¡EN “SEMANA SANTA” ES TIEMPO DE VOLVER A DIOS!
¡EN “SEMANA SANTA” ES TIEMPO DE VOLVER A DIOS!
Los días de “Semana Santa”, son días de mucha trascendencia en el mundo entero… Pero, mucho más para los cristianos, que tienen a Cristo en sus corazones, días de regocijo. Desde que tengo uso de razón, esos días todos centramos nuestras miradas y pensamientos en la “Pasión y muerte de Jesucristo.” A muchos nos harán llorar, al ver la película y recordar el horrible sufrimiento del Señor en la cruz.
Es verdad, la semana santa por su significado es una época, donde tenemos que tomarnos el tiempo para reflexionar y meditar, en lo que significa para nuestra vida, la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario. Es también una época para enseñar a nuestros hijos, el maravilloso mensaje de salvación que nos da, la muerte y resurrección de Jesucristo.
El mensaje más claro y contundente es que Dios envió a su Hijo amado al rescate de cada uno de nosotros… Entonces es tiempo de volver a Dios, porque los días se evaporan muy rápido y el tiempo se acaba… Es tiempo de abrir nuestro corazón y entender el mensaje del Señor, justo en estos días de “Semana Santa” Dios nos invita volver a Él... En Zacarías 9:12, dice: “¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza, regresen a su fortaleza! Les digo que voy a darles en bendición el doble de cuánto tuvieron que sufrir.” (Versión Dios Habla Hoy) ¡Esas palabras de invitación son muestra del amor de Dios!
Tal vez, al escuchar esas palabras de invitación, dices: “¿Cómo puedo volver a la fortaleza si soy demasiado pecador? O sea: ¿cómo puedo comenzar a creer en Cristo, yo que todavía soy tan impío, infiel, porfiado e indiferente…en fin, yo que aún estoy tan lleno de maldad? Nadie me quiere y ¿cómo puede quererme un Dios Santo y perfecto?”
Sí. Esa es la excusa del hombre... Una señora de cincuenta años más o menos, me dijo: “Yo debería ser creyente desde niña, ahora ya soy vieja llena de pecados. Ya no puedo cambiar mi pasado. Dios es santo. ¿Qué va a quererme?” Justamente Jesucristo, vino a pagar esa deuda y cumplir lo que Dios exigía de nosotros. A ese argumento, responde Jesucristo y dice: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10).
Pero, razonando así, esa pobre alma está todo el tiempo encarcelada y concentrada en sí misma. vive sufriendo, sin paz en el corazón… Te pregunto: ¿No crees en el testimonio que Dios ha dado de su Hijo, que Él salvará a los perdidos? Cree en lo que Cristo dice en cuanto a la necesidad de estar insertado en Él por medio de la fe (Juan.15:4-5).
Para despertar del sueño espiritual, corre a los pies de Jesucristo, escucha al llamado del Espíritu Santo, necesitas obtener perdón y ser justificado, estar lleno del gozo y la paz que se reciben al creer en Jesús. Antes de eso ni siquiera puedes comenzar a producir frutos.
Por eso, “¡en estos días de semana Santa, volveos a la fortaleza, oh prisioneros de la esperanza!”... Toda la desgracia que nos viene, a veces sin explicación alguna, se debe a que no estamos volviendo de verdad a la Fortaleza (A Jesucristo)... En vez de volver y correr a la “fortaleza”, vas en otras mil direcciones; buscas, piensas, confías y esperas en cualquier otra cosa, pero no en Cristo.
Estás enfrascado, esperando que de repente se produzca algo extraordinario dentro de tu corazón; un sentimiento de salvación; la liberación de cierto pecado, de malos pensamientos y deseos impuros; de tu frivolidad (falta de seguridad) y debilidad… Mientras tanto, desprecias la redención obrada por Cristo, dejándola en el fondo de tu corazón.
¡Sí, ese es tu error! Son casi que no se pueden terminar tus condiciones y excusas, a causa de las cuales todavía permanecen cautivas... El Hijo de Dios murió por nosotros, y con Él todo tiene solución; que la vertiente de la gracia de Cristo, como agua viva, para todos los pecadores fluye más caudalosa que la corriente del pecado… ¡todo eso en esta “Semana Santa” nazca en tu corazón y no lo pases por alto! ¡Ya no cometas ese error, que hasta este momento te ha impedido recibir la bendición!
