¿DIOS TE RECHAZA CUANDO VUELVES A ÉL?

 ¿DIOS TE RECHAZA CUANDO VUELVES A ÉL?


Hace doce años atrás visité a una familia, ellos habían dejado de asistir a las reuniones de la iglesia, se consideraba una familia muy fiel en la asistencia en todas las actividades de la congregación... Llegó el momento de enfrentarse a la realidad de sus vidas; hasta ese momento se habían esforzado hacer algo para conseguir el favor de Dios, tratando de salvarse con obras, de una vida sin fallas.

Pensaron, asistiendo sin faltar a las reuniones de la iglesia, ayunando cada semana y cumpliendo todo lo que en la iglesia les decían, ya habían ganado el cielo… Todo eso no es malo, son ejercicios de un cristiano. Pero, poner en primer lugar esas buenas obras para ganarse el favor de Dios, eso es equivocado y lleva a la frustración.

Esta familia estaba atormentada por sus fallas, ellos pensaban dejar ser cristianos para vivir tranquilos y sin problemas… Cuando llegué a su casa, me recibió el papá con desinterés y se notaba un poco de vergüenza en su rostro.

Me dice: “pase pastor.” Me alcanzó una silla para sentarme y luego les dije que fui a animarles y orar por ellos, el me responde: “Pastor, ya no es necesario que venga y no pase su tiempo en vano…”  Con sorpresa le pregunté, el porqué de esa decisión repentina. Recuerdo muy bien esas palabras, como si fueran ayer: “El evangelio no es para mí, mucho fallo y sigo fallando… siento que ya estamos condenados al castigo eterno… No sé qué decir, estamos confundidos… Prefiero estar como antes, antes no sentía este remordimiento como ahora siento en mi corazón…”

¿Cuántas personas están pasando por la misma situación? Atormentados porque no pueden ser perfectos o sin falla… Algunos ya han dejado, pensando que así van a vivir en paz. Y tú ¿Cómo estás? ¿También estás desanimado?... Y peor, tal vez has escuchado mensajes o consejos que te han frustrado más. Como por ejemplo: “deben ser sin fallas para seguir a Dios, tienen que hacer muchas cosas más…” y para que tenga peso lo que dicen, aumentan diciendo: “Si no eres perfecto no agradas a Dios…”

Esa perfección que exigen, dicen que debe ser esfuerzos de uno mismo, eso es imposible, no es real, esa clase de mensajes son los que llevan al fracaso. Por querer hacer algo más para tapar un poco la conciencia resulta ser peor; muchos se han decepcionado de ellos mismos, porque no han podido conseguir lo que estaban buscando. ¡Nadie en este mundo puede ser perfecto, sin fallas! La palabra de Dios lo dice así: “… ¡No hay ni uno solo que sea justo!… ¡No hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!” (Romanos 3:10, 12).

 

JESUCRISTO DIOS Y HOMBRE PERFECTO

Hay solo un hombre perfecto y sin pecado, les hablo de Jesucristo; Él vino a cumplir lo que demandaba la ley que seamos perfectos (Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16)… Jesucristo la cumplió al pie de la letra. Sólo Él es nuestra esperanza, esas son las BUENAS NUEVAS para ti y para mí, si tienes a Cristo en tu corazón, eres perfecto y sin mancha delante del Dios el Padre (Hebreos 4:15; 2 Corintios 5:13)…

Cada día pecamos mirando, escuchando, pensando, etc. Como seres humanos tenemos muchos defectos. No estoy diciendo que hagamos lo que queramos, ¡no! Si amo a Dios, no voy hacer cosas que no está bien delante de Dios… Para nuestra tranquilidad, en medio de todas esas fallas, tenemos delante del Padre a Jesucristo el justo y perfecto: “… si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.” (1 Juan 2:1).

Una de las historias que narra la palabra de Dios, nos llena de esperanza y alegría… Nos muestra el verdadero amor de Dios en su Hijo Jesucristo. Les hablo de la parábola del hijo pródigo, que está escrito en el libro de Lucas 15:11-24 (gracias Señor por dejar registrado en la Biblia). Me gustaría que lo leas este hermoso pasaje, antes de continuar meditando en nuestro mensaje de hoy.


La humanidad por naturaleza tiende a proyectar sus fallas en Dios, pensando que debemos hacer trueques, hacer siempre algo para recibir los favores de Dios, implorar o poner empeño para ganarnos el cielo. Así pensó el hijo pródigo, pero para su sorpresa, el amor del Padre amoroso era más grande que sus fallas, que excede cualquier error o pecado que tengamos. ¡El amor de Dios es incondicional!: “Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.” (Romanos 5:8)

El desobediente hijo pensaba que el amor de su padre había disminuido, porque él había fallado al alejarse y al gastar toda su herencia en una vida de libertinaje... Volvió a su casa arrepentido, pensando que ya no merece ser hijo, esperando encontrar un lugar entre los sirvientes de la familia…

Quiero que imagines el encuentro: la alegría del muchacho, cuando su Padre lo abraza y lo recibe con alegría, con lágrima en los ojos, un abrazo de amor y una fiesta; en vez de regaño el por qué su desobediencia y rebeldía, el padre lo recibe con honores. Sin duda, lo que ha hecho el hijo merecía castigo.

