¿NO SERÁ QUE ESTAMOS ENGAÑADOS?

¿NO SERÁ QUE ESTAMOS ENGAÑADOS?

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Una periodista en un programa televisivo, hace una entrevista a un prestigioso y conocido pastor, con una pregunta muy difícil de contestar. Antes de la pregunta, ella le aclara que es atea y dice: “… soy una persona escéptica, no quiero saber absolutamente nada y no creo ningún tipo de argumento que usted pueda traer. Sin embargo, usted tendría que presentarme a Jesús, ¿qué me diría?

El pastor, responde con toda tranquilidad y humildad: Yo te voy a hacer un raciocinio. Vamos a decir que tú no crees en nada. Tú no crees en Dios, no crees que hay salvación, no crees que hay cielo, no crees que hay vida eterna, no crees en nada. Pero, yo, sí creo.

Entonces vamos a hacer una apuesta. Aunque los cristianos no debemos apostar. Pero, vamos a hacer una apuesta, solo a modo de ilustración. Vamos a decir, que tú tienes razón, cuando terminan los tiempos, descubrimos que no había Dios, no había cielo, no había tierra nueva, no había nada. Tú tenías razón y yo estaba equivocado y ahora dime, si no hay nada, ¿qué perdí yo? ¡NADA! Porque, nada existe.

Pero, vamos a ser de cuenta que, yo tengo razón, terminan los tiempos, sí hay Dios, sí hay cielo nuevo, sí hay tierra nueva, sí hay vida eterna, sí hay salvación. ¿Qué perdiste tú? ¡TODO! Entonces hasta por lógica, es mejor creer en Dios.”

Uno ni quiere pensar en esto, ¿Verdad? Pero, Pablo pensó en ello. Posiblemente también nosotros debemos hacer esta suposición: ¿Qué si Cristo no resucitó? ¿Qué sería la vida si jamás hubiese salido de aquella tumba? ¿Cómo serían las cosas si sus Discípulos hubiesen estado engañados? ¿O supóngase que lo que dijeron es toda una mentira?

Si eso fuese así, todo el cristianismo sería una farsa. La fe cristiana depende totalmente de este suceso de la resurrección. Sin él, toda predicación es cosa vana, sin valor, engaño. La proclamación del evangelio es buenas nuevas únicamente porque anuncia la victoria sobre el pecado y la muerte. Su mensaje central es el victorioso Jesucristo. Pero si Él no es más que víctima del pecado y de la muerte, no habría razón alguna de proclamar su nombre al mundo. En ese caso, Jesucristo es igual que el resto de nosotros. Perdió la batalla contra ese enemigo (1 Corintios 15:12-26).

También sería cosa vana nuestra fe que profesamos, porque estaría basada en una idea que no es verdad, si es que Jesús no ha resucitado. Nuestra esperanza para esta vida y la futura estaría fundada en un mito. Nuestra celebración de gozo y alabanza no es más que la veneración de un héroe o la admiración popular por un líder, muerto hace mucho.

“Mas”… aquí está esta palabra de transición; “más ahora Cristo ha resucitado de los muertos…” (1 Corintios 15:20). Esto es un hecho. Esta es la verdad. Créalo; predícalo; vívalo hoy mismo. Jesucristo resucitó, Él vive y por Él todos los que hemos confiado viviremos eternamente.

¡Qué bonita noticia! ¿Verdad? Si no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es una bonita oportunidad para hacerlo. Recuerde que, tomados de las manos del Salvador, emprendemos el maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual. No se arrepentirá de tomar esta decisión. Sin Él no podremos hacer nada (Juan 3:16; Juan 15:5).          
         

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