Apreciado hermano, despierta y reflexiona en el hecho grandioso, único y eternamente válido que todos los pecados de todo el mundo ya han sido expiados; que Dios ya fue satisfecho y se ha reconciliado con nosotros; y que está ardiendo de puro amor hacia ti, ansioso de poder conferirte gracia sobre gracia (Juan 1:16).
Ese es el mensaje de la “Semana Santa”... Apreciado hermano, por favor, recuerda que todas las exigencias y demandas de obediencia que Dios te hace, son palabras de la Ley, dice: “Si no cumples mueres y estás condenado al castigo eterno” (Hebreos 10:28; ) y luego resalta y surge este maravilloso evangelio: “Jesucristo ha pagado tu deuda y a cumplido la ley por ti”, (Gálatas 3:13). Jesucristo, también dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34). Todo esto tiene el propósito de taparle la boca a todo el mundo, para que todos nos reconozcamos culpables ante Dios. (Romanos 3:19) y que somos salvos solo por gracia, todo gratuitamente sin que merezcamos.
Recuerda que todas esas implacables palabras de la ley, sólo van dirigidas a los pecadores atrevidos, que despreocupadamente desprecian a Dios, y se burlan del Reino de los Cielos; a los confiados hipócritas y autosuficientes fariseos, que creen poder conquistar el cielo por sí mismos.
Esas exigentes palabras de la Ley no van dirigidas a los pobres pecadores que ya saben que sin Cristo están perdidos, y sienten que se encuentran en perdición y condenación, están aterrados, suspiran por ayuda, y desean ser santificados, vivir en la fe y practicar la piedad, pero que no encuentran el poder de convertirse a sí mismos. A éstos el Evangelio les promete pura gracia, amor y perdón, sólo por los méritos de Cristo.
Entonces el mensaje de la “Semana Santa”, es: “¡Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de la esperanza!” “Hoy también os anuncio que os restauraré el doble” “¡Hoy también!” Sí, hoy te anuncia la misma gracia también a ti. Hoy todavía Dios proclama a los presos “la apertura de la cárcel” (Isaías 61:1). Para eso se predica sobre los sufrimientos de Cristo, sobre su “vía dolorosa”, donde lo vemos temblando, suspirando y orando en el Getsemaní, hasta que su sudor vino a ser “como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44), y culminando su sufrimiento propiciatorio, conforme a lo profetizado en las Escrituras le oímos clamar en la cruz las gloriosas palabras “¡Consumado es!” (Juan 19:30).
Sí, cuando vemos que Jesucristo extiende Su pleno perdón al malhechor arrepentido, y le asegura la eterna salvación, fruto de Su muerte expiatoria, con estas hermosas palabras: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:43)… ¿acaso no debiéramos poner fin inmediatamente a nuestros lamentos, producto de nuestra incredulidad? ¡Corramos a los pies de Jesucristo, Él con sus brazos abiertos y extendidos nos invita: “Venid a Mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y ¡Yo os haré descansar!?” (Mateo 11:28).
Sí, una vez más, prisioneros de la esperanza; ¿por qué todavía vacilan en volverse a la fortaleza? ¿Acaso pueden llegar a ser dignos por sí mismos? ¿O puede Dios ser aún más bondadoso? Entonces, ¡refúgiate hoy en esa maravillosa fortaleza! Da el decisivo paso de pedirle perdón a Dios por todos tus pecados, y que por la sangre de su Hijo Dios haga el pacto de gracia contigo. Haz esto hoy, recordando que jamás ningún pobre pecador dio ese paso en vano.
No pienses que para ello hace falta una larga oración. Mira cómo oró el malhechor a la derecha de Jesús, y cómo inmediatamente obtuvo esa reconfortante respuesta: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23:42-43).
Pero nunca dependas de tus propias impresiones y sentimientos. Confía tan sólo en la Palabra de Dios, que te promete: “Hoy también os anuncio que os restauraré el doble (de redención)” (Zacarías 9:12b). Eso es gracia sobre gracia. ¡Alabado sea Dios! Amén.
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