EL MEJOR REGALO DE LA NAVIDAD
Comenzaré contando la anécdota de Alejandra, ya había compartido
en el último mensaje de mi Blog, dice:
“Era la clásica Noche buena y como todos los años, a las 00:00 nos entregamos
los regalos. Como es común empecé a abrir todo regalo que llevara mi
nombre, un notebook, un reloj, una cartera… Hasta que al abrir uno de los
regalos me topé con un tristísimo “gato japonés” de la suerte (los clásicos que
mueven el brazo arriba y abajo sin cansarse). El caso es que ni siquiera
se me ocurrió preguntar de quién venía tan gracioso regalo y lo dejé pasar.
Al cabo de unas semanas, el gato ya estaba en la basura después de alguna de
las limpiezas navideñas de mi madre.
En junio, por mi cumpleaños, charlando con mi tío, me preguntó qué había hecho
con los quinientos euros que me regaló en Navidades y que si me había gustado
el detalle de esconderlos dentro del gato. Me sentí paralizada y se me enfrió
todo el cuerpo…”
A veces como
Alejandra pensando que no es importante el regalo en la Navidad, hemos perdido
el contenido del regalo que Dios nos ha enviado… La fecha del
nacimiento de nuestro Salvador no importa. Se estima que fue en el mes de
Septiembre más o menos, pero, la gran parte de los cristianos celebramos en
Diciembre.
En Mateo 1:21, en la versión Traducción en Lenguaje
Actual, dice: “Cuando nazca el niño, lo llamarás Jesús. Él va a salvar a su
pueblo del castigo que merece por sus pecados.” La pregunta de todo ser humano es: ¿De qué
me va a salvar? Y la palabra de Dios ha respondido a esa interrogante, “… del
castigo…”
El hombre sin Cristo va camino al ¡castigo eterno, al
infierno! Jesucristo vino a rescatarnos de ese terrible sufrimiento que se
aproxima por causa del pecado, el pecado corrompió nuestras almas y nos robó nuestra
libertad. Y mediante el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo nos dio
salvación y vida eterna a todo el que crea en Él.
En Colosenses
2.13-14, dice: “Antes, ustedes estaban muertos, pues eran pecadores y no formaban
parte del pueblo de Dios. Pero ahora DIOS LES HA DADO VIDA JUNTO CON CRISTO, y
les ha perdonado todos sus pecados...” Eso es la alegría que desborda
en el corazón de cada cristiano. ¡En Navidad recordamos y recibimos ese regalo
precioso! ¡El Salvador vive en tu corazón! ¡Dios Padre nos envió a su único Hijo
Jesucristo en nuestro rescate!
Uno de los
anuncios que Dios dio por medio de sus ángeles a los pastores, fue lo
siguiente: “… No tengan miedo. Les
traigo una buena noticia que los dejará muy contentos: ¡Su Salvador acaba de
nacer en Belén! ¡Es el Mesías, el Señor! Lo reconocerán porque está durmiendo
en un pesebre, envuelto en pañales.
De pronto, muchos ángeles aparecieron en el cielo y alababan a Dios
cantando: ¡Gloria a Dios en el cielo, y paz en la tierra para todos los que
Dios ama! Después
de que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
¡Vayamos corriendo a Belén para ver esto que Dios nos ha anunciado! Los
pastores fueron de prisa a Belén, y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre.
Luego salieron y contaron lo que el ángel les había dicho acerca del niño.
Todos los que estaban allí se admiraron al oírlos. María quedó muy impresionada por todo lo que estaba
sucediendo, y no dejaba de pensar en eso. Finalmente, los pastores regresaron a cuidar sus
ovejas. Por el camino iban alabando a Dios y dándole gracias por lo que habían
visto y oído. Todo había pasado tal y como el ángel les había dicho.” Lucas
2:8-20 TLA).
Así vino nuestro
Salvador y eso recordamos en la Navidad… Aunque muchos cristianos saben que vino
a rescatarnos, pero, todavía tienen preguntas en cuanto a su seguridad eterna:
¿Nuestra salvación depende de nuestra conducta? ¿Nuestra salvación depende de
lo que vamos a hacer para recibirlo?
