¿TE IMPORTA EL HOY?


¿TE IMPORTA EL HOY?(Introducción)

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Hace un tiempo atrás tuve el privilegio de leer un artículo escrito por un reconocido siervo de Dios, sobre el tema: ¡”HOY” puedes ser feliz! Es uno de los mensajes que más impactó mi vida. Desde entonces mi fe y compromiso ante Dios, tomó un rumbo diferente.

Por quinta vez hemos publicado en un libro, titulado: “¿Te importa el HOY?” Reeditándolo para que, por medio de esta reflexión, el mensaje del Evangelio de Jesucristo, llegue al corazón de cada uno de los lectores… Quizá tú también necesitas reflexionar, cuán importante es el presente, necesitamos vivirlo como el Señor quiere que lo hagamos y no la desperdiciemos el “HOY”.

Sabemos que hay personas que viven en este mundo como si fuera para siempre. Prestan mucha atención a sí mismos, discuten y no temen hacer daño a los demás. Piensan disfrutar el mañana y de este modo el “Hoy” pasa desapercibido. Estas personas no saben si mañana despertarán vivos. Dejan pasar el “Hoy” con sus buenas oportunidades. Por eso, días no aprovechados resultan ser días perdidos. Mañana, el “Hoy” no volverá.

Imagen relacionadaDios nos da todos los días oportunidades para disfrutar junto a nuestros seres queridos. Muchas veces por no tener en cuenta esta verdad descuidamos el tiempo que Dios nos da en cada momento, hemos desperdiciado más tiempo en cosas que no nos aprovechan para nada. En el Antiguo Testamento, Dios dijo: “… ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”. (Isaías 55:1-3)

Por malgastar el tiempo inútilmente nuestra vida hoy va como va. Para algunos la relación con el cónyuge, con los hijos y los padres puede no ser lo ideal. El egoísmo se apodera y el resultado es una vida con actitud negativa y llena de sinsabores. De esa manera hacemos que nuestros seres queridos se alejen de nuestro lado.

Por causa del pecado el hombre siempre tiende a ser egoísta, a querer tener mejor posición, ambicionando siempre más, sin darse cuenta de que su vida es pasajera en este mundo. Esta ambición le lleva a vivir comparándose con sus semejantes. Así, si la otra persona progresa y sobresale, comienza la envidia, la decepción y la amargura propia.

Hace muchos años descubrí esta verdad, hasta entonces me gustaba comparar todo, ciudades, pueblos y personas. Hasta que un día aprendí a valorar y a estar contento con las cosas que tenía, el lugar donde vivía y con quiénes compartía. Aprendí a valorar las cosas, pues estas son las que perduran en el recuerdo y nos ayudan a disfrutar cada día.

Un día conversé con un misionero que trabajó en varios lugares de nuestro país.

Le pregunté: -¿Qué ciudad te gusta más?

Para mi sorpresa la respuesta fue: -¡“Todos los lugares son bonitos”!

Pensé: “¡Qué loco! Es extranjero, por eso debe gustarle todo. Pobrecito, parece que no ve lo bonito que es mi pueblo.”

Gracias a Dios, de esta charla aprendí algo importante, abrí mis ojos y empecé a ver lo hermoso de cada lugar y lo positivo de cada persona. ¡Qué bueno es Dios, por darnos todo lo que vemos! ¿Verdad?

Desde ese momento, aprendí a dar gracias a Dios por mi familia, los hermanos, amigos y por los lugares donde he trabajado. Ahora disfruto de cada oportunidad que Dios me da…
Pero, cuando nos invade este tipo de comparaciones, la vida se torna triste, amarga y algo incipiente.

Es entonces, cuando del corazón, salen palabras que amargan nuestra vida y contaminan a todos los que están cerca de nosotros. Surgen palabras innecesarias y se vierten palabras llenas de veneno: “No le voy a hablar”, “¡que me importa si llora, que aprenda a respetarme!”, “mañana tal vez le hablaré, si quiero…” Todo como si viviéramos eternamente en esta tierra.

