¿ESTARÍAS DISPUESTO A CAMBIAR POR TU FAMILIA?
¿ESTARÍAS DISPUESTO A CAMBIAR POR TU
FAMILIA?
Hoy nuevamente
quiero tocar sobre el matrimonio, la pregunta es tal vez muy fuerte, pero
pienso que este mal se debe tratar tal como es, porque a muchos nos espanta y
duele… Esposas e hijos llorando impotentes sin poder hacer nada… Lo peor, el
dolor causado es por la cabeza del hogar, quien debería dar protección y
cuidado a su familia, es la persona que les maltrata en todo aspecto…
Como papá, en este momento estoy recordando, cuando mis hijas eran pequeñas, he cuidado con tanto amor y aprecio, no quise que nadie les haga daño; y viendo lo que está pasando en nuestra sociedad, veo a muchas esposas llorar en manos de sus llamados “esposos” (verdugos), sufren; qué impotencia para los papás ¿Verdad? Comprendo lo que están pasando. Pareciera que a nadie le interesa, ni hay leyes en nuestro país que ponga fin a esta masacre a la familia…
A esas personas violentas les gusta recibir mensajes escritos a su agrado y a su conveniencia. Pero, cuando alguien escribe en contra de lo que están haciendo, tratan de ignorar, y no saben que el camino que han tomado al final es perdición y sufrimiento, al final morderá como la serpiente y dolerá mucho más de lo que están haciendo sufrir ahora...
Muchos de nosotros desde pequeños hemos presenciado esa triste realidad… Recuerdo con dolor el maltrato que recibía mi amada madrecita, de parte de mi padre; esa escena hasta ahora no se borra de mi mente, un trauma que me hace sufrir, recordar esos momentos macabros me trae lágrimas… Hoy en día muchos piensan que esa debe ser la vida del matrimonio y practican lo mismo, siguen el mismo patrón de sus padres.
Aún recuerdo
padres que presencian a sus hijos en el libertinaje (mujeriegos), se alegran y se
sienten orgullosos, y dicen: “Mi hijo es
hombrecito o “macho”, que cuiden a sus hijas”. Piensan que toda esa actitud negativa es
normal…
Como hombre me dirijo a esos hombres, que están seguros y piensan que están haciendo lo correcto, antes que sea tarde, les aconsejo que escapen del lazo del engañador… Antes que digan: “…No me trae ningún placer vivirlos. Hazlo ahora, cuando aún no se apaga la luz del sol, de la luna y de las estrellas, y cuando aún hay nubes después de la lluvia. Llegará un día en que tiemblen los guardianes del palacio y se doblen los valientes; quedarán tan pocas molineras, que dejarán de moler; las que miran por las ventanas, comenzarán a perder la vista. Cuando llegue ese día, se cerrarán las puertas que dan a la calle; el ruido del molino se irá apagando; las aves dejarán oír su canto, pero las canciones dejarán de oírse; la altura causará miedo, y en el camino habrá peligros.” (Eclesiastés 12:1-5 DHH). ¡Pocas palabras para el mejor entendedor!
Dejen esa mentira del diablo que les está llevando a más sufrimiento. Tú que estás con esa actitud, ¿piensas escapar del sufrimiento que te sobrevendrá? No podrás nunca escapar, lo que siembras vas a cosechar (Gálatas 6:7), porque hay un Dios todopoderoso que está viendo todo, ¿A dónde escaparás de Él?: “¿A dónde podría ir, lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiría, lejos de tu presencia? Si yo subiera a las alturas de los cielos, allí estás tú; y si bajara a las profundidades de la tierra, también estás allí; si levantara el vuelo hacia el oriente, o habitara en los límites del mar occidental, aun allí me alcanzaría tu mano; ¡tu mano derecha no me soltaría! Si pensara esconderme en la oscuridad, o que se convirtiera en noche la luz que me rodea, la oscuridad no me ocultaría de ti, y la noche sería tan brillante como el día. ¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!” (Salmos 139:7-12 DHH).
Alguien dijo: “La base de la sociedad, es la familia; Si la familia anda mal, la nación entera anda mal.” Eso es verdad, es lo que estamos viendo en la sociedad boliviana, de alguna manera muchos hombres lo que están haciendo es una aberración, están mutilando la verdadera familia… Se está perdiendo la verdadera familia, donde se disfruta la felicidad verdadera con la pareja y con los hijos. ¡La familia es tan importante en la vida de una persona!
