¿Y TUS HIJOS, DONDE ESTÁN… Y QUÉ HACEN…?
¿Y TUS HIJOS, DONDE ESTÁN… Y QUÉ HACEN…?
La preocupación de un padre por los
hijos es inminente, ningún papá puede eludir esta responsabilidad… Un padre de
familia lloraba viendo a sus hijos, sumidos en la borrachera. Él decía: “Quisiera
morirme antes de ver a mis hijos en esta situación. Pero, sé que Dios no quiere.
Si me muero: ¿Quién les hablará para animarles? ¿Quién clamará a Dios por
ellos? ¿Quién les dará un abrazo?” Nadie puede remplazar ese cariño del papá. ¡El
amor de un padre es algo especial, para los hijos!
Cuenta una historia: Un padre de familia
volvía a casa tarde del trabajo, cansado e irritado, y encontró a su hijo de 5
años esperando en la puerta.
- "¿Papá, puedo hacerte una pregunta?"
- "Sí... ¿cuál es?" contestó el hombre.
- "¿Papá, cuánto ganas en una hora?"
- "Eso no es asunto tuyo. ¿Por qué preguntas eso?", dijo el hombre enojado.
- "Sólo quiero saberlo. Por favor, dime, ¿cuánto ganas en una hora?", repitió el pequeño.
- "Si quieres saberlo, en una hora gano 20 euros."
- "¡Oh!", contestó el pequeño, cabizbajo. Volviendo a mirarlo, dijo:
– "¿Papá, puedo pedirte prestados 10 euros?"
El padre se puso furioso:
- "Si la única razón por la que me has preguntado eso es para poder pedirme prestado dinero para comprar un juguete tonto o alguna otra cosa sin sentido, entonces vete directamente a tu cuarto y acuéstate. Piensa sobre por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo muy duro muchas horas todos los días, y no tengo tiempo para estas tonterías infantiles."
El chico fue calladamente a su cuarto y cerró la puerta. El hombre se sentó y empezó a ponerse aún más enfadado pensando en la pregunta del muchacho.
- "¿Cómo se atreve a preguntar cosas así sólo para conseguir algún dinero?"
Después de aproximadamente una hora o así, el hombre se había tranquilizado, y empezó a pensar que quizás había sido un poco duro con su hijo. Quizás había algo que realmente necesitara comprar con los 10 euros, y realmente no pedía dinero muy a menudo. El hombre fue a la puerta del cuarto del muchacho y abrió la puerta.
- "¿Estás dormido, hijo?", preguntó.
- "No papá, estoy despierto", contestó al muchacho.
- "He estado pensando, quizá haya sido demasiado duro contigo antes", dijo el hombre. "Ha sido un día largo y he pagado mi agresividad contigo. Aquí están los 10 euros que me pediste."
El pequeño se sentó y sonrió.
- "¡Oh, gracias papá!", gritó.
Entonces, buscando bajo su almohada, sacó algunos billetes arrugados. El hombre, viendo que el muchacho ya tenía dinero, empezó a ponerse enfadado de nuevo.
El pequeño contó despacio su dinero, entonces miró a su padre.
- "¿Por qué pides más dinero si ya tienes?", refunfuñó el padre.
- "Porque no tenía bastante, pero ahora sí", contestó.
- "Papá, ahora ya tengo 20 euros... ¿puedo comprar una hora de tu tiempo? Por favor ven a casa temprano mañana. Me gustaría cenar contigo."
Un padre lucha por el bienestar de los
hijos. En esta vida trabajamos y luchamos por ellos. Los hijos necesitan de nuestra
atención, protección y suficiente cariño. Porque, nosotros también necesitamos
el cariño de ellos. Si nosotros descuidamos y no les damos nuestro tiempo,
ellos tampoco lo harán después. (Job 1:4-5).
En Mateo 15:21-28, nos cuenta de la fe de una madre. Su hijo estaba bajo el control de un espíritu inmundo. En su desesperación, la madre buscó la ayuda de Jesús. Pero su fe chocó con serios obstáculos. Siendo cananea, no tenía derecho a los privilegios del Mesías judío. Los discípulos de Jesús se sentían molestos por sus gritos de auxilio; creían que su Maestro no se ocupaba de extranjeros y Él mismo afirmó la misma idea. La comparación de su hija con los perros era algo humillante.
Pero, ni las burlas ni la humillación
detuvieron a esta madre. Triunfó al fin en su intento de abogar por su hija con
el único que podía salvarla.
A veces ponemos muchas barreras entre
los hijos y su Salvador. El materialismo, una educación totalmente humanista,
la televisión, la conducta de los padres; todas estas cosas pueden cerrar el
camino al Salvador de nuestros hijos.
Los hijos están
imitando a los papás. Por ejemplo, cuenta una anécdota, que causa mucha gracia,
pero, es verdad: Flavia Paola tiene tres años de edad, los cumplió
recientemente. Y hace unos meses empezó a llamar a su hermano: Hijo. A su mamá,
Eneida, le causa mucha gracia esta anécdota, porque ella llama a su
primogénito: Hijo.
En la casa de la
señora Eneida, es cotidiano escuchar: Hijo ven acá, hijo ven a comer… hijo…
hijo… Por eso Flavia Paola ahora repite, cuando ve a su hermano: Hijo. Y le
dice ¡Hola, hijo! … Hijo, ven a comer… Ella
lo llama hijo porque está imitando a su mamá, quien ahora es su modelo. Mi
pregunta: ¿Estamos dando buenos ejemplos, a nuestros hijos? ¿Esos ejemplos son
dignos que nos imiten?
A veces hasta la iglesia misma se vuelve
obstáculo como aquellos discípulos; no muestran suficiente interés en ellos en
su plan de actividades; los niños están en la última lista de sus planes. Pero,
Jesús nos exhorta extender nuestro amor y prioridad a los niños, como Él lo
hacía: “y tomándolos en los brazos, poniendo la mano sobre ellos, los
bendecía.” (Marcos 10:16).
Los padres que anhelan el bienestar
espiritual de sus hijos, no deben permitir que nada ni nadie los separe de ese
camino; deben vencer todas las dificultades que surjan. Aunque parezca que todo
indica que los hijos jamás llegarán a los pies de Cristo, deben recordar
siempre que Jesús tendrá sumo gusto en recibirlos y bendecirlos. Jesús espera
que los niños vayan a Él para tomarlos en sus brazos y darles su bendición.
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