¿ESTÁS SEGURO QUE TIENES BUENA RELACIÓN CON DIOS?
¿ESTÁS SEGURO QUE TIENES BUENA RELACIÓN
CON DIOS?
Una mañana en nuestro
devocional acostumbrado, meditamos en el texto de 1 Pedro 5:8, dice: “Sed
sobrios, y velad.” Un importante
texto para tomar en cuenta, los que creemos y seguimos a Jesucristo nuestro
Señor. Depende de esto, nuestra victoria en esta vida: “Mas a Dios gracias, el cual nos
lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús…” (2 Corintios 2:14).
Somos triunfadores en Cristo y no en nuestra sabiduría, ni en nuestras
habilidades.
Entonces, ¿qué significa velar? Significa que estemos despiertos espiritualmente, que nuestra mirada espiritual no se aparte de Cristo (Hebreos 12:2); de esa manera estaremos a salvo de cualquier peligro, porque transitamos por caminos peligrosos y llenos de obstáculos; estamos de paso por este mundo, rumbo a nuestro hogar eterno.
En este peregrinaje hay muchas dificultades que tenemos que lidiar cada día y para tener victoria sobre estos obstáculos, necesitamos a la Persona que venció: Él es Jesucristo. Con nuestras fuerzas no vamos a poder lograr, es demasiado para nosotros… El cristiano fácilmente puede descuidar y caer en la pereza, conformarse a esta vida y perderse poco a poco.
En este momento a causa de la flojera cuántos hijos de Dios están perdiendo su fe, debido al descuido espiritual, porque esta dejadez les lleva al abandono de las armas espirituales y les expone a la destrucción del enemigo; sabemos que nuestra pelea no es contra personas que podemos ver o palpar. Nuestra pelea es: “… contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.” (Efesios 6:12 NTV).
¡Qué peligroso! ¿Verdad? Este enemigo no está quieto, sino su trabajo es inactivar a cristianos fieles a Dios, va buscando una oportunidad para “atacar”; La palabra de Dios dice que este enemigo, da vueltas y vueltas alrededor nuestro, para ver la oportunidad de atacarnos: “¡Estén alerta! Cuídense de su gran enemigo, el diablo, porque anda al acecho como un león rugiente, buscando a quién devorar.” (NTV). ¡No demos oportunidad al enemigo!
Las oportunidades que damos al enemigo son, cuando hay en nosotros falta de alimentación espiritual, la alimentación de la fuente inagotable que viene de Jesucristo, nos exponemos al peligro, sin ninguna protección. ¡Nos alejamos de nuestro refugio seguro! Dejamos de: Leer la palabra de Dios, hablar y escribir acerca de Cristo. Todo esto se hace aburrido, porque ya estamos lejos de nuestra paz que es Cristo en nosotros.
Antes de caer en las garras del enemigo, nuestro ser se deleitaba y tenía hambre y sed de escuchar a Dios, hablar con Él en oración, todas las cosas espirituales eran muy importantes y reales, la fe en Jesucristo era el todo de nosotros. Pero, cuando el enemigo gana la batalla, todo cambia.
Por la flojera muchos han descuidado lo más importante: el ejercicio espiritual y por lo cual, han dejado a un lado esa hermosa relación con el dador de la vida, nuestro Salvador... La fe fue perdiendo importancia… Tal vez surgieron algunos inconvenientes, o nuevas atracciones, que el diablo presentó como más importantes en su vida.
El enemigo los atrajo y les ha hecho creer, que ya saben todo lo que hacía falta y no necesitan leer la Biblia, asistir a la iglesia, y podían conformarse con recordar esas cosas sin necesidad de esos ejercicios espirituales. Con este pensamiento se han convertido en autosuficientes y confiados en su razonamiento y pareciera que están contentos con esa vida.
Si el enemigo (diablo) ha logrado apartar tu alma de la Palabra de Dios, entonces él puede hacer lo que le da la gana con tu vida y llevarte adondequiera, e inspirarte lo que quiera. Eso es lo que quiso el enemigo y lo logró… Ese es el acceso a todos los caminos equivocados, que llevan a la perdición y sufrimiento.
Pronto las
personas no ven más pecados en sus vidas que los censurados por la razón; no
creen más en muchas cosas que dice la Palabra, aceptan sólo lo que juzgan
razonable. La conciencia de pecado se apaga, y comienzan a confiar en sus
méritos propios para sentirse tranquilos. De esta manera recaen a su estado
natural y lo peor se comparan con otros y dicen que no son tan malos como otros.
Apreciados hermanos despierten, cuidado con caer en las garras del enemigo, atentos a la negligencia para con la Palabra de Dios, y la falta de atención a la voz del Espíritu, son defectos que se relacionan con la pereza espiritual. Al principio el alma quería hacer todo lo que el Señor le pedía. Le interesaban todas las tareas cristianas. Es cierto que no era capaz de cumplir todo; sin embargo, era su intención, y se empeñaba en cumplir.
