¿CÓMO DARTE CUENTA QUE NO
ESTÁS SOLO?
“Una
noche soñé que caminaba por la playa con Dios. Durante la caminata, muchas
escenas de mi vida se iban proyectando en la pantalla del cielo.
Con
cada escena que pasaba notaba que unas huellas de pies se formaban en la arena:
unas eran las mías y las otras eran de Dios.
A
veces aparecían dos pares de huellas y a veces un solo par. Esto me preocupó
mucho porque pude notar que, durante las escenas que reflejaban las etapas más
tristes de mi vida, cuando me sentía apenado, angustiado y derrotado, solamente
había un par de huellas en la arena. Entonces, le dije a Dios:
“Señor,
Tú me prometiste que si te seguía siempre caminarías a mi lado. Sin embargo, he
notado que en los momentos más difíciles de mi vida, había sólo un par de
huellas en la arena. ¿Por qué, cuándo más te necesité, no caminaste a mi lado?
Entonces
Él me respondió:
“Querido
hijo. Yo te amo infinitamente y jamás te abandonaría en los momentos difíciles.
Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas es porque yo te cargaba en mis
brazos…”.
¿Dónde está
Dios? Es una pregunta, que todo ser humano se ha hecho. Peor cuando en momentos
difíciles no podemos explicarnos la ausencia de ayuda palpable e inmediata. Pareciera
que Dios está lejos, aunque hemos clamado por mucho tiempo, no hay una respuesta;
aparentemente el cielo se ha cerrado herméticamente para nosotros… ¿Entonces
cómo entender, todo lo que pasa?
Dios no es hombre para no cumplir sus
promesas, no es un ser humano cuando alguien falla para castigar y se olvida...
Él es Dios misericordioso y lleno de amor, cuando dice que te va a ayudar, lo
va a hacer, pase lo que pase; Él está velando siempre a nuestro favor… Aunque
en terribles sufrimientos nos preguntemos: ¿por qué yo? ¿Por qué ahora? ¿Qué
está haciendo Dios? Y ¿Por qué no me contesta? Él está a nuestro lado dándonos
fortaleza.
Dios nunca nos abandona, ¿cómo puede
abandonar y olvidar al hijo que ama?: “¿Puede una mujer olvidar a su niño de
pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo
no te olvidaré.” (Isaías 49:15 LBLA). Aun en peores sufrimientos Él nos
lleva en su tierno regazo. Como un padre que lleva a su hijo en sus amorosos
brazos: “El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo
con los que le temen. (Salmos 103:13 NTV). También dice: “… El
Señor su Dios los ha tomado en sus brazos durante todo el camino que han
recorrido hasta llegar a este lugar, como un padre que toma en brazos a su
hijo.” (Deuteronomio 1:31 DHH).
Cuando nos encontramos en un fondo sin
salida, sin ningún apoyo, entonces nuestra mirada dirigimos a Dios. El
sufrimiento nos lleva a Dios… El sufrimiento no es eterno, cuando acudimos a
Él, llega la ayuda y con ella nuestra salvación… ¡Una bendición completa…!
¿A quién otro podemos ir en busca de
ayuda? No hay otro como Dios... El sufrimiento nos enseña dejar de confiar en
nuestros propios recursos y a vivir por fe en los recursos de Dios… Jesucristo
preguntó a sus seguidores: “…
¿También
ustedes quieren irse? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros ya hemos creído,
y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” (Juan 6:66-69 DHH).
Entonces, podemos reaccionar a esos
sufrimientos con un entusiasmo y una fuerza que no es la nuestra, todo esto
viene de nuestro Salvador... No hay ningún problema que sea imposible para
Dios. Él es más grande que cualquier problema que salga a nuestro encuentro, y
no estamos solos frente a cualquier problema.
Quiero recordarles un pasaje muy
conocido de la palabra de Dios, habla de ese Dios amoroso y misericordioso,
dice:
“El Señor es mi pastor; nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar, a
las aguas tranquilas me conduce, me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos, haciendo
honor a su nombre. Aunque pase por el más oscuro de los
valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y
tu bastón me inspiran confianza. Me has preparado un
banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume en mi cabeza, y has
llenado mi copa a rebosar. Tu bondad y tu amor me
acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.” (Salmos 23:1-6 DHH).
En estos tiempos de
pandemia seguimos confiando en las promesas del Señor. Él no está en silencio, para recordarnos nos ha dado preciosas
promesas, dice: “Él da fuerzas al cansado, y al débil le aumenta su
vigor. Hasta los jóvenes pueden cansarse y fatigarse, hasta los más fuertes llegan
a caer, pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán
volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.” (Isaías 40:29-31 DHH). Dice también: “… El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué me puede hacer
el hombre?... Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.” (Hebreos 13:6-8
DHH). La ayuda y el descanso deseado se encuentran solo en
Jesucristo.
Aunque por culpa de nuestra maldad e insensatez
hubiésemos caído en desgracia, si nos arrepentimos y queremos obedecer las
instrucciones del Señor, la gracia y bondad paternal de Dios es tan grande, que
convertirá todos nuestros males en beneficios y todas las consecuencias de
nuestra insensatez a nuestro favor. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas
para el bien de quienes lo aman…” (Romanos 8:28 DHH). Dios no guarda
rencor para siempre. Es un Dios y Padre tan bondadoso, que aunque le hubiésemos
resistido por mucho tiempo, si finalmente nos arrepentimos, será tan piadoso
con nosotros, como si nunca hubiésemos pecado.
Uno de sus seguidores de Jesucristo, lo
explicó así: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no
desesperados; perseguidos, mas no desamparados;
derribados, pero no destruidos.” (2 Corintios 4:8-9). La realidad
nos demuestra que tendremos problemas en la vida… Ahora aquí viene mi pregunta:
¿Habrá alguien en la tierra que no tiene problemas y sufrimientos? La respuesta
es: ¡No lo hay…! Aun las personas acaudaladas sufren más que una persona que
tiene lo suficiente para vivir.
Puede ocurrir que el intenso sufrimiento
es sólo para que tu obstinado corazón se rinda a la voluntad de Dios. Entonces
comiences a huir en serio de todo lo malo que te hace sufrir. Ya no “andas
en el consejo de los malos” (Salmos 1:1), ya no te excusas o defiendes
el pecado, encubriéndolo. Sino, decides vivir en la voluntad y ayuda de Dios,
entonces vendrá el refrigerio a tu alma y te saciarás de las bendiciones que
Dios te ofrece.
Ahora
respondamos a la pregunta: ¿dónde está Dios?: ¡Él está a tu lado, a venido en
tu ayuda…” ¿Qué le responderás?... “Para Él no hay tiempo, ni distancia…” “Él
es Rey de reyes y Señor de señores.” ¡Dios está en su trono, no pasará nada malo
en ti, sin su intervención…! Él dice: “Mira, yo estoy llamando a la puerta;
si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.”
(Apocalipsis
3:20 DHH). ¿Abrirás la puerta de tu corazón a tu Salvador? ¡Dios te bendiga y
proteja siempre! Amén.
Comentarios
Publicar un comentario