NO SE INQUIETEN




NO SE INQUIETEN

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Cuando enfrenta dificultades, ¿Qué actitud asume? ¿Se pone inquieto? ¿Se queja quizá? ¿Piensa que Dios le abandonó? o por el contrario, ¿le agradece a Dios, por una oportuna ayuda? A veces, es tan difícil agradecer en esos momentos y no siempre lo hacemos ¿Verdad? Aunque, la respuesta correcta debería ser agradecer y correr a nuestro refugio para recibir ayuda. Porque el Señor, está siempre a nuestro lado y en todo momento, como dice en Salmos 121:1-2: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.”

Spurgeon estuvo en cierta ocasión visitando a un amigo en el campo. Vio que sobre uno de los graneros había colocado una veleta con la inscripción "Dios es Amor."

Entonces le preguntó si con ese texto quería decir que el amor de Dios era tan cambiante como el viento. El hombre le respondió que no, que lo que quería decir era que Dios es Amor siempre, no importa de dónde soplen los vientos.

Este hombre sabía en quien estaba confiando, el letrero en la veleta muestra esa confianza en Dios, pase lo que pase; no se inquieta por ningún problema que viene a su vida. El Apóstol Pablo, al escribir a la iglesia de Filipos, dice: "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7)

El secreto es no estar sobre ascuas o desesperación, sino llevar ese problema de inmediato a Dios y tener plena confianza en la Persona que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo puede. ¡Para Él no hay nada imposible! Los resultados son nuestra victoria sobre cualquier problema, porque Él nos cuida y nos ayuda en esos momentos difíciles de nuestra vida.                       

Por causa de nuestra incredulidad y falta de confianza, los problemas que vienen a nuestras vidas, nos hacen vacilar en nuestra fe y en vez de confiar en Dios, el famoso “razonamiento” humano, opaca nuestro entendimiento. Sacamos conclusiones y soluciones a nuestra manera, que pueden aumentar más el problema… La solución es clamar a Dios, quien todo lo puede, es nuestro inmediato socorro y refugio, como dice en el Salmos 107:27-29, dice: “Se tambaleaban como borrachos; de nada les servía su pericia. Pero en su angustia clamaron al señor, y él los sacó de la aflicción; convirtió en brisa la tempestad, y las olas se calmaron.”

Imagen relacionadaAhí está la solución, en la completa confianza en Dios, no solo en el momento de sufrimiento, sino, en vivir con Él en todo tiempo, como dijo Pablo: “Porque para mí el vivir es cristo…” (Filipenses 1:21). La falla más grande que uno puede cometer es, no confiar en el Señor o confiar solo en el momentos de sufrimiento y luego olvidar. La clave es permanecer en Dios siempre, pase lo que pase: “… el que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada.” (Juan 15:5).

En esta vida tendremos aflicciones, pero, si confiamos en Él, saldremos airosos de cualquier problema. Eso es lo que nos dice el Señor: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido el mundo.” (Juan 16:33). Seguiremos firmes batallando con certeza, que nuestra ayuda viene de Dios. ¡Solo en Él tenemos paz y victoria! Si recordamos la vida que hemos recorrido hasta este momento, estamos de pie, porque hemos confiado en Dios y seguimos caminando con más fuerza… El secreto es ir en busca de ayuda y permanecer en ella, eso quiere decir, volver nuestra mirada siempre en Dios.

Si por medio de esta meditación ha visto que necesita ayuda, hoy tienes una luz de esperanza en Dios. Solo Jesucristo puede ayudarte, Él ha pagado nuestras culpas en la cruz y nos ha prometido estar todos los días (Mateo 28:18-20). ¡De Él vienen las fuerzas! En este momento, Jesucristo te invita ir a Él: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28). AMÉN.
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