Consideraba pecado cualquier tipo de falta; lamentaba sus faltas ante Dios, pedía perdón y fuerzas para corregir. Pero luego implantó un patrón de conducta propio, decidiendo vivir a su manera, ignorando completamente todo lo demás. Así, ya no piensa en lo que Dios ordena; y mucho menos se esfuerza por cumplir... Y al no tratar de superarse, la consecuencia natural de ese conformismo es no reconocer más sus faltas, ni arrepentirse. Solamente llegará a ser tan “bueno” o “santo” como él mismo se propuso ser.
Rosenius, dice: “Esta satisfacción con uno mismo proviene de
la pereza, y de la negligencia para considerar la santidad de Dios y la
profundidad espiritual de sus Mandamientos. Entonces, cuando el hombre está
satisfecho consigo mismo, e ignora sus culpas y defectos, ¿qué queda de su fe y
vida espiritual? ¿Qué queda de Cristo en su vida? Es sólo una figura
imaginaria, un modelo de santificación, pero ya no es el Abogado defensor ante
el Padre.”
Rosenius, sigue diciendo: “A esta persona, Cristo todavía puede parecerle un Rey al que debiera reconocer, adorar y honrar, pero no tan valioso e indispensable, ni como la única Justicia que le puede cubrir ante Dios. En resumen: el Salvador Jesucristo perdió para él su valor real; dejó de ser la vida y el aliento de su corazón, y sigue existiendo sólo en su imaginación, y de boca para fuera. Cuando se perdió la primera parte: La conciencia del pecado y el arrepentimiento, la segunda y tercera parte: La justificación por la fe en Jesús, y la santificación en gratitud a Él, no son genuinas. El cristiano entonces, se convierte en un fariseo.”
Otra consecuencia lamentable de la pereza espiritual es el vacío que se crea en las almas; el libertinaje, en el principio le parecía impuro; ahora el aburrimiento y la indiferencia, le abren las puertas al diablo y a sus secuaces. Ya no hay lucha por la santificación, ni deleite en la victoria sobre la maldad, ni conciencia de pecado, ni sentido de culpa, ni invocación al Señor, ni aprecio por la gracia de Dios... en fin: No hay más ejercicio en la piedad cristiana.
Rosenius, dice: “Estas personas piensan que han conocido
perfectamente el cristianismo, que este ya no les ofrece nada especial, y sólo
puede producirles fastidio y cansancio. Cristo describe este estado diciendo
que el espíritu inmundo vuelve a la casa de donde salió, y la encuentra barrida
y adornada” “De modo que regresa y
encuentra que su antigua casa está barrida y en orden. Entonces el
espíritu busca a otros siete espíritus más malignos que él, y todos entran en
la persona y viven allí. Y entonces esa persona queda peor que antes”. (Lucas 11:25).
Me gusta lo que Rosenius explica: “El diablo vuelve y le ofrece al alma que está fastidiada del cristianismo, algo para aliviarle ese fastidio: Una pasión, un bien material, o un placer sensual, muy atractivo y cautivante, aparentemente libre de cualquier peligro. Esto, lógicamente, resulta muy agradable después del vacío creado por la falta del ejercicio de la fe.”
Algo que no debemos olvidar, el corazón humano siempre quiere estar lleno de algo, cuando se siente vacío, busca con qué llenar: Tener algún tesoro, disfrutar de alguna compañía. Cuando falta el verdadero tesoro, cuando no está lleno con la palabra de Dios, falta el deleite en la gracia de nuestro Señor Jesucristo, la comunión con Dios y el privilegio de llamarle: “¡Padre!” Cuando todo esto falta busca en lugares equivocados.
Cuando todo eso
ha cesado... las dichas nuevas son atractivas y bienvenidas, y el corazón se empapa
con lo que el diablo le ofrece, como la tierra seca se impregna con el agua.
Por medio de una fuerte pasión, o mediante la amistad del mundo, la fama o las
riquezas, o cualquier otra idolatría pasajera, el espíritu maligno “fuerte
y armado” vuelve “con otros siete espíritus peores que él, y
entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que
el primero” (Lucas 11:21, 26).
Sabemos que, el enemigo no conoce amor, perdón, misericordia; él solo conoce venganza, odio, maldad, etc. Jesucristo, dijo: “El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir…” (Juan 10:10 DHH). Esas personas atrapadas por el enemigo, cuando las cosas andan mal, echan la culpa a alguien o a Dios mismo: “La gente arruina su vida por su propia necedad, y después se enoja con el Señor. (Proverbios 19:3 NTV). Todo cristiano renegado tiene que culparse sólo a sí mismo de su flojera y dejadez espiritual.
No olviden que cada uno de nosotros somos pasajeros, no somos de este mundo; rato menos pensado partimos de esta tierra, nos iremos a nuestra patria celestial, y mientras tanto no descuidemos nuestra relación con Jesucristo, porque cada día enfrentamos duras batallas, nosotros solos no podremos vencer, necesitamos de la persona que nos ama y protege, Jesucristo… Él vive y reina en su trono, es nuestra fuerza cada momento de nuestro diario vivir. Amén.
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