REGRESO A CASA
REGRESO A CASA
Hace siete años atrás, regresamos
a nuestro país y nuestra casa. Durante cinco años estuvimos viviendo en la
hermosa ciudad de Barcelona (España), nos abrigó durante cinco años. Tenemos
recuerdos inolvidables de personas que nos acogieron, nos trataron con mucho
aprecio y estima, hemos estado como en nuestra propia familia.
Antes de los preparativos
para el retorno, escribí un pequeño mensaje, pensando en otro viaje muy
importante de nuestras vidas. Muy pronto emprenderemos ese viaje, nos iremos a ese
lugar, a nuestra morada eterna, somos extranjeros en esta vida. Alguien prepara
esa mansión eterna y no solo está preparando, sino, nos espera cada momento,
nuestra llegada. ¡Qué dicha y alegría, saber que tenemos un lugar hermoso a
donde nos iremos! ¿Verdad?...
¡No hay nada más
emocionante que, volver al hogar después de cinco años de ausencia, a cientos
de kilómetros fuera de casa! Al fin ha llegado la hora de preparar maletas. Los
preparativos comienzan tres meses antes, mi esposa comienza a preparar el equipaje,
tenemos que calcular el peso exacto permitido por la empresa aérea. La decisión
es difícil ¿qué llevar y qué no llevar? En todo este tiempo hemos adquirido
muchas cositas materiales, lamentablemente de muchas de ellas teníamos que
deshacernos y tirarlas a la basura.
Faltando un mes comienzan las invitaciones de despedida de
las familias con las que hemos compartido; son personas que nos han apreciado y
nos aprecian, sabían que teníamos que irnos para siempre y que posiblemente ya
no volveríamos a vernos. Las despedidas no son buenas nos invade la tristeza;
para los que nos esperan en casa es una alegría volver a vernos y encontrarnos con
ellos.
Ya faltan pocos días, una semana para partir de la ciudad
más hermosa del mundo, “Barcelona”. Esta
hermosa ciudad, ha sido la encargada de albergarnos por cinco años, una ciudad
acogedora y hospitalaria; una ciudad también llamada: “Ciudad generosa”. ¿Por qué este nombre? Porque, es la ciudad catalana
que alberga a más inmigrantes de todo el mundo. En ella viven personas de
distintas culturas de toda la tierra, se puede apreciar gente de todo color, de
distintas razas y se oyen hablar muchas lenguas. Nosotros somos uno de ellos,
como “quechua-hablantes” hemos contribuido con otro idioma más.
Pensando en nuestra vuelta a casa, nuestra imaginación vuela
y nos hacemos una idea de cómo será nuestra llegada: En el aeropuerto aterriza
el avión; por fin ha llegado el día más esperado, el encuentro con la familia:
Al salir del avión, mis hijos y mis nietos esperándonos expectantes en la
azotea de la terminal “Juana Azurduy de Padilla” y nosotros caminando con paso
firme y con la emoción sin límites, nuestro corazón rebosando de alegría
palpita con más fuerza cuando más nos acercamos.
El encuentro es algo inexplicable, nos lanzamos a los brazos
de nuestros hijos y no nos cansamos de besar uno por uno a nuestros nietos. Por
fin llega el momento de paz, nuestro corazón se tranquiliza, en ese momento termina
la ansiada espera de volver, porque ya estamos allí con ellos. Nadie se imagina
lo que en ese momento está ocurriendo dentro de nosotros, todos sonrientes con
ganas de pasarla siempre bien y estar juntos el tiempo que nos resta, aunque
esto no será posible, porque nuestros hijos en algún momento surcarán nuevos
horizontes y tendrán nuevos proyectos.
Al llegar a casa, el esperado banquete, aunque la comida sea
algo humilde, sabe al mejor plato del mundo. La naturaleza que nos rodea, la
casa y todo lo que hay en ese lugar parecen darnos la bienvenida, todo nos sabe
a nuevo, hasta el aire que respiramos. Los vecinos con su curiosidad parecen
también sumarse a la celebración de nuestra llegada.
¡No hay nada más hermoso que regresar al hogar! ¿Verdad? Esta
imaginación me lleva a otra escena más grande, el “REGRESO A NUESTRO HOGAR
CELESTIAL” ¡Bendito sea el Señor! A nuestra morada eterna, donde viviremos por
siempre y para siempre; allí no habrá más llanto ni dolor. Todas las cosas
viejas pasarán, todo será hecho nuevo:
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas
todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y
verdaderas. (Apocalipsis 21:4, 5). Será glorioso y hermoso, un
acontecimiento como nunca jamás ha habido algo igual en este universo.
En realidad esos retornos a la casa terrenal ¡nos hacen
disfrutar tanto, son momentos hermosos! ¿Se imaginan cómo será la llegada a
nuestro hogar Celestial? Los ángeles con sonidos de trompetas dándonos la
bienvenida; nosotros en el aire con ropas blancas resplandecientes, recibidos
nada menos que por el Señor de señores y el Rey de reyes (Jesucristo): “Entonces aparecerá la señal del Hijo del
Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y
verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran
gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus
escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo
24:30, 31). “Y en su vestidura y en su
muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”. (Apocalipsis
19:16).
