NO TOMES EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
NO TOMES EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
Cuentan que una vez un niño le preguntó a su padre, de qué tamaño es Dios. Entonces al mirar al cielo, su padre vio un avión y le preguntó a su hijo, de qué tamaño él lo veía.
El niño le
contestó: -Muy pequeño, tanto que ni se alcanza a ver.
Entonces el papá lo llevó al aeropuerto y al estar cerca de un avión le preguntó: -Y ahora, ¿de qué tamaño es el avión?
Y el niño le respondió muy asombrado: -Papá, es enorme.
El padre entonces le dijo: – Del mismo modo es Dios para ti. Su tamaño va a depender de la distancia que tú tengas de Él, y así mismo tu experiencia con Él.
Para los que están lejos de Dios, lo ven a Él, pequeño y sin importancia… Para los que están cerca, el Señor es grande y temible, como seres humanos no podemos otra cosa que alabarle... “Cuánto más cerca estemos de Dios, Mayor será Él en nuestras vidas”… “¡Dios siempre será importante en nuestras vidas! ¡Nuestra alegría será honrarle con todo lo que somos!...
El que pronuncia el nombre de Dios, lo
debería hacer siendo consciente de lo que está diciendo y con responsabilidad. Una
manera muy grave de tomar el nombre de Dios en vano, es la blasfemia, en la
cual intencionadamente se denigra, se burla o se injuria a Dios. Lo peor del
caso, hay algunas pocas personas blasfemos que se autonombran como "reverendos", “pastores”, “apóstoles”, etc.
En nombre de Dios engañan y lucran con personas ingenuas. Estos engañadores, no quedarán sin
castigo.
Cada día se transgrede el segundo
mandamiento, con hechos y mencionando los nombres de: “Dios",
“Jesucristo" o “Espíritu Santo", en conversaciones poco serias… Lo
mismo sucede con las maldiciones, en las cuales se menciona a Dios o Jesús y no
pocas veces en expresiones inadecuadas a la realidad, y los chistes. Con estas
expresiones se humilla la majestuosidad y la santidad de Dios; estas son las “vulgaridades",
que menciona, Efesios 5:3-4: “Ustedes deben portarse como corresponde al
pueblo santo: ni siquiera hablen de la inmoralidad sexual de ninguna otra clase
de impureza o de avaricia. No digan indecencias ni tonterías ni vulgaridades,
porque estas cosas no convienen; más bien alaben a Dios.” (DHH).
Nunca debes usar el nombre de Dios, para
expresiones como: ¡Por Dios…! ¡Te aseguro por Dios, que te acordarás de mí!
¡Qué horror, Dios Santo!, etc. etc. Nunca debes poner a Dios de testigo, de
tonterías sin importancia. Jurar sin motivo o necesidad, salpicar tu
conversación de frases como: “Te juro por Dios que sí voy a ir…” “Te juro por
Dios que vi a Juanito en la fiesta.”
Tomar el nombre de Dios en vano, quiere
decir: Utilizar el Nombre Santo de Dios livianamente, sin pensar en lo que se
está diciendo. No se tendrá la intensión de mal usar el nombre de Dios, sin
embargo: “Dios no dará por inocente, al que tomare su nombre en vano”… El
segundo Mandamiento de Dios, dice: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en
vano” (Éxodo 20:7)
Cuando abordamos el tema del uso del
nombre de Dios entre nosotros, encontramos tantos abusos que dan ganas de
llorar. Pensemos un momento, en la forma más común que pronunciamos de manera
completamente superficial ¿recuerda algunas palabras que has dicho? Quien sabe,
al hacerlo, generalmente no has querido decir algo malo. A veces es un relleno sobrante;
otras veces nombramos a Dios para expresar una emoción inmensa.
De todos modos, de todos los pecados del
mundo, posiblemente no haya otro que revele tanta liviandad como éste, si
tomamos en cuenta que ni siquiera se lo considera pecado. No hay otro
mandamiento, de ley de Dios, que algunos consideran menos importante, el
segundo. Para muchas personas no hay pecado menos comprometedor y menos grave
que nombrar a Dios en vano. Decir a ellos que esto es pecado, sería una
ridícula exageración…
El nombre del señor es
santo, como Él es santo. En Isaías 6:3, dice: “Y el uno al otro daba voces,
diciendo: Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está
llena de su gloria.” El nombre del señor es una representación de su
gloria, su majestad, y su deidad suprema. Debemos reverenciar, estimar, honrar
su nombre, y pronunciar para alabar y para bendecir a nuestro prójimo.
Estimados hermanos, el nombre de Dios es el último refugio del hombre. Con frecuencia estamos con corazón roto y a
veces nuestros sueños hecho pedazos. Con frecuencia nos encontramos en
necesidad y a veces sin fuerzas. Y en ese momento, cuando nuestras fuerzas,
están decayendo, clamamos el Nombre Glorioso de nuestro Dios, ¡y la ayuda
llega!
Como dijo el
salmista: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro
viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al
resbaladero… Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová
guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre.” (Salmos
121:1-8). Entonces honremos, respetemos, glorifiquemos, alabemos, exaltemos, el
nombre glorioso de nuestro Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Amén.
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