LA RECOMPENSA DE NUESTRA LUCHA

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LA RECOMPENSA DE NUESTRA LUCHA

Un soldado que fue herido durante la última guerra estaba moribundo en su catre de campaña.  De repente el profundo silencio de la noche fue roto por la exclamación: --¡Presente! ¡Presente! – de labios del joven moribundo.

Algunos amigos se acercaron para ver qué deseaba.

--Escuchen –dijo--. Están pasando lista en el cielo.  Unos minutos más tarde, pasó a la presencia del Rey. (D.L. Moody)

La palabra de Dios, en Hebreos 10:37, dice: “Porque aun un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará. Ojalá tomáramos en cuenta con sinceridad y con seriedad lo que la Biblia nos dice, de la venida de nuestro Señor Jesucristo. ¡De esa manera tener la esperanza de la felicidad eterna de todos los cristianos!... Aquí en la tierra, ningún cristiano es perfecto y sin falla. La palabra de Dios, dice: “… no hay justo, ni aun uno… No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” (Romanos 3:10-12).

Todos necesitamos recibir enseñanza y corrección. Es cierto lo que dice Salmos 94:19: “Cuando mis inquietudes se multiplican dentro de mí, tus consuelos deleitan mi alma.” Y también, en Salmos 42:5, dice: “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia.” Esto quiere decir, la persona, que se aflige todos los días por sus pecados y sus defectos, sufre profundamente y siente dolor por ellos; pero, tiene a su lado, diariamente el refugio del descanso (Jesucristo). Aunque otros lo acusen, el cristiano siempre encuentra paz y descanso en Jesucristo.

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 ¡Allí siempre encuentra aliento, fortaleza y vida, que tanto necesita! Sin duda, esta persona, encuentra cada día la reconciliación con Dios. Aunque se sienta muy frío en su corazón y hasta tema algún castigo, cuando quiere alegrarse en la bendita esperanza de la gloria prometida, confía en la sublime promesa de Dios. Con toda seguridad finalmente disfrutará la eterna bendición y consuelo de la vida eterna “la victoria final”.



El apóstol afirma que la esperanza de la salvación es un arma importante. En 1 Tesalonicenses 5:8, dice: “Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de la salvación como yelmo.” Si la fe y el amor son importantes, así lo es también la esperanza. La esperanza del glorioso regreso de Cristo es vivificante, consoladora, purificadora y alentadora. El Apóstol Juan dice: “Y todo aquél que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro.” (1 Juan 3:3).

Recordando esta gran verdad: que queda poco tiempo, el apóstol Pablo quiere levantar los ánimos de los creyentes por encima de este mundo pasajero, a fin de que estemos alertas contra la insensatez de dejarse embrollar por cualquier cuestión terrenal, fuese un dulce placer, o una amarga maldad. En 1 Corintios 7:29-31, dice: “Pero digo esto, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa…”

Apreciado lector: ¡El tiempo es corto! Si ocurre algo bueno que te lleva a la felicidad, alégrate moderadamente, porque sólo durará poco tiempo y pronto pasará. Si sufres un contratiempo, no te entristezcas demasiado, tampoco durará mucho tiempo. El tiempo es corto. Si tomas mujer en matrimonio, si adquieres algún bien terrenal (casa o terreno), etc., etc. Piensa como si pronto dejarás ese bien atrás. Cada vez que tu egoísmo natural levante la cabeza y pretende instalar su paraíso en este mundo, recuerda que aquí todo es pasajero; la vida no durará mucho tiempo.

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¡Ojalá esos personas que andan tan ocupados en este mundo, en compras, negocios y construcciones, se detuvieran un poco y pensaran en esta verdad, antes de que se apague la última chispa de la vida, corrieran de prisa a los pies de Jesucristo para recibir perdón y paz… Trabaja, sí, pero pregúntate honestamente dónde está tu deleite. ¡No le mientas a tu alma!  ¿En qué has puesto tu corazón? ¿En la espera de tu Salvador? ¿O en tus bienes terrenales? ¡Sé honesto tú mismo, di la verdad!


Tú que te ves afligido por terribles tentaciones y ataques del diablo (2 Corintios 12:7), nunca olvides que todo eso durará poco tiempo. “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará.” (Hebreos 10:37). “Pónganse de pie y levanten sus cabezas, porque la redención de ustedes está cerca.” (Lucas 21:28). La espesa y pesada nube de la incredulidad no asfixiará tu alma para siempre. Esa perversa carne con sus malos deseos, ese impuro corazón con su frialdad frente a la bondad de Dios, con su indolencia, dureza, falsedad e impiedad no mantendrá encadenado tu espíritu para siempre. La bendita esperanza de la salvación eterna está destinada justamente para servirte de gran consuelo.

Dios les dio a los cristianos, grandes dones al servicio en la iglesia. Por eso, como a soldados de Cristo, el enemigo ataca y atormenta. Desde afuera, con tentaciones del mundo, mediante mentiras y difamaciones; desde adentro, por el diablo mediante tentaciones incomprensibles. En estos casos, jamás deben olvidar la esperanza de la salvación, ¡que debe ser su “yelmo”! (Efesios 6:17). Que jamás olviden que hay que aguantar relativamente poco tiempo.

Pronto el Señor afligirá a los que ahora los afligen, y a los fieles, que ahora son afligidos, les dará eterna gloria, “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder.” (2 Tesalonicenses 1:7). El Apóstol Pablo, dice: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.” (1 Corintios 15:19).

¡Lo mejor y lo más glorioso todavía queda por venir! ¡Veremos a nuestro Rey cara a cara y estaremos con Él para siempre! ¿Creemos a Jesús para vivir bien en esta vida, o por las promesas eternas y glorias venideras? ¡Todos los cristianos tenemos siempre presente nuestra morada eterna! Estemos preparados y alertas, con el “aceite en nuestras lámparas”, para alegrarnos inmensamente cuando se oiga el anuncio: “¡Viene el esposo! Salid a recibirle.” (Mateo 25:6). Amén.

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