HUYE DEL ADULTERIO
HUYE DEL ADULTERIO
Uno de los
pecados que
más daño hace en la parte emocional, espiritual y física en la familia, es
el adulterio; donde sus efectos realmente son devastadores, no solo para la
pareja, lo peor es para personas inocentes como los hijos. Es una maldición que
abarca de generación en generación. Toda actividad sexual desordenada fuera del
matrimonio es muerte espiritual. El sexo es sano, puro y santo
exclusivamente destinado al matrimonio.
Quien quiera ver a su familia en paz, bienestar
emocional, físico y espiritual, debe escapar de este pecado, como si estaría
pronto en quemarse en el fuego. Así dice la palabra de Dios: “Huye
de las paciones juveniles… escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 2:22-26).
El Ptr. David Hormachea, escritor de varias obras, en
uno de sus libros titulado: “El adulterio ¿Qué hago?”, dice: “Dios perdona
siempre todo pecado al pecador genuinamente arrepentido, pero no siempre evita
las consecuencias dolorosas y a veces permanentes que viven los hijos de Dios
que actúan en desobediencia.” (Pag. 133). Dice también: “… Es cierto que
existen pecados que pueden producir gran pasión y precisamente por ello son tan
atractivos, pero satanás nunca nos advierte del peligro y las consecuencias de
nuestra desobediencia.” (Pag. 136).
El adulterio es
un pecado horrible, que hace ver lo reluciente y atractivo del fruto prohibido
y no nos deja ver lo amargo, doloroso del veneno del pecado. Es trágico que
tantas personas se toman a la ligera, y lo peor buscan escusas y razones para
defender. El matrimonio, a los ojos de Dios, es santo y sagrado, Jeremías
dice: “Como caballos bien
alimentados, cada cual relinchaba tras la mujer de su prójimo. ¿No había de
castigar esto? dijo Jehová. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi
alma?” (Jeremías 5:
8-9).
Un predicador acababa de invitar a sus oyentes
a buscar de Dios, cuando un joven exclamó:
-Usted habla del peso del pecado. Yo no
lo siento — ¿Cuánto pesa? ¿Veinte kilos, cien kilos?
-Dígame -le preguntó el predicador-,
-Si usted pusiera un peso de cien kilos,
sobre el pecho de un hombre muerto, ¿Lo sentiría él?
–No, ya que está muerto - Contesto el
joven.
El predicador prosiguió: -Pues bien, el
hombre que no siente el peso del pecado esta espiritualmente MUERTO.
Eso es lo que pasa cuando uno cae al
pecado del adulterio. Ya no siente nada, este mal se hace familiar y su apetito
carnal exige más, no se sacia. Por eso, la persona que comete este pecado sigue
practicando aunque ve el sufrimiento de su familia, no le importa. A pesar que,
están sumidos en la amargura y sufrimiento. Pero, ¿por qué siguen cometiendo
este pecado? Porque están muertos espiritualmente. Entonces, ¿qué es la
solución? ¡La solución es, ir de prisa a los pies de Jesucristo en busca de
ayuda! Él tiene poder para resucitar, revivir y restaurar todo lo que estaba muerto
y malogrado.
El Apóstol Pablo, al escribir a la
iglesia de Roma, dijo: “He muerto con Cristo y soy libre del poder
del pecado” (Romanos 6:7-8). En su carta a la iglesia de Galacia, dijo “He
sido crucificado con Cristo. Ya no soy yo el que vive sino Cristo vive en mí.
La vida que vivo en el cuerpo, la vivo por la fe en Jesús.” (Gálatas.
2: 20). Pablo continúa diciendo: “Estoy muerto al pecado pero vivo para
Cristo Jesús.” (Romanos 6: 11). Y “El pecado ya no tiene dominio sobre mí,
porque no estoy bajo la ley sino bajo la gracia.” (Romanos 6: 14).
El consejo del Señor por medio del escritor del libro de Hebreos 13:4,
dice: “Honroso sea en todos el
matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros
los juzgará Dios.” Estimado amigo, Dios odia el
pecado del adulterio, ya que este pecado, está en contra de su plan para el
matrimonio. Como hemos visto, la Biblia enseña que el matrimonio es
honorable y el lecho sin mancilla; es decir, el sexo es solamente para el
Santo Matrimonio. Porque Dios dijo, en I Corintios 7:2-3, lo siguiente: “…
cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido…”, de
esa manera cumplan con el deber conyugal.
Quien se aparta
de Dios, por lo menos un milímetro de distancia, está tentado a actuar según la
carne. Con razón Jesucristo dijo: “… porque separados de mí nada podéis
hacer.” (Juan 15:5). Quienes se alejan de Dios, es claramente lo que
dice el Señor en su palabra: “Tienen
los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas
inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de
maldición.” 2
Pedro 2:14
El pecado
del adulterio rompe el lazo matrimonial; la persona que comete este mal,
se encuentra desnudo ante Dios y se pone bajo el terrible juicio y la ira de un
Dios que odia el pecado, como leemos en I Corintios 6:9: “¿No sabéis
que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios,
ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones.” Este mal te aleja del Señor, roba todo el gozo y
la paz de tu alma, te deja culpable, contaminado y sucio. Te conduce a la
mentira, la codicia y la amargura en tu alma.
El libro de
Proverbios advierte acerca de las consecuencias del adulterio: la pérdida del
honor y la fuerza (Proverbios 5: 9-11), una reputación arruinada (Proverbios
05:14), la esclavitud y la muerte (Proverbios 5: 22-23), la autodestrucción
(Proverbios 06:32), la venganza de un marido celoso (Proverbios 06:34), la
destrucción total “¿Tomará
el hombre fuego en su seno Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el
hombre sobre brasas Sin que sus pies se quemen? Así es el que se
llega a la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare.” (Proverbios 6: 27-29).
Quiero poner en
claro las consecuencias que afectan, no solo a la pareja, sino a toda la
familia. El pecado del adulterio conduce a la ruptura total con el
cónyuge, destroza el hogar: La vida del cónyuge e hijos. No hay nada más
sagrado a los ojos de Dios el matrimonio y la familia como una entidad
consagrada a Él. La primera institución que Dios hizo fue el
hogar. Él dijo en Génesis 2:18: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Tristemente
una de las causas del divorcio es el adulterio.
¡Si tú has caído
en adulterio, hay solución! ¡Hoy puedes escapar de esta maldición! Clama al Señor misericordioso
y acércate con un verdadero arrepentimiento, antes de que sea demasiado tarde. Confiesa
a Él que has deshonrado tu cuerpo, que has abandonado a tu cónyuge, has roto el
pacto ante Él y has afectado a tus hijos. La invitación está hecha: “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo
11:28).
La única
solución está en Dios: “Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí,
vendrán a ser como blanca lana.” (Isaías 1:18). Y demuéstrale a tu cónyuge que tu arrepentimiento
es real, y comienza a vivir en las manos de Dios, todos los días de tu vida.
Después de un verdadero arrepentimiento el Señor te hará nueva persona, serás
salvo y dedicado a caminar en una nueva vida con el Dios santo: “De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Él te dará
un corazón nuevo y una nueva naturaleza, y pondrá su Espíritu Santo dentro de
ti, y te permitirá caminar en el camino de la justicia y de la santidad, por su
gracia y por su poder día a día.
Ven a Jesucristo,
quien ha pagado tu deuda en la cruz, ha sufrido en lugar tuyo y mío. Ven con
un corazón arrepentido y humillado y EL te va a perdonar, eso es la
promesa en su palabra: “De éste dan
testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán
perdón de pecados por su nombre.” (Hechos 10:43). Amén.
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