucristo, encontraríamos ese perdón y paz; nuestras almas sedientas necesitan de ese amor que refresque el alma.


Marcus nos explica de la siguiente manera: “Tú que estás atormentado por tu pecado, sabes lo difícil que es. El pecado es ante todo una violación a los mandatos de Dios santo, pero quizás también violar los derechos de las personas que amas. Tú, que eres cristiano, quieres que Dios te libere de este pecado, para no caer y tambalear tan a menudo en la fe, como lo haces, sino, vivir santo y puro como tu amado Señor y Salvador Jesucristo. 


Pero, luego se rompe tan a menudo. Quizás con el mismo pecado una y otra vez. Sí, y peor aún, estás atormentado por tu iniquidad: pecaste a pesar de que sabías que lo que hiciste o pensaste era contra Dios y su santa ley. Entonces piensas en cómo ser limpiado de tu iniquidad y pecado. Dices que tengo que ser diferente, tengo que tomarlo más en serio. Y luego intentas luchar, oras y sufres, pero no mejora nada. Quizás lo haces exteriormente, pero el corazón está corrompido por el pecado en su raíz más íntima. Sí, "¡Acuérdate de mí según tu misericordia, oh Señor, por tu bondad!" Salmos 25: 7


No hay esperanza en tus propias acciones, no importa lo bien que te vean o no importa lo piadoso que hayas vivido. David no encuentra consuelo en su propia bondad, sino solo en la bondad y misericordia de Jesús. Porque él sabe que hay un nombre al que los pecadores pueden huir y refugiarse lejos de sí mismos, hacia los brazos bondadosos de Dios. Al pecho del Salvador. Tú también puedes venir en el nombre de Jesús y decirle: "¡ Por amor de tu nombre, Señor, perdona mi iniquidad!"... Si alguien viene en nombre de Jesucristo, Dios perdona. Porque Jesús se entregó a sí mismo en el Calvario para salvar a los pecadores, no a los justos que no necesitan arrepentimiento.


El diablo tiene un plan para tu vida. Él no quiere que vengas en el nombre de Jesús al trono de la gracia, para deshacerte de la carga. Él hará que no tomes  tan en serio el pecado en tu vida, porque sabe que si él puede alejar la ley de tu vida, entonces también te alejará de la gracia. Al diablo, por otro lado, no le importa que apliques la ley a los demás, y tengas pensamientos condescendientes sobre ellos, y luego te eleves más alto ante tus propios ojos. 


David ha visto que no solo los demás son pecadores, también él mismo lo es. David estaba diciendo que yo soy un pecador. Entonces David debe clamar a Dios por su parte: "Por amor de tu nombre, Señor, perdona mi iniquidad". No solo había llegado a conocerse a sí mismo, sino también dónde estaba la ayuda y dónde encontrar esa ansiada ayuda.


¿Ha aprendido a conocerse a sí mismo como un pecador que necesita a Jesús como su única esperanza? Sí, aprendió lo que es más importante, y tú, ¿vives creyendo en esta esperanza, que Jesús es tu Salvador personal? Amén.”


¿A esta explicación, qué más puedo añadir? Solo puedo decir, que cada día a menudo ofendo a mi Señor, con mis palabras, hechos y pensamientos. Por lo cual, no puedo encontrar paz en mi alma atribulada, entonces veo que de ninguna manera puedo solucionarlo... ¡En mi mismo estoy perdido! 


Pero, hay alguien que ya pagó por esas fallas mías. Alzo mis ojos al cielo y veo la única ayuda y diviso en el horizonte de mi esperanza, lo que Jesucristo ha hecho por mí. Hace dos mil años atrás pagó toda mi deuda, y ¿cómo lo ha hecho? Con una muerte cruel… Les hablo con toda mi alma, mis fuerzas y con todo mi corazón que, Él es todo para mi y en Él encuentro mi sanidad y fortaleza. ¡Alabado y bendito sea por siempre!


Estimado lector, en este momento, ¿te encuentras mal, por causa de tus pecados? ¿Sientes que estás perdido y no tienes solución? Justamente para ti es esta buena noticia. Jesucristo te espera con brazos abiertos y te dice: “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar.” (Mateo 11:28 TLA). Entonces en este mismo momento ya no sufras más, corre a los brazos amorosos de nuestro amado Salvador. 


A veces nos portamos muy tercos y desobedientes ante Dios. Todo esto es normal, porque somos carne; desde la caída de Adán y Eva (los primeros hombres) entró el pecado y cada día lidiamos con nuestra incredulidad. Este corazón corrupto nos hace fallar cada momento y nos sentimos perdidos, como el peor pecador del mundo… En ese mismo instante, el Señor en su infinito amor, nos viene a socorrer... 


El Señor nos busca,  nos llama y nos ofrece ayudarnos, aunque somos malos, Él extiende sus brazos hacia nosotros todo el día, esperando que vayamos a Él: “Pero del pueblo de Israel, Dios dijo por medio de Isaías: Todo el día le ofrecí ayuda a un pueblo terco y desobediente.” (Romanos 10:21 TLA). ¿Qué hará cuando acudes a Él? Lo hará como lo hizo, el padre del hijo pródigo: “Y levantándose, fue a su padre. Y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó.” Lucas 15:20 LBLA).


Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer? ¡Obras humanas , nada! Lo único que me queda es, correr a los brazos cariñosos del Señor y abrir mi corazón y decirle a Jesucristo: “Señor, perdóname  por todos mis pecados, reconozco que tú eres mi único Salvador…” La Palabra de Dios, dice: “Que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.” (Romanos 10:9-10 NTV). Amén.






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