Ese Señor que nos viene a recoger, nos dejó unas palabras de
ánimo y fortaleza, palabras hermosas que nos sorprenden al notar el tono de voz
impreso en los textos de la Biblia. Con estas palabras nos muestra que nos ama
tanto, nos dice de una manera cariñosa y familiar; un pasaje que representa una
de las joyas más preciadas de la Escritura, dice así: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En
la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os
preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis”. (Juan 14:1-3)
En los últimos tiempos vivimos días de mucha preocupación,
percibimos que la maldad en los hombres aumenta y los cambios en la naturaleza
son evidentes, son señales y nos avisan que está pronto la venida del hijo del
hombre. En el cielo, parece haber más movimiento que lo acostumbrado, los
ángeles se preparan para tocar las trompetas de la bienvenida a la flamante
novia (la Iglesia de Cristo). ¡Nuestra morada celestial nos espera! ¡Aleluya!
Cuando Jesucristo dijo: “En la casa de mi
Padre muchas moradas hay”, estaba diciéndonos que Él iba a preparar un
lugar para todos, tendrá una capacidad ilimitada. ¡Nunca habrá un cartel
anunciando “Completo”! ¡Alabado sea el Señor! ¡También hay un lugar para ti!
Sabemos que en esta
tierra hay muchas familias sin techo, aunque en muchas de estas ciudades el
progreso ha crecido a pasos agigantados, hay gente que vive en una extremada
comodidad y lujo; lo irónico del caso es que, en esas mismas ciudades viven una
gran parte de la sociedad marginada, no tienen un hogar donde vivir dignamente;
si tienen algún lugar viven explotados por los grandes empresarios, por los
cobros de alquileres exagerados que sobrepasan la capacidad económica de estas
pobres familias.
Cuán feliz me hace al saber que en el Reino de Dios nunca
veremos un cartel que diga “Completo, no hay lugar”, cada uno de nosotros
tendremos nuestra propia casa. De hecho, la invitación para ti y para mí está
hecha. La Iglesia de Jesucristo tiene que estar preparada, pues en cualquier
momento escucharemos el sonido de las trompetas; en un abrir y cerrar de ojos
ya nos hemos ido al encuentro con nuestro Salvador Jesucristo, de esa manera
disfrutaremos por toda la eternidad. La palabra de Dios, dice: “En
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados”. (1 Corintios 15:52).
“El Espíritu y la novia dicen: ‘¡Ven!’; y el que escuche diga: ‘¡Ven!’
El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la
vida” (Apocalipsis 22:17).
Amada familia
regocíjense, porque el día del gran consuelo viene. Tanto el Señor como
nosotros anhelamos aquel día glorioso, en que se cantarán “aleluyas” en los
cielos. ¡EL GRAN DÍA DE LA CENA DE LAS BODAS DEL CORDERO HABRÁ LLEGADO! A
través de la parábola de las diez vírgenes, el Señor Jesús nos advierte acerca
de la necesidad de velar para no ser sorprendidos por su advenimiento
(Mateo 25:1-13).
Amada familia
prepárense, para que este gran encuentro sea realidad: “El regreso a casa”. Anhelo con todas mis fuerzas la llegada de ese
gran día. Es como en esos momentos de regresar a casa, hemos anhelado con todas
nuestras fuerzas regresar a nuestra familia, porque ellos nos esperaban. Lo
mismo, en nuestro hogar celestial nos espera y hay preparativos para nuestra
bienvenida, nuestro amado Salvador Jesucristo anhela mucho más que nosotros
este encuentro.
Él nos espera con nuestro premio, un hogar para estrenar. Si
no estás preparado y sientes que debes hacerlo hoy, pide perdón a Dios en
nombre de nuestro amado Salvador Jesucristo, dile que quieres estar con Él para
siempre y luego espera cada día y cada minuto de tu vida ese día hermoso.
¿Quién puede dudar de la persona que ha ofrendado su vida, para rescatarnos de
la muerte? (Juan 3:16).
Quiero que nos traslademos hace dos mil años atrás, junto a
nuestro amado Salvador Jesucristo: Le azotaron, le escupieron, le humillaron,
Él cargó su propia cruz hasta el calvario, le pusieron corona de espinas, le
clavaron manos y pies y, no satisfechos con esto, la gente les insultaba, diciendo:
“Si eres hijo de Dios sálvate a ti mismo
y bájate de la Cruz…” (Marcos 15:30, 31). En medio de ese odio y la
oscuridad, unas palabras de amor retumbaron: “¡PADRE PERDÓNALOS, PORQUE NO
SABEN LO QUE HACEN!”. (Lucas 23:34) Ese mismo Señor te dice hoy: “Yo he pagado tu deuda, me ha costado mi
vida rescatarte, te amo y no importa lo que hayas hecho te perdono; prepárate
para este encuentro, tengo una hermosa morada para ti”. Amén.
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