El hombre lo único que tiene en esta vida es su familia. Es el único apoyo y bienestar en la vida y el todo del hombre. Quien pierde a su familia, pierde todo, porque Dios es quien ha formado a la familia para bien de sus integrantes (papá, mamá he hijos)...
Pero, si pierde a su familia es la persona más desdichada y miserable, abandonada sin nadie… La juventud se va, los amigos se van, papá mamá se va, los hermanos también no pueden completar ese vacío importante, que solo el cónyuge e hijos pueden llenar. No toda la vida somos jóvenes y las fuerzas se acaban.
Para reflexionar quiero hacerte ver, los hijos cuando están pequeños estaban a nuestro cuidado, cuando envejecemos ellos se convierten en nuestros cuidadores. ¿Cómo lo harán si hemos maltratado a su mamá y a ellos también?... Por eso hay muchos ancianos abandonados a su suerte; aunque son sus progenitores pero, no hay ese cariño como deberían tener, lo ayudarán por obligación y no por amor, porque el trauma y recuerdos almacenados en su corazón son tan fuertes y difícil de sacar, porque queda como cicatrices en la vida.
¿Hay solución para este mal? Sí, si estamos vivos, siempre hay una esperanza. Solo Jesucristo podrá sacarte de ese lugar. Él mismo, dijo: “El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10:10 DHH). Jesucristo pagó nuestra deuda para que no seamos esclavos del sufrimiento, más bien disfrutemos de esa vida en abundancia. (Isaías 53:4-8).
Por amor a ti y a mí Jesucristo voluntariamente ofrendó su vida para rescatarnos (Juan 3:16), y en Su palabra encontramos hermosas enseñanzas, para que de verdad disfrutemos de una familia sana, bendecida y feliz, dice: “Maridos, ame cada uno a su esposa y nunca la trate con aspereza.” (Colosenses 3:19 NTV)… ¡Nunca trate con aspereza!
Es verdad que, la
obligación fundamental de la mujer es la sumisión, así como dice 1 Pedro 3:1: “Así
también ustedes, las esposas, sométanse a sus esposos, para que, si algunos de
ellos no creen en el mensaje, puedan ser convencidos, sin necesidad de
palabras, por el comportamiento de ustedes” (DHH)… Pero, sin la
obligación fundamental del hombre hacia su esposa, no será posible para la
mujer cumplir esa obligación.
¿Cuál es esa obligación del marido? Es el amor. “Maridos, amad a vuestras mujeres…” (Efesios 5:25). El apóstol exhorta que el marido debe amar a su esposa. Cuando hay amor del marido a su mujer, todo lo demás sigue automáticamente, la mujer se somete por amor y no por miedo u obligación. ¿Cómo puede someterse la mujer, si el esposo no la ama y es áspero con ella?
Seguramente estás diciendo en este momento: “Yo amo a mi esposa, pero no me entiende.” Pero, ¿sabes qué es amar? El mismo apóstol Pablo nos aclara en 1 Corintios 13:4-7: “El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” (NTV).
En este mensaje, estamos viendo la obligación del marido hacia su esposa, de “amar”; nos concentraremos totalmente en ¡la solemne imagen del marido! En Efesios 5:25,28, dice: “Maridos, AMAD a vuestras mujeres, ASÍ como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella... así también los maridos deben AMAR a sus mujeres COMO A SUS MISMOS CUERPOS. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia.”
¡Hagamos volar
nuestra imaginación, a ese glorioso cuadro! ¡Qué honor para el marido amar a su
esposa, como Cristo ama a su Iglesia! ¡Es el amor más sublime, que Cristo lo
compare con Su amor hacia la Iglesia! Como el Apóstol Pablo dice: “Es mi deseo que experimenten el amor de
Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Entonces serán
completos con toda la plenitud de la vida y el poder que proviene de Dios.”!
(Efesios 3:19).