La respuesta a esas
dos preguntas, es la noticia que nos llena de gozo en esta Navidad, cuando aún éramos
enemigos de Dios, muertos en nuestros pecados, Jesucristo nos dio vida
¡aleluya, alabado sea por siempre nuestro Dios Todopoderoso! Su palabra dice: “Y Él
os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”
(Efesios 2.1).
Estuvimos bajo
el juicio de Dios, y destinados a la separación eterna, condenados a la muerte.
Ninguna cantidad de buenas obras, de arrepentimientos, o de buena conducta
podrían haber cambiado nuestra condición pecaminosa. Era necesaria una solución
divina. Sabiendo esto, nuestro Padre celestial proveyó lo que necesitábamos por
medio de su Hijo Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna.” (Juan
3.16).
El día que hemos
visto nuestra triste realidad, perdidos al castigo eterno, hemos acudido a la
ayuda de Dios, pusimos nuestra mirada en Cristo y nuestra situación cambió de
condenación y muerte, a perdón y vida: “De
cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”
(Juan
5.24).
Recibimos una nueva naturaleza que quiere agradar a Dios, y fuimos adoptados en
su familia: “De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
(2 Corintios 5.17).
Aunque nuestra
conducta no es de lo mejor, por causa de nuestra naturaleza, los errores que
cometamos nos ponen en peligro nuestra salvación, pero, Dios nos ama. Entonces
recuerda siempre que no son nuestras acciones que nos salvan, sino la obra de
Cristo en la cruz lo que cambió nuestra condición.
En Romanos 8:32, en la versión Traducción en
Lenguaje Actual, dice: “Dios
no nos negó ni siquiera a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, así
que también nos dará junto con Él todas las cosas.”
En esta Navidad, nuestros corazones tienen que rebozar de gozo, si tenemos entendimiento espiritual
para comprender lo que se nos dice aquí. Porque, aquí tenemos una prueba del incomparable amor y misericordia de Dios.
Y la prueba de ese amor, dice el apóstol, consiste en que por nuestra
causa, Dios no ha retenido a su propio Hijo, sino que lo ha entregado por
todos nosotros.
Esta prueba del amor de Dios nos resultará aún mayor si entendemos y reflexionamos
sobre lo que las palabras: “No ha escatimado” sino que “lo entregó” significan. Ellas nos hablan del propósito que tuvo la entrega del Hijo. Cuando el apóstol dice que Dios no escatimó a su propio Hijo, en
primer lugar está diciendo que se trató de un sacrificio. Fue algo doloroso para Dios entregarnos
a su propio Hijo para sufrir y morir. Fue como si Dios le negara su
amor a su único Hijo. Y al hacer esto nos ha
dado una prueba indiscutible de su misericordia hacia la humanidad.
Aquí se
revelan dos cosas importantes sobre el amor de Dios. Lo primero es que todos,
sin excluir a nadie, estamos incluidos en la redención de Cristo; con su sangre Él ha pagado los pecados de todos y nos ha rescatado de las garras de la muerte y del diablo. Todos pueden y deberían recibir este regalo precioso y tan grande para el ser humano, la gracia
de Dios en su Hijo, y ser salvos.
Lo segundo es que
Cristo
vino para
todos,
incluyendo al peor
de los pecadores. La conclusión es que
la gracia
de Dios (el regalo de Dios sin merecerlo), es totalmente fuera de nuestros méritos u
obras humanas. Por ello, se trata
de un amor incondicional. Pensemos frecuente y profundamente en estas cosas.
El mejor regalo que alguien puede recibir en esta
Navidad es eso: ¡A JESUCRISTO! Pues Él quiere ser tu amigo, hermano; está
esperando que abras tu corazón: “He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré
a él, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis
3:20 SRV-BRG). ¿Le abrirás la puerta de tu corazón? La respuesta la
tienes tú.
No importa si asistes a la iglesia, pero te has dado
cuenta que necesitas descansar en Él, porque estás cansado con tantas
inseguridades en tu vida y peor si te han exigido perfección, la solución es
este regalo en esta Navidad. La invitación te hace el mismo Señor y te dice muy
personal: “Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí,
y yo los haré descansar.” (Mateo 11:28
TLA). ¡La respuesta te la dejo a ti! Amén.
¡FELIZ NAVIDAD Y BENDECIDO 2021!
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