"LA ALEGRÍA MÁS GRANDE ES ESTAR CON DIOS"
"LA ALEGRÍA MÁS GRANDE ES ESTAR CON DIOS"
¿Alguna vez te has alegrado como nunca lo hayas hecho? ¿Puedes recordar? ¿Cómo era ese momento?
Cuenta una historia de un adolescente,
que hizo una travesura. Sacó el auto nuevo de su padre, sin permiso y lo chocó
contra un árbol. Todos decían que nadie podía perdonar esta falta tan grave. Su
papá se encontraba en otra ciudad por motivos de negocio.
La noticia llega muy rápido a los oídos
de su padre, y el hijo al saber que su papá se había enterado y seguro le darían un castigo no pudo
dormir, ni pudo comer bien, tres días de tortura…
Su papá, en ese mismo día de la noticia
mala, se entera que su hijo sacó buenas notas y está en el primer lugar en el
colegio con el mejor puntaje, que ninguno pudo alcanzar y es abanderado de su
colegio. Y el colegio organiza un acto especial para agasajar a los mejores
alumnos y felicitar a sus papás.
Su papá decide no castigar y prefiere
pagar la deuda del auto nuevo que destrozó su hijo… Él papá llega a media noche
del tercer día de la tragedia. El hijo estaba en la cama, sin poder dormir
pensando en el castigo que le daría su papá…
Al día siguiente, en la mañana llegó el
momento de enfrentar a su padre… En ese instante, alguien viene a llamar y
dice:
-
Tu
papá te llama -
Él no tiene palabras y está temblando de
miedo, va camino a donde estaba su papá como autómata. Se acerca más y más
pensando en su castigo.
Ve a su papá que espera sentado en la
silla de su oficina. Se detiene frente a su papá, con cabeza agachada y
temblando, resignado a lo que vendrá después.
Su papá le dice:
- Hijo, dame un abrazo, me has hecho
feliz. Soy el hombre más dichoso del mundo… La falta que has cometido, no
importa. Tengo buen trabajo y puedo solucionar con gusto -
El hijo, se pone a llorar de alegría. Abraza
a su papá y le besa. Y sale de la oficina y salta de alegría y dice:
- Este es el día más feliz de mi vida -
En Salmos 103:10, dice: “No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades.” (Versión las Américas). Estas palabras son exactamente ese mensaje de consuelo, de un Padre amoroso y misericordioso, para sus amados hijos; porque, el castigo que nos tocaba recibir, ya los pagó nuestro Salvador, al morir en la cruz. ¡Deuda cancelada! ¡Culpa perdonada!
Estas palabras de Salmos 103:10, vienen
tan llenas de gracia y consuelo, y son tan claras, que nunca podremos
alegrarnos suficientemente por ellas. Nunca podremos alabar y dar
suficientemente gracias a Dios por ellas; porque encierran todo el contenido
del Evangelio. Dios no nos paga conforme a nuestros pecados, sino conforme a
los méritos de Su Hijo. El Señor trató una vez a una persona “conforme a
nuestros pecados” y lo castigó “conforme a nuestras iniquidades.” A su propio
Hijo: “JESUCRISTO” por amor a nosotros.
La Biblia está llena de esas palabras de
consuelo y amor: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que
nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21). “…Él
mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias.” (Mateo
8:17). “…Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías
53:6). “…Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…”
(Isaías 53:5). “… Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles
en cuenta a los hombres sus pecados…” (2 Corintios 5:19).
Esta es la razón por la cual no nos paga
conforme a nuestros pecados. Por eso pecadores muy malos recibieron gracia
(perdón); mientras otros que hicieron grandes esfuerzos, muchas obras y
penitencias, queriendo salvarse, fueron en vano; la paga que recibieron fue condenación,
recibieron como pago la muerte “conforme a sus pecados.” En Romanos
6:23, dice: “Porque la paga del pecado es muerte…” De esa manera, al confiar en sí mismos
no “honraron
al Hijo.” (Salmos 2 12).
Si la salvación fuera por obras, la
justicia sería en base a nuestros méritos y obras, y Cristo habría muerto en
vano. Pero, “si es por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no
es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra (el mérito
propio) ya no es obra.” (Romanos 11:6). ¡Qué hermosa noticia! ¿Verdad?
Veamos ahora cuán sublime es esta
justicia que nos es atribuida. ¡Qué maravillosas son las palabras que siguen en
este Salmos!: “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció
Jehová su misericordia sobre los que le temen.” (Salmos 103:11). El
amor de Dios es más grande que cualquier obra humana ante Dios, que no valen
nada.
Observemos Juan 3:16 y meditemos profundamente en lo que dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” ¿Quién puede medir este amor inmensurable? Es “Como la altura de los cielos sobre la tierra”. El amor de Dios es inmenso y para siempre. ¡Qué alegría, saber que Dios creador del universo, me ama y no se compara con el amor de ningún ser humano en esta tierra!
Ese perdón demostrado en Su gran amor en
la cruz, hizo expresar: “… Todo se ha cumplido...” (Juan
19:30), la obra que Cristo hizo, fue una obra completa; no hay lugar para las
obras humanas. Y expresó palabras de perdón llenos de amor en medio del odio: “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34); consiguió un
perdón completo ante Dios.
Apreciado lector, corre de prisa a los
pies de Jesucristo, Él te espera para darte paz y felicidad en tu corazón. Un
día no muy lejano estaremos en el mismo lugar donde Él está preparando nuestra
morada eterna, donde ya no habrá más llanto, ni dolor. Esa es la promesa que
nos dejó: “No se angustien ustedes. Crean en Dios y crean también en mí. En
la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir… voy a prepararles un
lugar. Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para
llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a
estar.” (Juan 14:1-3 DHH.) (Apocalipsis 21:2-3). Amén.
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