“El dolor que sufrió Cristo…” ¡FUE EN TU LUGAR!


“El dolor que sufrió Cristo…”
¡FUE EN TU LUGAR!

Imagen relacionada


(Mateo 27:45-56)


Cuenta una curiosa anécdota de un rico comerciante llamado Alejandro. Este comerciante concedió un préstamo económico de una suma considerable a su siervo, con la condición de que la deuda sería cancelada en toda su vida trabajando para su patrón.

En uno de los viajes de negocios a Europa, Alejandro se encontró con un amigo Pastor evangélico y recibió a Cristo en su corazón.

Al volver y llegar a su casa, llamó a su siervo a quién pidió servirle comida y también que traiga una vela encendida. Su criado entonces se presentó portando una bandeja con comida y en la otra mano una vela encendida. Alejandro entonces, sacó el recibo del bolsillo donde figuraba el préstamo concedido a este siervo suyo; éste empezó a temblar, pensando en ese momento que su patrón le cobraría su deuda. Pero Alejandro tomó el recibo y mientras lo quemaba, pronunció las siguientes palabras: “Gran siervo mío, después de tener el honor de conocer a Cristo, quién me perdonó mi deuda eterna, entiendo que esta deuda tuya no es nada comparado con la mía, no me debes nada.” ¡Qué alegría para el siervo perdonado!

Quiero que viajes imaginariamente hasta el Gólgota, estás presente en el momento crítico de la historia de la humanidad. Imaginate los clavos en las manos y los pies, la corona de espinas, la sangre brotando de las heridas, el dolor insoportable en todo el cuerpo por la flagelación de los soldados romanos. ¿Podrías decirme en su cabalidad, el dolor y sufrimiento que pasó Jesucristo? ¿Es imposible sentir el mismo dolor verdad? Nosotros teníamos que sufrir ese dolor… Pero Él lo sufrió voluntariamente, para que nosotros no pasemos por este horrible episodio. Nuestras deudas están canceladas, podemos gozar nuestra libertad sin pagar nada.

Resultado de imagen para Cristo con los clavos en la mano

A través de toda la historia de la humanidad, desde la creación del universo hasta ese momento del sacrificio, vivieron hombres fieles que creían en Dios, aunque todos los demás hombres los abandonaron, Dios siempre estaba presente con ellos, aún en el momento de la muerte. Pero en esta hora de tinieblas totales, Cristo no tuvo ni siquiera ese consuelo.
Sin mucho pensarlo, la gente habla del “infierno”. Para Jesucristo, la cruz se volvió el infierno. Dios cubrió su rostro, tapó sus oídos, y cerró herméticamente las puertas del juicio, ¡puro y completo juicio! Es que la cruz reemplazó, el infierno que todos merecemos.

Es cierto que a veces sentimos la ausencia de Dios en la vida pero la verdad es que Dios está siempre presente entre nosotros. Esa ausencia total la experimentó Jesucristo. Descendió al último lugar del abismo sin fondo, separado de la presencia de su Padre. Y lo hizo solo, ¡totalmente solo!… para que nosotros jamás estuviéramos solos.

De ahí que nuestras alternativas se hacen simples. Podemos rechazar al Cristo de la cruz y gritar por toda la eternidad: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). O la única otra alternativa es dejar que Cristo exclame esas palabras terribles por nosotros. Es la única forma de no tener que decirlas nosotros mismos algún día.

Imagen relacionada
Apreciado amigo, Jesucristo ha resucitado, no está en la cruz. ¡Él vive! En estas fechas, especialmente en la Semana Santa, mira la obra de Jesucristo, Él hizo una obra completa para nuestra salvación, lo hizo porque nos ama (Juan 3:16). Él está ahí a tu lado. Si supieras cuánto te ama, no dudarías ni un segundo para acercarte sin prejuicios.

Lo que puedes hacer en este momento es, abrir tu corazón en el lugar donde te encuentras, para decirle: “Señor Jesucristo, gracias por este sacrificio. Reconozco que te he olvidado y soy pecador. Perdóname, abro mi corazón, te recibo como mi único salvador. Amén” Si has hecho esta pequeña oración, has nacido de nuevo y has dicho ¡Sí! A la obra redentora de Jesucristo. Eres libre y estás perdonado. Él estará a tu lado por siempre. Ahora, Jesucristo te dice estas palabras: “Te amo. Eres mi hijo amado. Hoy eres libre, ya no sufrirás este castigo, Yo he sufrido el “infierno” por ti” (Jesucristo).

Imagen relacionada

Comentarios

Entradas más populares de este blog

NO JUEGUES CON EL PECADO

ESTO TIENES QUE LEER, ES PARA TI

VIERNES SANTO