EL PELIGRO DE UN CORAZÓN TERCO
EL PELIGRO DE UN CORAZÓN TERCO
La gran mayoría de nosotros tenemos algo de tercos, tal vez otros en menor grado y otros en mayor grado… Muchos de ellos están luchando con su carácter pero, otros están satisfechos con su actitud, pareciera que no les afecta. ¡Dale con el mismo mazo!...
La terquedad al igual que cualquiera de nuestras acciones nos causan problemas, si no está bajo el control de nuestro Señor Jesucristo, al final nos hará sufrir.
Muchos por causa de este problema, no han logrado lo que se han propuesto, porque la terquedad no les ha permitido escuchar consejos de nadie, ni mucho menos han querido tomar en cuenta los consejos de Dios. La terquedad, no les deja aceptar cambios saludables en su vida.
Terco es aquel que no es flexible ante una situación que se le presenta, contrario a lo que ha decidido. Su posición es muy rígida y se pone muy testarudo en cualquier decisión y siempre quiere hacer prevalecer su decisión.
En Éxodo capítulo 11, habla de la terquedad del faraón de Egipto. Jehová lo conocía y sabía que a pesar de las grandes señales que Dios había hecho en su presencia, no escucharía a Moisés. En el versículo 9, dice: “Y Jehová dijo a Moisés: Faraón no os oirá, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto.”
La historia bíblica nos dice que Jehová endureció el corazón del faraón. Éxodo 10: 27 “Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir.” Algunos quizás podrían preguntarse, pero si Dios fue quien le endureció el corazón, entonces porque lo castiga.
Cuando la Biblia dice que Jehová endureció el corazón, se refiere a que Jehová permite que el hombre haga lo que persiste hacer. ¿Por qué? Porque el hombre, no quiere escuchar el consejo de Dios y quiere hacer lo que le da la gana…
Lo maravilloso del ser humano, es que Dios nos ha dado la libre decisión, escoger lo malo o lo bueno, a esto se le llama: “Libre Albedrío.” Tenemos la libre decisión de escoger lo que queramos. Lo que decidamos con nuestro corazón y luego, lo que digamos con los labios, eso se hará.
Fue Faraón quien endureció su corazón, eso es lo que él quería. Así nos aclara la propia palabra de Dios. (1 Samuel 6:6) “¿Por qué endurezcáis vuestro corazón, como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron?” (Hebreos 3:8). “No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto. ” Una persona que endurece su corazón por lo general no escucha a nadie, aunque esas personas que le aconsejan tengan la razón.
Una persona terca no tiene límites en lo que hace, no acepta que va a ver peligros o barreras que le van a dañar, lo único que piensan es en hacer lo que él quiere.
Esas personas dicen: “Así soy yo y nadie va a cambiarme,” Dios permite que sea así, como ellos han querido y han dicho. Como sí ellos mismos con sus fuerzas pudieran cambiar los peligros que se les aproximan. ¡Lamentablemente no lo pueden hacer con sus fuerzas!
Para esas personas y para nosotros, hay una esperanza maravillosa. Ese cambio solo se encuentra en Jesristo, por eso el apóstol Pablo, dice: “Cristo es el todo, y en todos.” (Colosenses 3:11). Esa es la solución para ti y para mí. Felizmente Cristo es todo en tu vida y en el mío. Él es nuestra fuerza hoy, mañana y por la eternidad.
Esas palabras hermosas: “¡Cristo es todo, en todos!” Es el secreto, tanto para la justificación, como santificación del cristiano; ella es su fortaleza y su permanencia en la gracia. Es también el secreto de la paz, gozo y valor, demuestran fortaleza en medio de cualquier actitud que podamos tener como en este caso la terquedad. En todas esas personas, ¡Cristo lo es todo!
“Cristo es el todo, en todos.” Esta es la descripción de un verdadero cristiano, que se diferencia de todas las demás. El cristiano es alguien para quien Cristo llegó a ser todo, en todos.
Como lo expresó el propio Jesús: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn.5:39). De lo que una persona habla, se sabe fácilmente qué es lo más importante en su corazón, según el dicho de Jesús: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Tenemos que leer la Palabra de Dios (La Biblia), para escuchar a Dios.
Vamos a poner algunos ejemplos, para entender mejor los argumentos de las personas tercas: Por ejemplo, uno suspira y dice: “Nunca podré permanecer en la gracia. ¡Mi fe corre muchos riesgos y peligros! No quiero ser hipócrita como muchos, siendo cristianos viven mal. Tal vez me pase lo mismo, que soy tan débil, ¡tengo el corazón cautivado por el mundo impío y lleno de pecado...!”
Otro lamenta: “¡Nunca seré otra cosa que un esclavo del pecado! Veo el mal, pero no lo puedo resistir. Traté de orar, velar y luchar, y pensé que algún día alcanzaría la santificación de mi vida, pero no es así. Al contrario, ¡cada vez soy peor...!”
Un tercero confiesa: “Mi pecado está siempre delante de mí” (Salmos 51:3). “No tengo paz ni la seguridad de la gracia de Dios y el perdón de los pecados que cometí. Mi conciencia siempre me sigue atormentando. Jamás llegaré a ser como debe ser un verdadero cristiano”.
Un cuarto admite: “¡Lo que me sucede a mí es terrible! Yo ni siquiera puedo reconocer mis pecados y mi triste condición espiritual; ni sé cómo arrepentirme, o sentir miedo por esos pecados, sino que ando con el corazón endurecido, frío e insensible…”
En todas estas tribulaciones que está pasando el ser humano, siempre la principal falta es que, se han olvidado de las obras perfectas de Cristo; lo olvidan y lo pasan completamente por alto. Con sus razonamientos, lo dejan totalmente de lado; lo ignoran por completo, y viven su vida interior, como si no existiese Cristo ni el Salvador, ni justicia que los pudiese cubrir ante Dios ni un todopoderoso Auxiliador ni un piadoso Pastor.
Así pasa, como si nosotros mismos nos encontráramos abandonados a nuestra suerte; como si cada cual tuviera que ser su propio Salvador, y tuviera que conquistar por sí mismo una justicia que satisfaga a Dios, ser su propio guía, auxilio, fortaleza… En fin, su “todo en todos”.
La terrible oscuridad de la incredulidad es la causa de todo mal. Porque todo sería remediado y quedaría arreglado, si tan sólo dejara que Cristo fuese el “todo en todos,” en su vida. Como Dios quiso que Cristo sea: Nuestra “sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Colosenses 1:30).
Acude a Cristo, Él te espera con brazos abiertos, porque Él ha cumplido todo lo que Dios nos exige al hombre y no tenemos que hacer nada más que abrir nuestro corazón a Jesucristo, quien hizo una obra completa. Y Él nos espera con brazos abiertos para perdonarnos y darnos paz en nuestro corazón y en nuestra familia.
Jesucristo dice: “Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos.” (Apocalipsis 3:20 DHH); dice también: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar.” ¡La respuesta la tienes tú! (Mateo 11:28 DHH). Amén.
Comentarios
Publicar un comentario