TORMENTAS EN LA VIDA
TORMENTAS EN LA VIDA
Vamos a comenzar
con un ejemplo puntual, para entender cómo sobrellevar la tormenta de la vida:
“Un águila sabe cuándo una tormenta se acerca mucho antes de que ésta empiece.
El águila volará a un sitio alto para esperar los vientos que vendrán. Cuando
azota la tormenta, coloca sus alas de modo que el viento las agarre y la lleve
por sobre la tormenta. Mientras que la tormenta está destrozando abajo, el
águila vuela por encima de ella. El águila no se escapa de la tormenta.
Simplemente la usa para levantarse más alto. Se levanta gracias a los vientos
que trae la tormenta”. Para relacionar este ejemplo, cito el pasaje de Isaías
40:31, dice: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas
como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
En cierto lugar un
pastor muy sabio, hablando de las dificultades de la vida cristiana, refirió la
siguiente metáfora: “Tener a Dios, no significa construir nuestra casa en un
lugar donde no existan las tormentas; significa construir nuestra casa donde
ninguna tormenta pueda destruirla.” Jesucristo es la roca y es nuestro refugio
en cualquier tormenta de la vida, solo en Él tenemos la salvación. No se trata
de depender de nuestro propio esfuerzo, sino que, Dios pelea por nosotros: “… No
tengan miedo. Manténganse firmes y fíjense en lo que el Señor va a hacer hoy
para salvarlos… Ustedes no se preocupen, que el Señor va a pelear por ustedes.”
(Éxodo 14:13-14).
Vencer las
tormentas de la vida, está lejos de nuestra capacidad de decisión, sabiduría
humana y nuestra honestidad. Porque, separados de Dios, nada podemos hacer
(Juan 15:5). La única salvación que tenemos es, dejar que Dios tome el control.
Jesús nos advirtió con claridad que en el mundo tendríamos aflicción, pero nos
aseguró también que no debíamos de temer, ya que tenemos de nuestro lado, a
Aquél que ha vencido este mundo y nos da la victoria juntamente con Él. La
palabra de Dios, dice: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí
hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido
al mundo.” Juan 16:33 NVI
Sobre nuestras
vidas se ciernen toda clase de circunstancias. Algunas son mucho más difíciles
que las otras. No siempre podemos saber cuándo va a estallar una tormenta… a veces la formación
de las nubes es de evolución rápida y la tormenta nos sorprende con la furia de
los elementos que se desatan. En la palabra de Dios nos habla de varias clases
de tormentas:
Por ejemplo, tormentas
malas que quieren destruir nuestros sueños:
En medio de una de ellas, Pedro pudo caminar sobre las aguas entre olas
encrespadas, porque obedeció la voz del Señor. Pero tuvo miedo del fuerte
viento y empezó a hundirse, clamando “Señor, sálvame”. Como siempre que
acudimos al Señor en medio de nuestros apuros, Pedro fue sostenido firmemente
por la mano de Jesús (Mateo 14:22).
Nuestros sueños
como de cualquier cristiano es caminar en este mundo como Jesús, pero las
tormentas y dificultades de esta vida, quieren ahogar y destruir esos sueños
hermosos. Debemos aprender del apóstol Pedro y acudir a aquel que es poderoso
para ayudarnos y no quedarnos en el mismo lugar hundidos. Solo Jesucristo tiene
poder para sacarnos del hoyo donde nos encontramos.
Tormentas malas que
quieren destruir nuestra fe: En otra
de ellas, el Señor muestra su identidad mesiánica y su poder infinito como hijo
de Dios. Reprendió al viento y ordenó callar al mar “y se hizo grande bonanza”
de modo que pudieron pasar al otro lado. Si sabemos que el Señor está con
nosotros, en la barca de nuestra vida, ¿por qué tenemos miedo de hundirnos?
Jesús nos pregunta: “… ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”
(Marcos 4:35-41). ¿Por qué nos amedrentarnos sabiendo que Jesús está a nuestro
lado? Si no confiamos en Él, no estamos tomando en cuenta a Él en nuestra casa,
en otras palabras estamos desconociendo al Todopoderoso y resulta ser pecado no
confiar en Él.
A veces sufrimos,
lloramos y nos desesperamos, por ignorar la presencia del Señor. Él está ahí a
nuestro lado, para ayudarnos. Pienso que el Señor se siente triste, al saber
que sus hijos no confían en Él. Cuando hay tormentas, aprendamos a acudir
inmediatamente a Él, descansemos en las manos poderosas de nuestro amado
Salvador Jesucristo. Su palabra, dice: “… no hay justo desamparado…”
(Salmos 37:26, 26).
Tormentas malas de
acusaciones e incomprensiones: La
gran tempestad del viaje de Pablo a Roma acabó en un dramático naufragio, en el
que muchas de las personas a bordo, tuvieron que ponerse a salvo aferrándose a
maderos y tablas (Hechos 27:39-44). En medio de la larga tormenta, Pablo se
aferró con todo su corazón al Dios que le daba una promesa de salvación: “Pablo
no temas… Dios te ha concedido todos los que navegan contigo” (27:24).
Así que, obedeciendo al Señor de Pablo, todos llegaron a la tierra, sanos y
salvos. Oremos nosotros también, para que el Señor nos conceda la vida de todos
los que están en nuestro barco, que podamos llevarlos a la fe y obediencia del
Señor.
No evites las
tormentas que pasan en nuestra vida, aprende a caminar juntamente con Jesús, sobre
ellas, para superarlas y pasar al otro lado. Y si estás aferrado a un madero en
medio de un mar de dificultades, recuerda que solo Cristo es “la roca de
nuestra salvación” y resiste con la seguridad de que Dios todavía hará amanecer
sobre ti un hermoso día.
¿Has visto soplar
vientos tan fuertes, que sin previo aviso hicieron volar, tus sueños más
queridos? ¿Has tenido que aferrarte a un madero cuando estos vientos quieren
derribar tu fe? ¿Has cruzado la tormenta en medio de una lluvia de
incomprensión y acusaciones que, como granizo, golpean tu rostro y destruyen tu
paz y gozo? ¿Puedes pasar por la tempestad sin que te afecte? Con la ayuda del
Señor Todopoderoso, ¡SIEMPRE SALDREMOS TRANSFORMADOS! Cuando nos aferramos a la
cruz de Jesucristo y esperamos en la misericordia de Dios, seremos rescatados
de lo que puede hundirnos.
Un hombre lloraba y
sufría por la salud de su madre. Aquella mujer, golpeada por la vida, no pudo
resistir el duro impacto en su cerebro y cayó fulminada en agonía de muerte.
Este hombre dice que, al conocer la noticia, escuchó en su corazón la siguiente
pregunta: ¿Qué harás? Su respuesta fue: “Te tengo a Ti Señor, Tú lo harás por
mí.” Pocos días después, este hombre, abrazaba y caminaba junto a aquella
mujer... Y dice este hombre: Mi madre estaba sana y caminaba junto a mí. Ante
el asombro de todos, mi respuesta a esto fue muy sencilla: ¡Para Dios todas las
cosas son posibles!”… La fe y confianza en el Señor salvaron a su madre. En
medio de la tormenta es buena y acertada decisión, confiar en la persona que
cuida de nosotros.
Levanta los ojos y
mira, abre tus oídos y escucha como te dice el Señor: “pero yo he rogado por ti, que tu
fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas
22:32). Mientras tanto, aférrate a Jesús hasta que pase la tormenta, sólo
confiando en Él podrás volar por encima de cualquier tormenta por horrible que
sea, encontrarás ayuda oportuna y paz en tu vida. AMEN.
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