¿TE ACUERDAS DE TU PASTOR?

 ¿TE ACUERDAS DE TU PASTOR?

 


En esta oportunidad mis palabras van para los líderes de la iglesia… En el cuerpo de Cristo cada uno tiene su propio “don” (cualidad o habilidad), nadie es superior a nadie y en medio de esos dones que Dios ha equipado la iglesia, está el “don de pastor”... Lamentablemente este cargo por muchos es olvidado.

 En este año 2021 voy a comenzar escribiendo para mis consiervos, para los pastores que trabajan incansablemente en la Iglesia de Jesucristo y al mismo tiempo exhortarles a los miembros de la iglesia, a que se acuerden de sus pastores y no olviden, que ellos tienen una responsabilidad muy grande, son llamados para cuidarles y alimentarles espiritualmente.

 Cuando hablamos del nombre “pastor”, nos lleva nuestra imaginación, a la persona que cuida de las ovejas y la palabra de Dios dirigiéndose a la persona que cuida de la Iglesia, lo llama: “pastor”, “anciano”, “obispo” o “líder” de la iglesia, y a este obrero de Dios, el Señor, le dice: “Ustedes deben cuidarse a sí mismos, y cuidar a los miembros de la iglesia de Dios. Recuerden que el Espíritu Santo los puso como líderes de la iglesia, para que cuiden a todos los que Dios salvó por medio de la sangre de su propio Hijo.” (Hechos 20:21).

 Cada “oveja” es muy diferente, algunas ovejas te sacan lágrimas y te hacen sufrir… Como alguien me decía: “¿Por qué el pastor se preocupa y llora por una persona que no es su hijo, ni siquiera su familia? ¿Por qué, no lo deja?; si quiere perderse, ¡que se pierda!” Para las personas que opinan de este modo, es tan difícil entender este llamado especial… La Iglesia es parte de nuestra familia, Dios nos ha encargado cuidar como si fueran nuestros hijos, nos ha encomendado alimentarles con la bendita palabra de Dios.

 


A pesar de la dedicación y el arduo trabajo que realiza el pastor, en algunos casos, es menospreciado y olvidado. Incluso es cuestionado, exigido, observado y mal pagado… Al respecto, leí en internet una reflexión dirigido a la Iglesia, con el título: “AME A SU PASTOR”, dice así:

¿Quién tiene la culpa? El pastor.

¿Quién no puede equivocarse? El pastor.

¿Quién no sufre? El pastor.

¿Quién debe cuidar la iglesia? El pastor.

¿Quién debe aguantar rabietas? El pastor.

¿Quién debe orar por los perdidos? El pastor.

¿Quién debe recibir a los perdidos? El pastor.

¿Quién no se puede enojar? El pastor.

¿Quién debe tener visión? El pastor.

¿Quién no debe ser inexperto? El pastor.

¿Quién no puede faltar a la iglesia? El pastor.

¿Quién debe visitar diariamente? El pastor.

¿Quién no debe tener un buen coche? El pastor.

¿Quién debe enseñar sin fallar? El pastor.

¿Quién debe tener soluciones? El pastor.

¿Quién no debe enfermarse? El pastor.

¿Quién debe pagar los gastos médicos del pastor? El pastor.

¿Quién debe tener todas las respuestas? El pastor.

¿Quién debe abrir misiones? El pastor.

¿Quién debe atenderlas? El pastor.

¿Quién debe atender mis necesidades? El pastor.

... Pero... ¿Quién se hará cargo del pastor?

Algunos dirán: Dios.

Otros dirán: Dios.

Los quejumbrosos dirán: Dios.

Los chismosos dirán: Dios.

Los que no aportan dirán: Dios.

Los que critican dirán: Dios.

Los de “la senda antigua” dirán: Dios

Los que señalan dirán: Dios.

Pero, los que de verdad han entendido lo que dice la palabra de Dios, dirán: LA IGLESIA NO OLVIDA A SU PASTOR… La palabra de Dios, dirigido a la Iglesia, dice: Amados hermanos, honren a sus líderes en la obra del Señor. Ellos trabajan arduamente entre ustedes y les dan orientación espiritual. Ténganles mucho respeto y de todo corazón demuéstrenles amor por la obra que realizan. Y vivan en paz unos con otros.” 1 (Tesalonicenses 5:12-13). Dice también: “Obedezcan a sus líderes, porque ellos cuidan de ustedes sin descanso, y saben que son responsables ante Dios de lo que a ustedes les pase. Traten de no causar problemas, para que el trabajo que ellos hacen sea agradable y ustedes puedan servirles de ayuda.” (Hebreos 7:17).

 Hermano en Cristo, a ti te pregunto: ¿Oras por tu pastor? ¿Ayudas en el trabajo que realiza? ¿Alguna vez has dado palabras de consuelo? ¡Porque, no conoces exactamente sus necesidades, sus luchas, sus cargas! ¡Ellos también sienten, sufren, se enferman! y también a veces quieren tirar la toalla, lloran por sus “ovejas”, sufren como tú u otros.

