CARTA PARA MIS HIJOS
CARTA PARA MIS HIJOS
Comienzo con una anécdota muy tierna. Nathalie Sánchez recuerda de
su primera hija, Camila, es una conversación en la que la niña,
cuando cumplió cuatro años de edad, le pregunta: ¿Mamá yo voy a ser tan
grande como tú?
Nathalie le dice: Si hija, tú vas a crecer mucho y vas a ser grande. Te vas
a convertir en adulta.
-Camila: Mamá, pero si yo voy a ser una adulta ¿ustedes qué serán?
-Nathalie: Bueno, nosotros nos vamos a poner más viejitos, pero tú vas a
crecer, te vas a casar, vas a tener hijos y nos vas a venir a visitar todo el
tiempo.
En ese momento a Camila se le aguaron los ojos.
-Camila: ¿Pero, por qué voy a ir a visitarles?
-Nathalie: Porque vas a tener una casa grande, vas a tener un carro…
-Camila: Pero será una casa que no es la tuya.
-Nathalie: ¡Claro! Una casa diferente, que no es la mía.
Camila se puso a llorar.
Su madre le pregunta, sin entender su reacción por qué lloraba,
y Camila, con lágrimas corriendo en las mejillas, dice: Es que yo quiero
vivir siempre contigo, no quiero que tú me abandones.
-Nathalie: Hija, yo no te voy a abandonar nunca, cuando seas grande serás
tú quien no va a querer estar conmigo.
-Camila: Claro que no, eso no es cierto. Yo siempre, siempre voy a querer
vivir contigo.
Las etapas de
la vida son maravillosas. En cada etapa de la vida, necesitamos recibir
consejos de personas que ya han pasado la edad que estamos pasando. Cada año,
uno adquiere experiencias y esas experiencias se convierten en tesoros para las
nuevas generaciones, son consejos de mucho valor para la vida.
A continuación, les
comparto una carta que escribí, hace diez años atrás, desde la ciudad de
Barcelona – España, dirigido a mis hijos, a la ciudad de Sucre - Bolivia:
“Amados hijos cuanta
alegría me da escribirles, hace mucho tiempo atrás tengo muchas preguntas que rondan en mi mente. Dos de ellas son: ¿Les he
disciplinado correctamente? ¿He logrado con la buena disciplina? Recordando cada
episodio de mi vida, la tristeza me invade, doblo rodillas y pido fuerzas a
Dios, para sobrellevar esos recuerdos.
Dios me ha dado a
ustedes, a mis preciosos hijos, a quienes amo con todo mi corazón. A ustedes me
dirijo, con la esperanza de que el Señor Todopoderoso les guie, en la
disciplina que van a ejercer con sus hijos.
Me gustaría
retroceder en el tiempo, para enmendar muchos errores, eso es imposible. Los argumentos que cito a continuación, son con
base en el material preparado por “Cristo para Todas las Naciones”… Estos
argumentos lo harán sus hijos, en cada momento que quieran disciplinarlos:
Papá, mantén la calma. Yo
necesito tener la seguridad de que tú seas capaz de mantener la paz dentro del
hogar, aun en los momentos más difíciles. Si no lo haces, ¿Cómo aprenderé a
enfrentar los problemas de la vida con serenidad y seriedad?
Papá, recuerda siempre que soy buen imitador. Conforme como es tu conducta, así será mi conducta. Será inevitable que
pierda el respeto por ti si me dices una cosa, pero tú mismo haces lo
contrario. Si tú me gritas y amenazas y no sabes controlarte, ¿cómo aprenderé a
hacer las cosas con moderación?
Papá, Necesito siempre que me digas las cosas claramente
y sin rodeos. Trates de ser justo cuando me amonestes, porque a veces
soy terco y rebelde, y necesito ser corregido aunque no me guste. Pero de esta
forma me demostrarás que tengo a alguien en la vida que se preocupa por
ayudarme a vivir como debo.
Papá, No dejes de ser mi padre por tratar de ser mi amigo. Necesito que
seas un adulto en quien puedo siempre confiar. Pero nunca olvides de amarme.
¡Dime siempre!: “Te amo, porque eres mi hijo.” Di sinceramente, si por alguna
razón deseas abrazarme. ¡Hazlo!
Papá, si miento o me comporto cruel contigo, castígame. Pero eso sí, dime porqué mi conducta es errada y ayúdame a cambiar.
Enséñame a pedir perdón y a perdonar. Necesito comprender que tu mayor anhelo
es que sea persona íntegra.
Papá, no me des todo lo que te pido. Necesito aprender a valorar las cosas sin que obligatoriamente me satisfaga
cada uno de mis caprichos. Pero sé franco conmigo. Lo que más me confunde es no
saber cómo tú vas a reaccionar. Sé
consistente entre lo que dices y lo que haces.
Papá, dime siempre la verdad. Aunque tú no lo creas, yo sé cuándo estás siendo deshonesto contigo mismo
o conmigo. Si no me enseñas a vivir con la verdad, ¿cómo aprenderé a enfrentar
mis problemas y errores sin recurrir a la mentira y el engaño?
Papá, necesito saber que Dios no está muerto, ni
durmiendo, ni de vacaciones. Hábleme cómo es Él
y qué significa el hecho de que Él me ama por medio de Jesucristo, Su Hijo. Eso
demuéstramelo con tu amor. Necesito saber que hay alguien por encima de mi
vida. De esa manera puedo ver que en este mundo las cosas no andan bien; ¿No
sería bueno mostrarme, con el trato que me das, el gran amor que Dios tiene
para mí?
Amados hijos, para
concluir quiero expresarles lo dichoso y feliz que soy a lado de ustedes. Sé
que mis nietos, tendrán un trato diferente. Y siento que encuentro un descanso,
al descargar este peso que llevaba hace mucho tiempo atrás.”
¡Qué hermoso es tener el amor de Dios en nuestro corazón! ¿Verdad? Si no ha
recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día indicado, para que lo
haga. Recuerde que, tomados de las manos del Salvador, emprendemos el
maravilloso camino hacia el crecimiento personal y espiritual. No se
arrepentirá de tomar esta decisión. Sin Él no podremos hacer nada (Juan 3:16;
Juan 15:5).
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