¿Alguna vez has pensado que Dios es igual que el ser humano, cuando uno comete alguna falla? Seguramente tu papá terrenal te preguntaría el por qué lo has hecho y por eso vas a recibir un regaño y castigo… Y ¿qué piensas que hace Jesucristo contigo? Él no te pregunta el por qué has hecho, ni te rechaza (Juan 6:37). Él te espera con brazos abiertos para perdonarte y decirte: “… Yo te voy a dar descanso.” (Mateo 28:11), y por último te dice estas hermosas palabras: “… ¿acaso puede una madre olvidar o dejar de amar a su hijo? Y aunque ella lo olvidara, yo no me olvidaré de ti.” (Isaías 49:15).


La parábola que narró Jesús trata de un Padre amoroso que todos debemos conocer, que Él no da a las personas lo que merecen: “Dios mío, tú eres bueno y sabes perdonar; ¡qué grande es tu amor por los que te buscan!” (Salmos 86:5). Dice también: “No hay otro Dios como tú... Tú perdonas nuestra maldad y olvidas nuestro pecado. Tan grande es tu amor por nosotros que tu enojo no dura para siempre.” (Miqueas 7:18). Por último el texto bien conocido, que encierra todo el amor de Dios en Juan 3:16, dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

Un amor basado en nuestra conducta, nos mantendría alejados de Dios y preguntándonos constantemente: ¿He hecho bien? ¿He hecho lo suficiente? ¿Tendré que hacer más?... En Cristo Jesús desaparecen esas preguntas, a nuestro corazón vienen palabras de amor y seguridad en los amorosos brazos de nuestro Salvador: “Y cuando la encuentra, la pone en sus hombros” (Lucas 15:5). Él ha venido a salvar al pecador perdido: Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.” (Lucas 19:10).

Nuestra salvación, no depende de lo que hacemos o nuestra conducta intachable ante los hombres, la gracia de Dios es un regalo inmerecido. Así dice la palabra de Dios: “Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios. Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló. La salvación de ustedes no es el resultado de sus propios esfuerzos. Por eso nadie puede sentirse orgulloso.” (Efesios 2:8-9). Entonces, ¿qué tenemos que hacer para ser salvos? ¡Nada! Solo correr a los pies de Jesucristo y recibir esa salvación: “… Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16:31).

Nuevamente quiero que hagas volar la imaginación, lo que fue la vida del hijo pródigo cuando se alejó de su padre en una vida de libertinaje y cuando volvió arrepentido: Las lágrimas de alegría del papá, la sonrisa del papá, la fiesta por su regreso al hogar y la ropa nueva de gala. Él no se alojó con los criados ni se puso a trabajar con ellos. Fue recibido como hijo amado del hombre más rico de esa región de la tierra, con todos los privilegios que eso consistía.


¿Estás imaginando lo que es ser recibido por nuestro Padre Celestial? Cuando te arrepientes y vuelves a los pies de Jesucristo en busca de perdón, recibes esos honores, que en ninguna parte de este mundo  encontraremos. ¡Aleluya, bendito sea el Dios misericordioso! Su palabra dice que hay fiesta, nada menos en el cielo. ¡Qué alegría!: “De la misma manera, los ángeles de Dios hacen fiesta cuando alguien se vuelve a Dios.” (Lucas 15:10).

Los creyentes se convierten en hijos preciosos y amados del Señor: “Yo seré para ustedes como un padre, y ustedes serán para mí como mis hijos y mis hijas. Esto lo afirmo yo, el Dios todopoderoso.” (2 Corintios 6:18). Cuando Dios mira a sus amados hijos, no se concentra en sus obras, errores, faltas o pecados. Él mira la obra perfecta de Su amado Hijo Jesucristo en nosotros, quien murió y pagó nuestros pecados.

Ya no somos deudores ante Dios, ya está cancelado y no necesitamos recordarlo más. ¡El sustituto perfecto es Jesucristo! ¡Solo en Él nos convertimos en los herederos del reino de Dios! Por la obra perfecta de Jesucristo tenemos la misma herencia que Él, nuestro hogar que prepara Cristo nos espera, allí ya no habrá más llanto ni dolor (Apocalipsis 21:3-4).

No importa cuán lejos te hayas alejado del Señor, no esperes más, en este momento apresúrate y arrodíllate a los pies de Jesucristo, solo en Él somos bienvenidos si lo buscas de todo corazón. La Biblia nos dice: “El amor del Señor no tiene fin, ni se han agotado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad!” (Lamentaciones 3:22-23). 

A pesar de nuestros pecados o de nuestras malas decisiones, los brazos de nuestro Padre Celestial están extendidos hacia a ti, no se han acortado (Isaías 59:1). Los brazos de nuestro Salvador Jesucristo están siempre abiertos, aunque somos rebeldes y pecadores (Romanos 10:21). Amén.


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