Es verdad, hay personas que se hacen llamar “pastores”; pero, destruyen la obra de otro pastor, esta persona está en contra de Dios, es mentiroso y trabaja por rivalidad o por vanagloria: “Es cierto que algunos predican acerca de Cristo por celos y rivalidad, pero otros lo hacen con intenciones puras. Estos últimos predican porque me aman, pues saben que fui designado para defender la Buena Noticia. Los otros no tienen intenciones puras cuando predican de Cristo. Lo hacen con ambición egoísta, no con sinceridad sino con el propósito de que las cadenas me resulten más dolorosas.” (Filipenses 1:15-17).

Si te han dicho: “Esa enseñanza de esa iglesia está mal y les está engañando”, esa afirmación ya está equivocado y esa persona está predicando como dice Su palabra, por rivalidad y celos. Mejor es alejarse de esa clase de mensajeros: “El mensajero malvado te mete en problemas; el buen mensajero te saca de ellos.” (Proverbios 13:17). Dice también: “Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra. Imponen mandamientos muy difíciles de cumplir, pero no hacen ni el más mínimo esfuerzo por cumplirlos.” (Mateo 23:3-4). 

Un día vamos a dar cuentas a Dios, por todo lo que estamos diciendo y haciendo en esta tierra. Dios juzga y sólo Él es Juez justo, mejor es callar y seguir predicando. Porque no hay tiempo para peleas, los días son malos y pasan demasiado rápido, apenas hay tiempo para orar y predicar.

 

Cuando nuestro Señor Jesucristo se refiere a sus amados siervos, a quienes los ha llamado a trabajar en su Iglesia, en Isaías 52:7 les dice: “Que hermoso es ver al que llega por las colinas trayendo buenas noticias: noticias de paz, noticias de salvación, y le dice a Jerusalén: ¡Tu Dios reina!Y en Juan 13:20, el mismo Dios, dirigiéndose a su iglesia, dice:Si alguien recibe al que yo envío, me recibe a mí. Y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió.” 

Escuchando estas hermosas palabras llenos de verdad, entendemos perfectamente nuestro llamado… Aunque en este mundo no tengamos premio, la mayor ganancia, nos espera en el cielo, Jesucristo ya ha preparado para sus siervos...“Querido y apreciado consiervo, tan inmenso y glorioso es el consuelo contenido en las palabras que he citado anteriormente, que si tuviésemos abiertos nuestros ojos espirituales para  percibir y aceptar esas palabras, arrojaríamos afuera todas nuestras angustias… Personalmente, ya no deseo nada más. Que Dios haga conmigo lo que le parece mejor. Sí, que todos los espíritus  malignos y la gente  perversa intenten hacerme lo que se les antoje. Ya no tengo miedo, porque mi Padre Celestial me cuida”. 

Somos siempre el blanco de todos los dardos encendidos del diablo,  este implacable enemigo que constantemente trata de arrebatarnos la paz por medio de tentaciones, tribulaciones, y toda clase de mentiras. Tal es así, que los siervos de Dios muchas veces no tenemos reposo, ni de día, ni de noche.

 


¿A qué recurso hemos de recurrir entonces? ¿En qué hombro apoyar nuestra atormentada cabeza? ¡Sólo en el Señor Todopoderoso que dio su vida por nosotros: JESUCRISTO!... A veces pensamos: “¡Ojalá pudiera  ver qué va a resultar de esta situación!” Pero, no estás solo, entiende que el Señor está a tu lado, su palabra lo dice así: “… ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te mando. No les tengas miedo, pues de lo contrario te haré temblar de miedo cuando te enfrentes a ellos. Yo te haré tan fuerte como un poste de hierro, como un portón de bronce, como una ciudad amurallada… Esa gente peleará contra ti, pero te aseguro que no te podrán vencer, porque yo estaré a tu lado para cuidarte”. (Jeremías 1:17-19) 

Lamentablemente es aquí donde salta inmediatamente nuestro “viejo hombre” en nuestro pecho, nuestro corazón incrédulo; es ahí, nuestra mente entenebrecida se opone, razonando: “¿Dios está conmigo?” A nuestra mente le parece imposible que Dios esté con nosotros, justo en esos momentos difíciles. Pero, lo que importa aquí es nuestra misión, a donde hemos sido llamados y el resto lo hará nuestro amado Salvador Jesucristo: “Pero él (Jesucristo) se acercó y les dijo: Dios me ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo. Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. YO ESTARÉ SIEMPRE CON USTEDES, HASTA EL FIN DEL MUNDO.” (Mateo 28:18-20). 

Amado consiervo, tú tienes un llamado especial y eres portador de las “Buenas nuevas de Jesucristo” ¡Eres obrero de Dios! Entonces, cree en esas palabras y trabaja en donde Dios te ha puesto. Nunca te faltará fuerzas, ni ropa, ni comida: “… los que confían en Dios siempre tendrán nuevas fuerzas. Podrán volar como las águilas, podrán caminar sin cansarse y correr sin fatigarse.” (Isaías 40:31). Dice también: “Dios bendice a los que en él confían. Ustedes, pueblo de Dios, vengan y prueben su bondad; verán que a quienes lo adoran nunca les falta nada. Los ricos pasarán hambre, pero a los que confían en Dios nunca les faltará nada bueno.”  (Salmos 34:10). Amén.



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