¡LA TRISTEZA DE LA CRUZ, NOS TRAJO UNA ESPERANZA VIVA!
¡LA TRISTEZA DE LA CRUZ, NOS TRAJO UNA ESPERANZA VIVA!
Eran carnavales de 1989, un miércoles por la tarde, alguien llamó a la puerta. Podía percibir en mi corazón que no eran buenas noticias. Abro la puerta, la persona que estaba parada en frente mío tenía un semblante caído y con una expresión de dolor. Antes que vierta esas palabras, que nunca hubiese querido escuchar… Mi cuerpo se estremeció… Me dijo: “Tu mamá ha fallecido...” Era la noticia más triste de mi vida, un sudor frío invadió mi cuerpo, un dolor profundo en mi corazón, me llené de angustia, una sensación de desfallecer…
Lamentablemente, allí comenzó mi calvario, mi dolor. Sentí que una parte de mi vida se había ido… Cada año, el día de la madre y los cumpleaños de mi madre es un recuerdo triste, escribir un mensaje o dar un mensaje me cuesta lágrimas… Pero, al mismo tiempo, dentro de mi corazón hay una luz de esperanza: ¡La voy a ver una vez más!
Desde ese momento, me convertí en una persona sensible, débil e indefensa, es como si se hubieran llevado una parte de mi vida... Recuerdo muy bien, en ese momento, uno es tan pobre para las palabras frente a semejante noticia. Muchos pensamientos me invadieron en mi cabeza: ¿Por qué no he estado a su lado? ¿Por qué no he evitado esta muerte?
Los que han perdido una madre en una muerte repentina, me pueden entender y darme la razón. ¡Tan joven, tan llena de vida! La noticia me dejó completamente inconsciente… ¡La madre que se había preocupado por su único hijo, ahora ya no está! ¡Qué dolor! ¿Verdad?
No sé si alguien ha experimentado la muerte de un ser querido, en forma inesperada y de cerca, si ha tenido esa experiencia, me entenderá la magnitud de sufrimiento que uno siente, en ese momento... Sabemos que las personas de edad avanzada tienen que morir, pero cuando mueren personas que están todavía jóvenes en su mejor momento, es diferente. Cuando eso sucede, a menudo deja un vacío dentro del corazón y una impresión incomprensible y más profunda en nosotros.
¿Por qué esta introducción tan triste? Estamos en Semana Santa, me pongo a pensar y entender a aquellas personas que estaban frente a este hecho macabro en el Gólgota (la crucifixión de Jesucristo). Las personas que amaban a nuestro Señor Jesucristo, seguramente han pasado por esta experiencia triste… “Presenciar la pasión y muerte, es un shock tan fuerte, que al ver esa escena inhumana es volverse lisiado emocionalmente…”
Jesús tenía sólo 33 años cuando lo clavaron en la cruz. Lo que le sucedió a Jesús también produjo una fuerte impresión en las personas que lo amaban. Por ejemplo, las personas que han sido sanadas de su enfermedad, los que han sido consolados, los que han sido levantados de entre los muertos... Ese gran ser humano que tanto bien había hecho a muchos, se había ido.
Podemos leer en la biblia que el domingo por la mañana unas mujeres iban de camino a la tumba… Estudiando los textos paralelos en Marcos, Mateo y Lucas, vemos que varias mujeres fueron al sepulcro. Dice que una de ellas, llamada María Magdalena, se dirige al lugar donde Jesús ha sido enterrado. Cuando llegó, vio que el sepulcro estaba vacío; Jesús había resucitado.
¿Quién era María Magdalena? Antes de que María Magdalena conociera a Jesús, había sido poseída por siete espíritus malignos. Había sido esclava del pecado y del diablo. María sabía lo que significaba sentir dolor, estar indefensa y desesperada. Su pasado había sido un caos y dolor, porque el enemigo que es satanás, solo conoce odio, venganza, y destrucción (Juan 10:10a) . Sin Jesucristo, todo habría sido inútil. Todo habría seguido oscuro sin paz en el corazón.
Conocer a Jesús había cambiado todo. María Magdalena había sido liberada de los encantos satánicos que la atormentaban y había experimentado la paz de Dios y una conciencia tranquila. Lo más importante, había recibido el perdón de sus pecados. La oscuridad se había convertido en luz. Un mundo completamente diferente y nuevo se había abierto para María Magdalena junto a Jesús.
