¡CONOCE EL VERDADERO AMOR…!
¡CONOCE EL VERDADERO AMOR…!
Uno de los textos del Antiguo testamento que
llena de alegría mi corazón, es en el libro de Isaías 49:15, dice: “¿Se olvidará
la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su
vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.” Habla del inmenso amor de Dios hacia nosotros.
Nunca se ha olvidado de nosotros, ni se olvidará. Con razón, el mismo Señor Jesucristo,
dijo: “Pues
Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en
él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.” (Juan 3:16-17
NTV).
Por ese amor que
nos tiene Jesucristo vino a buscarnos y cuando nos encontró, dice que: “… hay
más alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente”.
El Señor pretende hacernos entender que nos ama. Estas palabras nos
conmueve el corazón; seguramente el Señor dijo esto con una sonrisa en los
labios, porque se trata de su verdadero amor por nosotros.
Sin embargo; es
muy difícil entender al cien por ciento el significado de ese amor verdadero,
pero si nos detenemos un instante en nuestra vida y meditamos, veremos a
Jesucristo que con brazos abiertos nos invita a acercarnos a Él para ayudarnos
y recibirnos, porque a Él le costó su propia vida para rescatarnos. ¡Es verdaderamente
emocionante!... Para entender mejor leamos San Lucas 15:1-7, en
Nueva Traducción Viviente:
“Los cobradores
de impuestos y otros pecadores de mala fama a menudo venían a escuchar las
enseñanzas de Jesús. Por eso los fariseos y los
maestros de la ley religiosa se quejaban de que Jesús se juntaba con semejantes
pecadores, ¡y hasta comía con ellos! Entonces Jesús les
contó la siguiente historia: Si un hombre tiene cien
ovejas y una de ellas se pierde, ¿qué hará? ¿No dejará las otras noventa y
nueve en el desierto y saldrá a buscar la perdida hasta que la encuentre?
Y, cuando la encuentre, la cargará con alegría en sus hombros y la
llevará a su casa. Cuando llegue, llamará a sus amigos y
vecinos y les dirá: Alégrense conmigo porque encontré mi oveja perdida. De la misma manera, ¡hay más alegría en el cielo por un pecador
perdido que se arrepiente y regresa a Dios que por noventa y nueve justos que
no se extraviaron!”
Este es uno de los grandes secretos que
explica del cuidado del buen Pastor; quien busca la oveja perdida, porque está
preocupado por algo que le pertenece. En su grandiosa oración de intercesión a
Su Padre, Él dice acerca de las ovejas: “Tuyas eran, y me las diste.” (Juan
17:6). Mucho antes de que este mundo fuese creado, o que las estrellas
comenzaran a brillar, en las eternas edades del pasado, Dios había dado a Su
amado Hijo para ir en rescate de los perdidos.
El conocido reformador
Martín Lutero, dijo: “Así se regocija
Dios en el cielo, con todas sus criaturas por cada pecador que se arrepiente. Aquí se muestra que la
oveja perdida es el pecador que se arrepiente, el que siente sus pecados, los
lamenta, quiere ser librado de ellos, venir a Cristo y cambiar su vida. El
carácter de Cristo es tal, que sólo busca y lleva consigo a aquella oveja que
está perdida, que no conoce refugio, ni ayuda para sí misma.
¿De qué manera más efectiva y reconfortante podría
predicar Cristo? O ¿Qué más podría haber hecho para que el corazón se llene de
gozo y despierte una gran confianza en Él? Él es el Pastor que no sólo no
quiere perder su oveja, sino que la busca ansiosamente, y cuando la encuentra,
la lleva a casa con gozo y hace tal fiesta, que todos los santos y ángeles del
cielo y todas las criaturas se regocijan y sonríen de modo que hasta el mismo
sol alumbra mejor.”
También lo hemos experimentado nosotros
que estuvimos perdidos, Él nos rescató y ahora estamos en sus brazos, en ese momento
de nuestro encuentro, mostró las marcas del esfuerzo y que le costó mucho
trabajo encontrarnos. Allí están las señales en el rostro, en las manos y en
los vestidos del Pastor, del áspero camino que tuvo que recorrer hasta el
calvario.
Si la oveja supiera, podría entender,
simplemente al mirarlo a Él, el precio que tuvo que pagar por la recuperación
de la oveja; y así, queridos amigos, sucedió con nosotros cuando Jesús nos
salvó. Miramos hacia arriba y lo vimos con su rostro completamente manchado de
sangre, su cabeza apretada con la corona de espinas, su cuerpo cubierto con el
sudor sangriento, sus manos y pies y costado, todos ellos traspasados; y
conforme miramos lo amamos, porque Él nos amó primero, y nos amó tan
maravillosamente.
Una cosa más acerca del buen Pastor cuando encontró a la oveja perdida, es que
la sostuvo en sus brazos, pues les garantizo que no pasó un instante desde que
se acercó la tomó en sus cariñosos brazos, parece decir. “No te alejarás de Mí
otra vez; te tengo en mis brazos y te sostendré con firmeza.” ¿Acaso no
recordamos cómo nos protegió hasta este momento de nuestra vida? Él se aferró a
nosotros cuando nos encontró la primera vez, fuimos sostenidos en sus brazos.
¿Dónde estaba la oveja cuando la encontró el buen Pastor? Estaba al borde del precipicio, a punto de caer totalmente. Pero cuando lo encontró, no transcurrió un instante y la oveja estaba sobre los hombros del amoroso Pastor; y eso únicamente indica que cuando Cristo me encuentra, me carga a mí y todo lo que está sobre mí, sobre Sus hombros; todas mis enfermedades, y todos mis pecados, y todas mis aflicciones son puestas sobre Él.
Ahora que Él nos ha encontrado estamos
bajo Su protección. Ningún lobo puede acercarse a nosotros; o, si lo hiciera,
le sería imposible hacernos daño. La oveja que es encontrada está perfectamente
segura en las manos del buen Pastor. No podría extraviarse aunque quisiera; si
tratara de liberarse de Sus manos, sería aferrada con mayor firmeza. Así,
amados hermanos, sucedió con nosotros; cuando Cristo nos tomó sobre Sus
hombros, nos sostuvo con firmeza, y no nos dejará ir.
Ustedes los que están sufriendo sin su Pastor, dejen que el Señor les salve. Cristo Jesús debe salvarlos; debe ser por medio de Su bendita mano y Su poder omnipotente que ustedes sean rescatados del peligro y salvados de ser arrojados en el abismo. ¡Esperamos que pronto Él encuentre a todos los que están perdidos, y los cargue entre Sus hombros a lo largo de todo el camino hasta el redil celestial arriba, por causa de Su amado nombre! Amén.
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