EN EL MATRIMONIO… ¡El amor de Dios es todo!


EN EL MATRIMONIO…
¡El amor de Dios es todo!

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La relación en el matrimonio a veces es difícil, no lo podemos negar, y es allí donde necesitamos a Dios, pues Él es amor, y nos puede proveer de esa fortaleza en medio de la tormenta o capacidad para aceptarnos tal como somos, esa virtud de perdonar y tolerar en amor. Esa capacidad de amar como Él nos ama y así nos pide hacerlo, éste es el gran secreto en el matrimonio y el gran mandamiento de Dios para la pareja (1 Juan 4:7-8).

Vamos a comenzar con la siguiente historia: “Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio.

Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando este se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente:

"Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó.

Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida.

Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas.

El pidió a mi hermano teólogo que le dijera, donde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida eterna después de la muerte, dónde ella estaría en ese momento. Mi padre escuchaba con gran atención.

De pronto pidió: "llévenme al cementerio". "Papá" respondimos " ¡Son las 11 de la noche! ¡No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más.

Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a la lápida.
Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:

"Fueron 55 buenos años... ¿saben?, Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así".

Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambio de empleo", continuó, "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, oramos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores...

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día"… Esa noche entendí lo que es el verdadero amor......”
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Dista mucho del romanticismo, no es solamente el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas a emprender el viaje por el camino de la vida, juntos. Que se aman con ese amor genuino y puro que Dios les ha dado, y ese amor nunca muere en sus corazones.

Es triste ver y escuchar que el matrimonio se destruye cada día. En muchos casos se ha perdido la verdadera esencia que mantiene vivo el matrimonio: “EL AMOR”... Las noticias relatan cada día, un episodio triste de: Abandonos, asesinatos, violaciones y suicidios. Como anda mal el matrimonio, “La familia” pide auxilio a gritos.

Sin duda alguna, la familia es la institución más importante en la vida de los seres humanos. Con razón, alguien dijo: “Como va la familia, así va la nación.”  O “Cuidar la familia, forjar la nación”…  Por eso, un matrimonio saludable es importante para cuidar la familia, demanda más atención que cualquier otra cosa en la vida. Nuestros gobernantes se han olvidado de la familia, al contrario dictan leyes que atentan en contra de la misma familia (la ley del aborto)...

 Dentro del hogar un matrimonio vive experiencias de gran valor y alegría para nuestra existencia, allí es la primera escuela para enfrentar los retos de la vida. Por lo cual, se debe tomar en cuenta esta verdad, que tanta falta hace en el hogar. La única solución es: “Volver a Dios”. Es donde se encuentra el verdadero amor y los verdaderos valores que necesita la familia. Todo esto comienza con la pareja, ellos son el ejemplo para la familia.

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La poderosa enseñanza del apóstol Pablo debe tenerse en cuenta en todo matrimonio. La buena salud de la familia comienza con los cónyuges: "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella" (Efesios 5:22-25).

Estos versículos muestran claramente que el matrimonio es un símbolo de la relación entre Cristo y la Iglesia. La relación es de total sumisión el uno al otro y a la voluntad de Dios. Debe ser una relación que se mantiene "hasta que la muerte nos separe" (Mateo 19:6). Debe simbolizar el amor, el interés total y generoso por el otro, así como la confianza y estabilidad que de ello resultan y que existen entre Cristo y su Iglesia.

Cuando el esposo y esposa viven en ese amor que Dios nos da, fluye una bendición inexplicable a toda su descendencia… Por lo cual, papás, abuelos que viven todavía, bendigan a sus hijos con honrar a Dios en su hogar y orar por ellos… La familia y el matrimonio son un diseño del cielo, un regalo de Dios para los hombres, procuremos pues honrar a Dios para que nuestra descendencia sea bendecida y así dejemos una bonita herencia. Que sea el mismo Señor Jesús quien reine en nuestra casa y matrimonio. Amén.

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