Para que reflexiones, te pregunto: Si mueres hoy, ¿qué te llevarás de este mundo? ¿Qué dirás a Dios, si cuando pudiste hacer lo correcto no lo hiciste? ¿Qué cuentas darás cuando estés frente al Todopoderoso?... Y si hoy dejas de existir, ¿Cómo te recordarán tus seres queridos? Piensa en tu cónyuge, hijos, padres, parientes, vecinos y amigos. ¿Qué dirán de ti?... Cada día vivimos con un pie en la tumba… La palabra de Dios, nos recuerda: “… Necio, (si) esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20).

Para que este mensaje quede claro, quiero ponerte este ejemplo. Hoy vas a la consulta médica y tu médico te dice: “Se te detectó una enfermedad mortal y tienes sólo una semana de vida”. ¿Cuál será tu reacción inmediata? Seguramente lo primero que va a venir a tu mente, es: ¿Después de la muerte donde iré? Y luego ¿Qué pasará con mi familia?, ¿A quién dejaré todas mis pertenencias?

Después vendrá a tu memoria un pesar por el tiempo perdido, los momentos que pudiste ayudar y no lo hiciste. Ese tiempo que se ha ido, ya no volverá. Cómo quisiéramos retroceder para hacer lo que no hemos hecho ¿Verdad? Sólo quedan recuerdos, más recuerdos y nada más que recuerdos.

Hay un testimonio que se me ha quedado en el alma: Una mañana de sábado, Pedro discutió con su esposa, por pequeñas cosas, como siempre suele ocurrir.

En ese momento de ira, Pedro gritando le dijo:

-       ¡Aprende a respetarme,… no te voy a hablar hasta que lo hagas!

Dichas esas palabras cerró la puerta con furia y se fue a la calle. Por la tarde, todavía enojado, vuelve a casa. A unas tres calles de su casa, vio a varias personas entrar y salir de la misma. Apresura sus pasos y, al entrar quedó paralizado, vio a su esposa tendida sobre una mesa con un mantel blanco. Ya no podía hablar, porque la estaban velando, había fallecido por un accidente de tránsito.

Después de algunos días Pedro, muy dolido, conversó con el pastor de la Iglesia:

-       “Pastor, si mi esposa estuviera aquí, la abrazaría y le diría cuanto la amo.”
El pastor le contestó:

-       ¿Por qué no aprovechaste cuando ella estaba viva?

Al escuchar este testimonio seguramente estás pensando en muchas cosas que ya pasaron, cosas que no volverán jamás. ¿Verdad?

En las palabras de este pastor encontramos una gran verdad: “Días no aprovechados, días perdidos”.  “Hoy” es día de salvación, dice también el Apóstol Pablo: “… En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Corintios 6:2)

Mientras dure ese “Hoy” disfrutemos de las oportunidades que Dios nos da. Arreglemos nuestras diferencias y problemas que tengamos. De esa manera estaremos preparados para irnos en paz en cualquier momento, cuando el Señor nos llame a su presencia.
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No estamos seguros que mañana vamos a despertar vivos, no esperemos que el sol se ponga sobre nuestro enojo “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.”  (Efesios 4:26, 27). “Hoy” es tiempo para arreglar las rencillas y los posibles roces con nuestro prójimo. De esta manera vamos a poder disfrutar de cada hora, cada minuto, cada segundo de nuestra vida, como Dios quiere que lo hagamos. El apóstol Pablo al escribir a la iglesia de Corinto, nos consuela con estas palabras: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros”. (2 Corintios 13:11).

“HOY” Jesucristo está esperándote para ayudarte cada día y ser tu Salvador y amigo, hasta el día que Él nos recoja para llevarnos a la Patria Celestial, donde ya no habrá más llanto ni dolor (Apocalipsis 21:3-4). Jesucristo nos prometió volver y llevarnos a ese lugar hermoso (Juan 14:1-3). Él cumplirá porque nos ama (Juan 3:16). Amén.

Continuará...



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