¿POR QUÉ ME HE CASADO CON ESTA PERSONA?
¿POR QUÉ ME HE CASADO CON ESTA PERSONA?
En el año mil
novecientos ochenta y seis, cuando estuve trabajando, en un pueblito del Norte
de Potosí – Bolivia, presencié una conversación, de una persona de más o menos
de 55 años, con un joven ingeniero que había viajado a Dinamarca, a hacer una
especialidad en la agronomía y en ese país se enamoró de una joven Danés y la
trajo a su pueblo. Este señor le dice al joven ingeniero: “¿por qué le has
traído a esa jovencita, que no es nada agraciada, no había otra mejorcita?”
Qué triste
escuchar ese tipo de conversaciones ¿verdad? Desde luego, el joven ingeniero se
puso triste y parece que tomó apecho esa conversación. Después de un tiempo ya
no la vi a la extrajera… Vivir, en “qué dirá la gente.” es vivir sobre una
cuerda floja, querer agradar a otros es ir al fracaso en el matrimonio. En
verdad, la fidelidad y el amor en el matrimonio, son de dos personas (Esposa y
esposo) (Génesis 2:24). Poco importa la opinión de los demás. Ni los papás
tienen ese derecho de meterse en el hogar de su hijo o hija. Ese atrevimiento
de terceras personas, me trae a mi mente, dos preguntas: “Mi cónyuge, ¿tiene que gustarle a la gente, o a mí? ¿Vivirá Con la
gente, o conmigo?”...
El famoso
evangelista, hermano Pablo, en el año mil novecientos ochenta y cuatro, vino a
la ciudad de Cochabamba a dar conferencia sobre el matrimonio, a Pastores y
líderes de las iglesias evangélicas. En medio del largo discurso, recuerdo que
dijo que hay cambios o etapas que pasamos en el matrimonio. Uno de esos cambios
es cuando, uno llega a la etapa de los “pesares” y se pregunta: “¿Por qué me he
casado con esta persona?” Y empieza a mirar a su alrededor y se fija en otras
personas.
El enemigo es
tan astuto, aprovecha ese momento y viene la tentación, y te presenta otra
persona. De ahí viene la frase conocida: “amor a primera vista”. Luego, saca
conclusión errada, de que se equivocó de elegir a su pareja y parece que la
persona que recién conoció le atrae y está locamente enamorado. Luego,
desobedece a Dios y quiebra el pacto hecho ante el Señor, con su cónyuge.
(Malaquías 2:13-16).
Amar no es tan
sencillo, como nos cuentan en las películas y en las telenovelas. Cuando el
amor se mescla con emociones; porque, termina la emoción, termina también el
amor. Cuando nos enamoramos, lo hacemos con la decisión de amar toda una vida,
hasta que la muerte nos separe; aceptamos, sus costumbres, su forma de ser, sus
cambios de humor y la evolución que vendrá a lo largo de los años. Por lo que
hay que asumir que es probable que esa persona de la que nos enamoramos pierda
las cualidades que en un principio tanto nos atrajeron y no solo eso, si no que
las cambiará por otras que no nos gusten mucho (Proverbios 5:20-23). Amar
implica, mucho más que solo emociones, es decisión de amar hasta que la muerte
nos separe. Eso es cumplir con el pacto hecho ante Dios, porque amar es un
mandato de Dios (Juan 13:34).
Es cumplir con
ese compromiso, pase lo que pase. Hemos prometido, delante del Señor amar y ser
fiel, en enfermedad, en salud, en pobreza, en riqueza; mis ojos serán solo para
mi cónyuge, etc., etc. Las reglas del juego por parte de los dos es, asumir esa
responsabilidad de respetar los derechos individuales, las decisiones del otro
y los cambios en la relación que se pueden producir de día en día.
Hay personas que
dicen que su cónyuge ha cambiado, ya no se cuida como antes, ya no tiene
detalles, es más descuidado y ya no quiere salir como antes… Se acabó el
cortejo, se acabó también la pasión. Pero, recuerda: ¿Qué te hizo decir: ¡“SÍ”
quiero casarme contigo? ¿Qué fue lo que te enamoró? Recuerda tu boda y los
momentos tan especiales que han vivido juntos hasta este momento, no te
enfoques solo en las cosas negativas.
Si ves que la
situación es casi insalvable, si tienes muchos problemas y parece que algo que
se ha roto entre ustedes, mi consejo es que acudas a Dios por medio de un
consejero cristiano, para hacer una terapia de pareja. A veces, lo que parece
insalvable, se puede recuperar con la ayuda de Dios, porque Él es el autor del
matrimonio. No creerías la cantidad de parejas que consiguen ser felices tras
encontrar solución en las manos de Dios (Mateo 11:28).
¡Qué bonita
noticia! ¿Verdad? Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el
día para que lo haga. Recuerde que, tomados de las manos del Salvador,
emprendemos el maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual.
No se arrepentirá de tomar esta decisión. Sin Él no podremos hacer nada (Juan
3:16; Juan 15:5).
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