Rosenius explica este texto, muy acertadamente y con lujo de detalles, dice: “El rasgo más característico del amor de Cristo a la Iglesia es que la ama sin que ella se lo merezca. Cristo nos ama sin dignidad alguna de nuestra parte, sólo gracias a la eterna elección del Padre. Él mismo dice: “Tuyos eran, y Tú me los diste... A los que me diste, Yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición”. “Y nadie los arrebatará de mi mano... Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos” (Juan 17:6,12; Juan 10:28b-29). Así, el marido ha de amar a su esposa por causa de la voluntad del Padre celestial, sin importarle lo perfecta o imperfecta que ella fuese. Debe amarla porque el Padre se la ha dado por esposa…”
Si pensamos que el amor depende de los méritos que debe cumplir la mujer para agradar a su hombre, o debe en su caso cumplir algunas condiciones más favorables al capricho del marido, eso no es amor... Ese aparente amor es solo un espejismo, pasajero, frágil, inconstante y superficial… Si nuestro Señor Jesucristo nos hubiese amado de esa manera, no se habría entregado por nosotros ¿verdad? ¿Ha pensado alguna vez en eso?
El claro ejemplo
del amor de Cristo con la iglesia, dice que nos
hizo uno que Él: “Somos
miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5:30). De la misma manera el marido y su esposa llegaron
a ser uno. Son “una sola carne”. Ya no son dos, sino una sola persona; eso es
el plan de Dios cuando creó al hombre y la mujer.
Recordemos la maravillosa descripción en Génesis 2. Primero dice que Dios creó a la mujer de una costilla que le sacó al hombre. Y cuando éste vio a la mujer, su primera exclamación fue: “¡Esto ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Génesis 2:23). E inmediatamente después tenemos las primeras palabras de Dios referentes a la unión matrimonial, que dicen: “Por tanto, DEJARÁ el hombre a su padre y a su madre, y se UNIRÁ a su mujer, y SERÁN UNA SOLA CARNE” (v.24).
Nuestro Señor Jesucristo mismo explicó sobre este tema, cuando les recordó a los fariseos la inconmovible unión del hombre y su mujer, en el santo estado del matrimonio, diciéndoles: “Así que ya no son más dos, sino una sola carne; por tanto, ¡LO QUE DIOS JUNTÓ, NO LO SEPARE EL HOMBRE!” (Mateo19:6). El apóstol dice que esta es la razón por la que los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos; o sea, como si realmente fuesen sus propios cuerpos.
El versículo que sigue, dice: “El que ama a su mujer, A SÍ MISMO SE AMA. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne” (Efesios 5:28-29). ¿No debiera esta declaración hacer reflexionar a más de un marido, a amar y apreciar más a su esposa? Esto es real y eminente, por eso, cuando la esposa sufre el esposo también sufre, si la esposa se alegra, también el esposo se alegra. ¡Qué misterio bendito!
El amor de Cristo fue un amor de entrega y de abnegado sacrificio. “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25). Más aún: Él la CUIDA y ALIMENTA. Y no sólo eso. Él también la HACE FELIZ; la ANIMA y ALEGRA. Es exactamente lo que también el marido cristiano debe hacer todo lo posible con su esposa, no sólo para sustentarla, sino también para alegrarla y animarla.
La fuerza y
ánimo para la iglesia, viene de Jesucristo, y de igual manera la fuerza para la
esposa e hijos viene del esposo. ¡El “amor” hace todo esto espontáneamente!
Porque el amor conyugal abarca todas esas obligaciones. “¡Maridos, amad a vuestras mujeres!”
Y como Dios conoce la naturaleza de su creación, El apóstol al escribir a los
maridos, agrega “Y no seáis ásperos con ellas” (Colosenses 3:19b).
Es cierto que Dios les dio a los maridos autoridad sobre sus esposas; pero, esto no quiere decir que los maridos pueden ventilar sus enojos como se les antoja; que pueden agredirlas con palabrotas groseras y tratos violentos. ¡No! San Pedro dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, DANDO HONOR A LA MUJER como a vaso más FRÁGIL, y como a COHEREDERAS de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7). ¿Cómo entonces puede el marido romper ese vaso frágil? ¿Cómo puede exigir tanta perfección, ni él mismo es perfecto, que no es capaz de tolerar ninguna falta en ella?
El marido debe ejercer su autoridad “con sabiduría”, siendo ejemplo, porque la cabeza de familia, guía y corrige a su familia con ejemplo propio. El privilegio más grande del marido es, cuando a su familia anima y fortalece. Por ejemplo, dice: “Ánimo fortaleza en el Señor, todo va a ir bien.” Estas palabras llenan de alegría a su familia, él es inspiración para su familia para servir al Señor y para seguir caminando con fortaleza en esta vida. Amén. (Mensaje escrito en base al Devocional “CADA DÍA CON DIOS”)
Gloria Dios
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