EL VALOR DE LA VIDA


EL VALOR DE LA VIDA 
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John Knox, decía no temer a la muerte, dijo estas palabras: “Vivir en Cristo, vivir en Cristo, y la carne no necesitaría temer la muerte. – y Hudson Taylor, el fundador de la “China Inland Mission”, en sus últimos meses de su vida habló a un amigo las siguientes palabras: “Soy tan débil que no puedo leer mi Biblia.  Tampoco puedo orar.  La única cosa que puedo hacer es acostarme en los brazos de Dios como un pequeño niño y confiar”. - Our Daily Bread (Nuestro Pan de Cada Día), 1 de Enero, 1994.

Uno de los textos de la biblia que me ha traído mucho trabajo de entender, fue Eclesiastés 7:2-4, dice: “Vale más pasar el tiempo en funerales que en festejos. Al fin y al cabo, todos morimos, así que los que viven deberían tenerlo muy presente. Es mejor el llanto que la risa, porque la tristeza tiende a pulirnos. El que es sabio piensa mucho en la muerte, mientras que el necio solo piensa en divertirse.” (NTV) No pude comprender, hasta que leí otro texto de la Biblia, en Santiago 4:14, dice: “¿Cómo saben qué será de su vida el día de mañana? La vida de ustedes es como la neblina del amanecer: aparece un rato y luego se esfuma.” (NTV).

La vida pasa con una rapidez extraordinaria; hasta planificar como disfrutar con la familia, por todos los afanes de la vida, ya nos encontramos en la tercera edad. Ya pasaron tantas cosas que hemos desperdiciado la vida miserablemente. Es entonces, cuando asistimos a algún funeral, entendemos que la vida es pasajera.

La gente se ocupa más como tener dinero y como tener todo para uno mismo, sin pensar en los demás, pensando que mañana van a disfrutar. ¿Quién sabe si mañana despertará vivo? La palabra de Dios hace una advertencia: “… Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?” (Lucas 12:20 DHH) ¡Para mil veces reflexionar! ¿Verdad?... Como pastor, observo los funerales, aunque son ocasiones tristes, es sorprendente porque a menudo tienen efectos muy positivos, más que todo en las relaciones familiares.
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Siempre me quedo asombrado de la frecuencia con que escucho, a veces por casualidad un miembro de familia dice, después del funeral: “Deberíamos reunirnos más a menudo, ¿Por qué siempre esperamos un funeral para reunirnos todos?” Por alguna razón la muerte de un ser querido, nos lleva a reflexionar, parece hacer que la gente pase de lo superficial a momentos significativos y profundos de la vida.

En esos momentos, en cierta forma los recuerdos vuelven a cobrar vida y pueden rejuvenecernos, recordando los buenos momentos que pasamos con el difunto, recordando de lo bueno que era esa persona. Siempre en nuestra mente viene lo positivo de la persona. Aunque en vida consideraban malo, pero, después de la muerte “era bueno”.

A menudo se habla  de los planes profesionales, sueños y esperanzas para el futuro. Sin darnos cuenta que la vida es pasajera, y los funerales nos enseñan a “contar nuestros días” de una buena manera, recordándonos que la vida es demasiado corta y valiosa para desperdiciarla con actividades insignificantes u ociosas. “… La vida… es como la neblina… aparece un rato y luego se esfuma.”

Muchas veces la gente regresa de los funerales, decidida a trabajar duro para hacer solo cosas importantes, decididas a esforzarse más, para permanecer en contacto con los miembros de la familia. Pero, después que pasa el duelo, simplemente regresamos a nuestra vida y nuestras viejas rutinas, y olvidamos los momentos de conversación profunda y enriquecedora que tuvimos con nuestros parientes en dichas reuniones.

Recuerde, la vida es muy valiosa y corta. Hay un tiempo donde Dios nos da para disfrutar y vivir agradecidos por todo lo que tenemos. Porque, si no tomamos en cuenta esta verdad, rato menos pensado nos iremos de esta vida. Ese momento misterioso nadie lo sabe, es inesperado; antes que levantemos las manos para despedirnos o antes que hagamos encargos a nuestros seres queridos, nos hemos ido de este mundo.

Si tienes a Cristo en tu corazón, verás con otros ojos a tus seres queridos, tratarás como Cristo nos trata a nosotros. Con todo esto quiero llevarte a pensar en el valor de nuestra vida; tu eres más valioso que cualquier cosa de este mundo, más que los bienes que posees. En las manos de Dios tu eres una perla de gran valor, Jesucristo ofrendó su vida por ti, para darte una vida en abundancia (Juan 10:10) porque te ama (Juan 3:16). 

Quiero terminar, citando un pasaje importante de la palabra de Dios. El predicador de Eclesiastés se dirige a los jóvenes, me gustaría que tomemos en cuenta y valorar la vida que Dios nos da, dice: “… Disfruten de cada momento de ella. Hagan todo lo que quieran hacer, ¡no se pierdan nada! Pero recuerden que tendrán que rendirle cuentas a Dios de cada cosa que hagan. Así que dejen de preocuparse y mantengan un cuerpo sano; pero tengan presente que la juventud, con toda la vida por delante, no tiene sentido.  No dejes que la emoción de la juventud te lleve a olvidarte de tu Creador. Hónralo mientras seas joven, antes de que te pongas viejo y digas: La vida ya no es agradable. Acuérdate de él antes de que la luz del sol, de la luna y de las estrellas se vuelva tenue a tus ojos viejos, y las nubes negras oscurezcan para siempre tu cielo. Acuérdate de él antes de que tus piernas, guardianas de tu casa, empiecen a temblar, y tus hombros, los guerreros fuertes, se encorven. Acuérdate de él antes de que tus dientes, esos pocos sirvientes que te quedan, dejen de moler, y tus pupilas, las que miran por las ventanas, ya no vean con claridad. Acuérdate de él antes de que la puerta de las oportunidades de la vida se cierre y disminuya el sonido de la actividad diaria. Ahora te levantas con el primer canto de los pájaros, pero un día todos esos trinos apenas serán perceptibles. Acuérdate de él antes de que tengas miedo de caerte y te preocupes de los peligros de la calle; antes de que el cabello se te ponga blanco como un almendro en flor y arrastres los pies sin energía como un saltamontes moribundo, y la alcaparra ya no estimule el deseo sexual. Acuérdate de él antes de que te falte poco para llegar a la tumba, tu hogar eterno, donde los que lamentan tu muerte llorarán en tu entierro. Sí, acuérdate de tu Creador ahora que eres joven...” (Eclesiastés 11:9-12:7 NTV).


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