¡APRENDAMOS A VALORAR LAS OPORTUNIDADES!


¡APRENDAMOS A VALORAR LAS OPORTUNIDADES!
 Hay que aprender a | Desmotivaciones

Voy a comenzar con una historia conmovedora, esta historia nos va a ayudar a reflexionar, las oportunidades que tuvimos, hemos dejado pasar. Como por ejemplo: el poder abrazar, compartir muchas cosas bonitas: con la familia, nuestros amigos, nuestros vecinos y personas que necesitan aprecio; no lo hemos tomado en cuenta.

La historia dice: “Allí estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda. Con una gorra marrón, las manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón de madera, pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrillas y una camisa blanca, gastada, con un chaleco de lana tejido a mano.

El anciano miraba a la nada y de pronto lloró, en su única lágrima expresó tanto que me fue muy difícil acercarme a preguntarle, o siquiera consolarlo.

Por el frente de su casa pasé mirándolo, al voltear su mirada, la fijó en mí, le sonreí, le saludé con un gesto aunque no crucé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto.

En mi camino guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme, caminé rápido como escapándome. Compré un libro y ni bien llegué a mi casa comencé a leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia.... pero esa lágrima no se borraba...

Los viejos no lloran así por nada, me dije.

Esa noche me costó dormir, la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido. Luego de vencer mi pena, logré dormir.

Recuerdo haber preparado un poco de café, compré galletas y muy deprisa fui a su casa convencido de tener mucho por conversar.

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Llamé a la puerta, cedieron las rechinantes bisagras y salió otro hombre:

- ¿Qué desea? - Preguntó, mirándome con un gesto adusto.

- Busco al anciano que vive en esta casa. - Contesté.

- Mi padre murió ayer por la tarde – Dijo, entre lágrimas.

- ¡Murió!- Dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.

- ¿Usted quién es? - Volvió a preguntar.

- En realidad, nadie - Contesté, y agregué - Ayer pasé por la puerta de su casa, y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle que le sucedía, pero hoy volví para hablar con él, pero veo que es tarde.

- No me lo va a creer, pero Usted es la persona de quien hablaba en su diario.

Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole más explicación.

- Por favor, Pase - Me dijo aún sin contestarme.

Luego de servir un poco de café, me llevó hasta donde estaba su diario y la última hoja decía: "Hoy me regalaron una sonrisa plena y un saludo amable... hoy es un día bello".

Tuve que sentarme, me dolió el alma de solo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle.

Me levanté lentamente y al mirar al hombre le dije: - Si hubiera cruzado de vereda y hubiera conversado unos instantes con su padre...- Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo: - Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no hubieran significado tanto.”

Una Frase de T. Campbell, dice: “Vivir en el corazón de los que dejamos detrás de nosotros no es morir”. Y Ernesto Sabato, dice: “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya es hora de morirse”.

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Estamos viviendo un tiempo que definitivamente quedará marcado en la historia de la humanidad. Los cambios que estamos viviendo, vamos a recordar siempre; cuando todo esto termine, nuestra vida ya no será igual, vamos a aprender a valorar lo que no habíamos apreciado antes. 
  
Antes de esta pandemia tuvimos la oportunidad de ser afectuosos con nuestros padres, hijos, cónyuge y amigos; no lo hicimos… Seguramente en este momento estamos deseando hacerlo, correr ahora mismo a dar un beso y un abrazo a nuestros seres queridos, pero no podemos… Ánimo y fuerzas, porque pronto llegará el tiempo otra vez de volver a abrazar; pero, no lo volvamos a desaprovechar.

Algo que también no vamos a olvidar nunca es, en esta crisis los únicos que han estado con nosotros, fue nuestra familia. El Señor ha permitido que esta pandemia, nos una con nuestros seres queridos. Verdaderamente nos sentimos consolados y protegidos cuando estamos todos juntos en casa… 

La palabra de Dios dice que, una familia dividida va camino a la derrota: “Y, si una familia está dividida contra sí misma, esa familia no puede mantenerse en pie”. (Marcos 3:25)… En estos días estamos aprendiendo a estar juntos para compartir con nuestra querida familia que vale mucho. Lo más importante que Dios nos ha dado para nuestro bien y felicidad.

Cuando todo esto pase, no volvamos a cometer el error de cambiar a nuestra familia, por amistades que no son buenas, por actividades que pueden esperar o que no es necesario tomar más atención que la familia. Después de esta pandemia tenemos que valorar más a la familia, pues Dios nos ha demostrado que en las crisis con quien verdaderamente podemos contar, y quienes estarán con nosotros es nuestra familia. Con razón Josué dijo: “... Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.” (Josué 24:15 DHH).

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Estamos aprendiendo a vivir con lo básico y ser felices. Antes de estos tiempos de cuarentena, hemos vivido afanados por tener la mejor ropa, teléfono de última generación, zapatos más caros, comida en mejores restaurantes, y si no lo teníamos, parece que no éramos felices. ¿Pero, ahora? ¡Nos conformamos con lo suficiente! Con razón la palabra de Dios, dice: “... Así que, si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos.” (1 Timoteo 6:7-8 NTV).

Este tiempo es para reconocer que la verdadera bendición es tener vida, salud, y tener a nuestra familia; y por sobre todo, tener a Dios con nosotros. El salmo de Asaf, dice: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Salmos 73:25-26).

Nunca vamos a olvidar, que en este tiempo no pudimos congregarnos en nuestras iglesias, nuestras casas se han convertido en nuestra iglesia (Mateo 18:20)... Esto nos ayudará para cuando todo esto pase, podamos valorar y tener gozo por la oportunidad de congregarnos para adorar a Dios en nuestra congregación. (Salmo 84:10) 

Y nos ayudará a recordar siempre, que el verdadero cristianismo se vive primero en casa, adorando a Dios juntos en familia es la mayor bendición para nosotros. Amén.

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