Pero ahora Jesús se había ido. Era nuevamente el dolor e inseguridad lo que reinaba en su interior por causa de esa cruel muerte de Jesucristo. No es de extrañar que ella esté de pie fuera de la tumba y llorando: “Pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro...” (Juan 20:11 NVI). Debe haber sido un gran dolor. Había perdido lo más querido de su vida: Jesús. Cuál fue la razón por la que su vida cambió por completo, estaba muerto.
¿Jesucristo les iba a abandonar en confusión y dejarles solos? ¡Nunca! ¡Jesús nunca llega demasiado tarde, Él llega siempre en el momento perfecto!... Cuando llegaron a la tumba, la piedra había sido removida y la tumba estaba vacía. No sabían qué pensar: “Ellas no sabían qué hacer ni qué pensar. De pronto, dos hombres se pararon junto a ellas. Tenían ropa muy blanca y brillante.” (Lucas 24:4 TLA).
En la experiencia de María, quiero que actualicemos y apliquemos a nuestra vida: ¿Alguna vez has experimentado esa misma emoción de desesperación? También nos hemos encontrado en esa situación, sin encontrar solución o salida, completamente desconcertados, sin palabras e indefensos.
¿Qué le pasó a María? “Entonces se pararon junto a ellos dos hombres, vestidos con ropas resplandecientes.” (Lucas 24:4) En ese momento, cuando todo parecía completamente desesperante, un mensaje celestial llegó a sus oídos. Al principio tenían miedo. “Estaban horrorizados y se postraron con el rostro en la tierra.” Así es a menudo cuando nosotros, que somos terrenales, en el momento preciso llegará un mensaje celestial. ¡Llega la respuesta de Dios!
¿Dónde estás buscando a Dios? No busquemos en el lugar equivocado: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?” (Lucas 24:5) Sus miradas estaban en el lugar equivocado. ¿No es así a menudo en nuestra vida? Cuando nos encontramos en una situación difícil, sentimos una desesperación de muerte y juicio, nos resulta muy fácil mirar en el lugar equivocado. Tan fácil es volver nuestra mirada hacia lo terrenal en lugar de mirar al Dios vivo.
Después del mensaje de los ángeles, algo maravilloso ocurrió con María Magdalena: “Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo. Jesús entonces le dijo: ¡María!... Ella se volvió y le dijo en hebreo: ¡Rabuni! (que quiere decir: «Maestro»). Jesús le dijo: No me retengas, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes. Entonces María Magdalena fue y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también les contó lo que Él le había dicho.” (Juan 20:14-18).
Nos resulta tan fácil, preguntarnos: ¿Ahora qué hago o quien me ayuda?, buscar ayuda entre los muertos, en personas equivocadas o buscar dentro de uno mismo, en nuestros sentimientos o en nuestros pensamientos. Allí no vamos a encontrar, ni mucho menos paz y solución. Es exactamente como buscar a Dios entre los muertos.
Jesucristo siempre está más cerca de lo que podamos imaginar. Él está a tu lado para ayudarte, como dice, en Isaías 41:10: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa." Y en Mateo 11:28, dice: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar.”
Jesús llena nuestro corazón de una esperanza viva, nosotros tampoco vamos a morir. Por este milagro Divino del Gólgota, viviremos para siempre: “Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá.” (Juan 11:25)… Después de la muerte de mi amada madre, he sufrido por mucho tiempo, solo Jesucristo ha llenado de paz mi corazón de una esperanza viva… Un día veré nuevamente a mi madre. Esta esperanza me tiene feliz y dichoso de ser hijo de Dios…
Es un saludo del cielo para ti y para mí. La mañana del día Domingo de Pascua es la fiesta que debemos celebrar con mucha alegría. Porque, es este día que testifica precisamente el triunfo sobre la muerte, que la obra expiatoria de Jesús fue completada y aprobada en el cielo.
El que cree en Jesucristo, y viene con su pecado a Él, ¡aunque muera, vivirá! (Juan 11:25). La persona que entrega su vida a Jesucristo, participa en la vida celestial eterna, porque el pecado ya ha sido expiado y la deuda ha sido pagada (Juan 19:30). Incluso si todavía sientes que fallas ante Dios, con el perdón de Jesucristo compartirás la vida eterna con Él, para siempre. (Isaías 1:18). ¡FELICES PASCUAS! Amén.
Dios lo bendiga hermano René gracias
ResponderBorrarMuchas gracias Jatniel, Felices Pàscuas y muchas bendiciones de nuestro Señor Jesucristo.
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