“¡HA RESUCITADO EL SEÑOR!”
¡Hoy celebramos la Resurrección de
Nuestro Señor Jesucristo! Este día es central para nuestra fe. Si Cristo no
hubiera resucitado nuestra fe sería en vano. Sin embargo, ha resucitado y las
pruebas son irrefutables… Cristo no sigue en la cruz, la cruz está vacía; no está
en la tumba, la tumba está vacía. Como dijo el ángel aquella mañana del primer
día de la semana; las mujeres fueron de madrugada, a ver el sepulcro: “… No
tengan miedo. Yo sé que están buscando a Jesús, el que fue crucificado. No está
aquí, sino que HA RESUCITADO…” (Mateo 28:5-6).
¡Qué noticia
más hermosa y agradable de todos los tiempos! La Biblia nos cuenta que Cristo
se levantó de los muertos. ¡El triunfo de la vida sobre la muerte está hecho!
Pablo nos habla que el centro de la predicación del evangelio es la
proclamación de la muerte, sepultura y resurrección de Jesús: “Primeramente
os he enseñado lo que así mismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras.” (1 Corintios 15:3-4)
“No llores, no tengas miedo” ¡Cristo ha resucitado! (Mateo 28:5-6).
La resurrección de Jesucristo nos da suficientes motivos, razones y certezas
para alegrarnos y seguir confiado en Él. La escritura nos dice que “el
primer día de la semana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue al sepulcro…” (Juan 20:1). “En medio de cualquier oscuridad, desilusión
o frustración que tengamos, debemos volver a recordar que hay un nuevo día y un
nuevo amanecer para sonreír”. La luz triunfa sobre las tinieblas, la vida sobre la muerte, la justicia
sobre la injusticia, la verdad sobre la mentira y el amor sobre el odio.
Apreciados hermanos, quiero
levantarles el ánimo, mantengámonos unidos a la vida de nuestro Salvador
Jesucristo, Él es nuestra fortaleza. Viviremos sabiendo que Cristo es nuestra
vida, sin Él nuestra vida no significa nada… No puedo comenzar un día sin
encomendar mi vida y la vida de mi familia a Él, y tampoco puedo terminar el
día sin dar gracias a Él, por Su protección y bendición del día. Y para dormir,
decirle: “Padre hoy he gastado energía, renuévala tú durante el sueño de la
noche.”
El Señor quiere que disfrutemos Su presencia. ¿Hoy qué
harás? hagamos una fiesta de verdad, Su sacrificio de hace más de 2000 años, nos
ha hecho reyes y sacerdotes, linaje escogido de Dios (1 Pedro 2:9). Decimos
como el apóstol Pablo: “… ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí…” (Gálatas 2:20). El día de nuestra resurrección, resucitaremos
con Él… En Romanos 8:11, dice: “…Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora
en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros…”
¡Hermanos y hermanas! Cristo ha resucitado,
está vivo entre nosotros, Él es la esperanza de un futuro lleno de dicha.
Mientras decimos como Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!"
(Juan 20:28), resuena en nuestro corazón las palabras dulces del Señor: "El
que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi
servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará" (Juan 12,26)…
¡ALELUYA!!! ¡HA RESUCITADO!!! |
Unidos a Él, dispuestos a dar la vida
por nuestros hermanos como nuestro Salvador Jesucristo (1 Juan 3:16), nos
convertimos en mensajeros de paz, mensajeros de una alegría que no teme el
dolor, y levanta la bandera de la libertad y la alegría de que un día
resucitaremos a una nueva vida perdurable.
Él resucitó, puede salvar eternamente a
los que por Él se acercan a Dios. No hay mejores noticias que éstas para los
hombres tristes, para los hombres turbados, desalentados y desesperados: “El
Salvador vive.” Es capaz de salvar y está dispuesto a recibirte en Su tierno
corazón.
Éstas son noticias alegres, amados
hermanos; las buenas nuevas, para todos. Este día sea lleno de alegría y
¡FELICES PÁSCUAS! Desde hoy en adelante viviremos en ese amor y en su poder con
la ayuda de Su Espíritu Santo, y contaremos estas maravillas a nuestros hijos,
a nuestros nietos y a nuestros hermanos, se regocijen juntamente con nosotros, que
no nos desesperaremos nunca más, un día no muy lejano nos espera la vida eterna
donde no habrá más llanto ni dolor, Dios mismo enjuagará nuestras lágrimas para
siempre (Apocalipsis 21:3-4).
No daremos más entrada a las dudas ni a
los temores, sino sonreiremos siempre, nos diremos los unos a los otros: “¡Ha
resucitado el Señor!” “¡Cristo vive y nosotros viviremos para siempre con Él!” ¡Que
el Señor los bendiga siempre!!! Amén.
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