“NO ERES FRÍO NI CALIENTE…”

“NO ERES FRÍO NI CALIENTE…”

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Hoy vamos a tener como base bíblica, Apocalipsis  3:16, dice: “Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” Texto muy conocido, muchas veces hemos compartido o por lo menos escuchado. Son palabras fuertes, que estremece el alma. Sin lugar a dudas, es un texto que no es fácil digerir o en el mejor de los casos, difícil de entender. Muchos se han preguntado: ¿De qué está hablando este texto y a quién se refiere?

Cuando Cristo, dice: “No eres frío ni caliente”, no se refiere a un hombre completamente pagano, que es indiferente o ignorante a la vida espiritual, sino a alguien que conoce los caminos del Señor, a la persona que predica y enseña a otros. Por eso Jesucristo dice: “Conozco tus obras”. Se refiere que conoce lo que hace un cristiano.

Imagínese, este texto se dirige, nada menos, a la persona que asiste a la iglesia, que habla de Dios, una persona con nombre: “cristiano”. Por eso, es muy duro recibir este mensaje, de un Dios amoroso. Debemos examinarnos a la luz de la palabra de Dios; sino, corremos el peligro de perdernos. Esa es la razón de la Palabra escrita para el bien de nosotros. Dios al quien ama reprende, “No menosprecies… ni te fatigues de su corrección. Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quién quiere.” (Proverbios 3:11-12).

Esta persona “tibia”, aunque asiste a la iglesia, no es “frío”, tampoco es “caliente”. En otras palabras, su corazón no es recto a los ojos de Dios. Esta persona, no ama verdaderamente al Señor, ni vive en comunión con Él, es solo un religioso que cumple las reglas humanas, asiste a la iglesia para apaciguar su conciencia que le remuerde.

Los “fríos” son completamente indiferentes a las cosas de Dios, a estas personas les gusta ocuparse más en lo material y cosas del mundo. En otras palabras no les interesa Dios en sus vidas. Y los “calientes” lo contrario de los fríos, son “fervientes” y activos en las cosas de Dios. Los “calientes” tienen a Dios en primer lugar en su corazón, viven en la gracia de Jesucristo. Para estas personas su mayor felicidad es estar en comunión con Él, como María de la Biblia: “… María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María a escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:38-42). Estas personas, cuando hablan, cantan o escriben, expresan lo que es más importante en su corazón, su Salvador.

Las personas que Cristo llama “tibios” son almas que agonizan, vidas que caminan suspirando en todo momento. En ellos hay ausencia del gozo de Dios. Esas almas tibias sufren, se lamentan de su vida improductiva y viven sin la fortaleza de Dios. A pesar que van a la Iglesia, salen de ella como entraron.

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La palabra de Dios nos muestra las características de la persona tibia. Leamos el versículo siguiente: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.” (Apocalipsis 3:17). Esas son las características de los tibios. En este texto el Señor nos dice claramente cómo son los “tibios”, estas personas dicen: “De ninguna cosa tengo necesidad…”

Por ejemplo, Cristo llama “tibio” al que piensa y dice: “Estoy bien no necesito ayuda o no he hecho nada y soy mejor que aquella persona.” Cuando preguntas: ¿Por qué no asistes a la iglesia, porque no oras, porque no lees la palabra de Dios, etc.? Ellos contestan: “Sin hacer esas cosas puedo ser cristiano”. Este pensamiento es muy peligroso. Esta persona aunque se siente satisfecho consigo mismo, está perdido delante de Dios.

La persona “caliente” o “Ferviente” no se siente satisfecho consigo mismo, él necesita cada momento y cada día de su vida, la fortaleza de Cristo, sin el Señor no puede hacer nada. (Juan 15:5). Un cristiano “caliente o ferviente”, está disconforme consigo mismo, porque esta carne que habitamos nos hace pecar cada momento, no podemos ser perfectos sin Cristo. Por eso, necesitamos de Dios, como un niño recién nacido que busca alimento: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” (1 Pedro 2:2).

El tibio, cuando se siente mal por alguna falta que ha cometido y se enteran los demás, estará disgustado consigo mismo un buen tiempo. Pero, cuando pasa su dolor, seguirá sintiéndose satisfecho, entero y orgulloso con lo que son, y no se sienten pobres ni miserables. Como leemos en otro lugar de la Escritura: “Dices en tu corazón…”. Siguen diciendo en su corazón: “Estoy bien y no necesito de nadie…”

Esta es una notable señal sobre el verdadero estado del alma. De esta manera se revela en la persona tibia, es algo sutil y profundo, que no puede salir a la luz lo que está pasando en su corazón. Esta persona siempre está tranquila y satisfecha consigo misma, y no se asusta ni se preocupa habitualmente por su estado espiritual, como el líder de la iglesia de Laodicea.

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Hermano, hoy es día de salvación, sal de esa vida “tibia” y corre presuroso a los pies de nuestro salvador Jesucristo, escapa y vive una vida de gozo y en comunión con nuestro Señor. Que hermoso es vivir cada momento de nuestra vida con Dios.

Termino este mensaje, haciéndote saber de una invitación, la mejor invitación que jamás hayas escuchado, porque nadie puede superar una invitación de esta naturaleza. Si aceptas esta invitación, transformará tu vida, tendrás paz, bendición, salvación y vida eterna. La recomendación está hecha: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” (Isaías 55:6).

No es una invitación cualquiera o lo que acostumbras recibir, es una invitación especial, personal, preparada especialmente para ti, de parte de Dios: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Necesitamos ese descanso ¿Verdad? La persona más indicada que trae paz en nuestro corazón es Jesucristo. El Señor dice: “Yo sanaré tu rebelión. Los amaré de pura gracia, porque mi ira se ha apartado…” (Oseas 14:4). El Señor “…por ti se regocijará y se alegrará; por amor guardará silencio, y con cánticos se regocijará por ti.” (Sofonías 3:16-17). Amén.
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