NO TENGO PAZ EN MI CORAZÓN… ¿QUÉ PUEDO HACER?
NO TENGO PAZ EN MI CORAZÓN… ¿QUÉ PUEDO HACER?
Al día siguiente recibí otra llamada para una cita para consejería, el problema también era la separación (divorcio), esta vez era un varón de 55 años de edad, que ya estaba separado hace 6 años… Esta persona me dijo: “No tengo tranquilidad, aun voy a la iglesia y no me falta nada. No tengo paz en mi corazón, y ya no puedo vivir así. Dos veces he optado por el suicidio. ¿Qué hago pastor? ayúdeme…” La mayoría de estas personas, viven en la aridez de la vida, no encuentran una tranquilidad, parece que vivieran en pleno desierto donde no hay agua para saciar la sed.
No quiero hablar con dureza para estas personas que ya están sufriendo las consecuencias de sus decisiones… Han quebrantado el pacto que hicieron en su matrimonio delante del Señor... Ellos están agobiados, están pasando por una situación muy difícil, considero y comprendo el sufrimiento que llevan... ¡Duele verlos sufrir!
Este mensaje va dirigido también a aquellos matrimonios que están con miras al divorcio, por infidelidad, vicios, irresponsabilidad financiera, diferencias de carácter, etc, que han llegado a la conclusión que la única solución para sus vidas es separarse.
Por el momento, antes de tomar una decisión, no hagas nada extremo, mejor considera los consejos de Dios y acude a un consejero cristiano… Hazte algunas preguntas de reflexión, como por ejemplo: ¿He agotado todas las posibilidades de solución? ¿Si me separo que viene después? ¿Qué dice la Palabra de Dios al respecto?...
Las palabras de Dios para nosotros, siempre son un consuelo en momentos difíciles, aunque a ti te pueden parecer innecesarias; pero, no hacer caso a Dios, al final puede ser más doloroso: “Delante de cada persona hay un camino que parece correcto, pero termina en muerte” (Proverbios 16:25 NTV). Si no tienes paz en tu corazón por tus decisiones, quiere decir que estás tomando un camino equivocado, una mala decisión es el camino al sufrimiento y ese desconsuelo engloba también a la familia.
Recuerda el pacto que hiciste delante de Dios en tu matrimonio, toda esa promesa la hiciste para Dios, es inquebrantable; la promesa no es a un hombre, sino a Dios y Él no cambia. Por eso, Jesucristo dice: “Como ya no son dos sino uno, QUE NADIE SEPARE LO QUE DIOS HA UNIDO” (Mateo 19:6 NTV). Ningún ser humano tiene derecho a romper un pacto hecho delante de Dios y nadie puede separar lo que Dios ha unido.
El divorcio para nuestro Señor Jesucristo, va en contra de lo que ha establecido para bien de la familia; sabe el Señor -creador nuestro- lo que es mejor para ti y para mí. Jesús dijo que en el matrimonio mi cónyuge y yo somos uno, que no podemos dividirnos… Tomar la decisión de divorciarse va en contra de este plan que Dios ha establecido para el matrimonio, y eso se llama rebeldía y la rebeldía siempre lleva al sufrimiento.
A veces esa decisión está motivada por las emociones del momento que nos lleva a pensar que solo nosotros tenemos la razón, después de un buen tiempo nos damos cuenta que hemos tomado una medida muy equivocada. La Palabra de Dios, dice: “El que es impulsivo actúa sin pensar; el que es reflexivo mantiene la calma. (Proverbios 14:17 DHH).
El odio y el dolor son dos sentimientos que entorpecen nuestra mente y nublan nuestra visión de la realidad. Necesitamos que nuestro ser se revista de amor. Quien puede llenarnos de ese amor genuino, es solo Dios, porque “Dios es amor”. Su Palabra dice: “…el amor viene de Dios. Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios; pero el que no ama no conoce a Dios, porque DIOS ES AMOR” (1 Juan 4:7-8 NTV).
La familia necesita el amor verdadero que viene de Dios; si no hay ese amor, no hay paz en el corazón. En ausencia de este ingrediente principal en la familia, el enemigo se aprovecha para introducir odio y venganza en la familia, luego dominará la ira... La Palabra de Dios, dice: “… el hombre enojado no hace lo que es justo ante Dios” (Santiago 1:20 DHH)… También, dice: “Si se enojan, no pequen; que el enojo no les dure todo el día. NO LE DEN OPORTUNIDAD AL DIABLO” (Efesios 4:26-27).
El que se enoja pierde todo, puede perder su matrimonio, sus hijos, su trabajo, su testimonio. Cuando nos dejamos dominar por el orgullo, odio, el rencor y el dolor, siempre haremos locuras, pero cuando nos dejamos gobernar por el Espíritu Santo de Dios, haremos lo que a Él le agrada y será para nuestro bien.
No deshaga su matrimonio en un momento de enojo, cálmese y piense bien las cosas que va a hacer, considere bien su decisión. Las siguientes preguntas, son preguntas que muchas veces hice en la consejería:
¿Ya pensó que sus hijos van a quedar sin sus padres juntos? ¿Ya consideró el trauma que va a causar en sus hijos? ¿Consideró que cuando sus hijos se casen, qué imagen tendrán del matrimonio? ¿Cuándo sus hijos se casen, su cónyuge no le humillará, diciendo que es hijo de divorciados? ¿Cuando vengan problemas, también optarán por el divorcio? ¿Ya consideró como quedará su testimonio como cristiano? ¿Ya consideró que con esta decisión también van a causar sufrimiento a sus padres?
En el plan de Dios, el matrimonio está lleno de grandes bendiciones. Por ejemplo: Una de esas bendiciones es que, los dos se complementan el uno al otro, con la persona que te enamoraste y que tanto amas, vivirás hasta que la muerte los separe… ¡Quien ha captado este misterio de vida, se pone firme y lucha por el bien de su matrimonio!…
Solo nuestro cónyuge conoce nuestras penas y alegrías, también quien vela por nuestro bienestar, a quien podemos contar nuestros problemas y preocupaciones. ¡Es esa persona (cónyuge) la que nos ayuda con amor! ¡Con nuestro cónyuge formamos un equipo en el camino de la vida!
Apreciado hermano, no permitas que el enemigo destruya esta bonita relación que tienes con tu cónyuge. El disfrutar en el matrimonio se encuentra en Dios; empieza por tener a Cristo en tu corazón, y luego vendrá como resultado la felicidad en tu matrimonio.
La vida en este mundo es pasajera, no vamos a vivir para siempre, como para seguir peleando y para vivir en conflictos con nuestros seres queridos… Si en este momento me dices que ya no hay solución para ti, debo decirte que según la experiencia que tengo, mi respuesta es: “Con la ayuda poderosa de nuestro Señor Jesucristo… ¡Si quieres, sí hay solución!… ¡Si estás vivo, hay esperanza!”
Jesucristo vino a buscar y a salvar, justamente a aquellas personas que sienten que están perdidos: “Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos” (Lucas 19:10 NTV). La invitación que te hace el mismo Señor Jesucristo es, que vayas a Él para solucionar los problemas en tu matrimonio, tendrás ese descanso que tanto deseas: “Luego dijo Jesús: Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28 NTV)…
Hoy estás vivo para reparar el daño causado. Hoy el Señor te da una bonita oportunidad, para pensar en el bienestar y en el futuro de tus hijos, posiblemente ellos han quedado traumados. Si acudes a Dios, recuerda que nada hay imposible para Él, con Su ayuda sí se pueden solucionar las cosas, nada está perdido: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible” (Marcos 10:27 DHH).
Puede ser que el daño sea muy fuerte, tal vez no se pueda reparar el daño el cien por ciento. Pero, vale la pena intentar, dejar a un lado el orgullo y revestirse de esa humildad que el Señor nos ha enseñado en Su Hijo Jesucristo. Acude a un consejero cristiano para buscar ayuda, solo esa persona te ayudará con claridad y en base a la Palabra de Dios.
Hebreos 13:4, dice: “Honren el matrimonio, y los casados manténganse fieles el uno al otro...” la bendición y el bienestar viene, cuando a pesar de las acontecimientos de la vida, los esposos honran el matrimonio, y luchan por el bienestar de la familia, recordando el pacto que han hecho en su boda, así se abrirán las puertas de bendición... lo contrario a esto, no traerá paz, como dice muy acertadamente el conocido consejero familiar David Hormachea, en su libro: “Una puerta llamada divorcio”, dice:
“De ninguna manera quiero comunicar que ahora mi posición es de apoyar a todos los que quieran destruir sus familias y que irresponsablemente tratan de iniciar otra relación conyugal que tal vez terminará de la misma manera. Debe quedar bien claro que mi intención no es ser más bueno que Jesucristo ni traspasar sus límites. El Señor me libre de eso. No intento apoyar a quienes buscan separarse aun inventándose problemas o creándolos para satisfacer su pecaminosidad. No estoy de acuerdo con quienes no quieren perdonar al cónyuge que ha pecado y que desea su restauración, ni con quienes quieren divorciarse por incompatibilidad de caracteres. Esas son acciones que he condenado y seguiré condenando mientras viva porque el Señor las condena. Digo un rotundo «no» a los que abogan por el divorcio y un rotundo «sí» a quienes condenan el pecado, aman al pecador y ofrecen la gracia restauradora de Dios.”
“Aunque tenga toda la fortuna de la vida, no estará en paz, si no se arrepiente y arregla el daño causado a su cónyuge e hijos, porque la familia es el reflejo de Dios y su iglesia” Amén.
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